Por esos caprichos de la moda, el funcionario le llama “industria” a una actividad que no genera valor agregado ni produce bienes tangibles. Justamente por eso preocupa a Paulson y a muchos economistas serios (aunque alegre a analistas financieros y gurúes).
“Es preciso definir si la actividad tiene un grado aceptable de transparencia y si, en ese sistema, existe liquidez suficiente en activos de sostén”, señalaba el ex financista. Así planteaba durante una entrevista por el canal televisivo de Bloomberg’s, una agencia poco dada a cuestionar ese tipo de negocios.
Desde hace un tiempo y antes de llegar Paulson, Hacienda encabeza una fuera de tareas cuyo cometido de definir los efectos de esos fondos de riesgo puro en los mercados, tanto especulativos como reales (productos primarios, incluyendo hidrocarburos). El grupo abarca también la Securities & exchange commission (comisión de valores), el SRF y la comisión federal de futuros y opciones.
Al principio, el titular de Tesorería miraba para otro lado, pero las presiones para regular ese sector se han intensificado tras el derrumbe, en septiembre, de Amaranth Advisors, firma controlada por un canadiense, pero establecida en Connecticut. Quebrantos por US$ 6.600 millones, especulando con derivados sobre gas natural, la sindican como la peor caída en su tipo.
Días atrás, el senador republicano Charles Grassley (jefe del comité de finanzas) sacudió la quietud de Paulson advirtiéndole que “los fondos de cubertura les crean riesgos excesivos a los fondos jubilatorios”. No ya sólo a los millonarios ludópatas que juegan sobre ese paño como en cualquier casino.
Naturalmente, algunos funcionarios y casi todos los analistas de Wall Street piden cautela para aplicar normas a esa franja, pues consideran intangibles esas fuentes de capital privado –no siempre limpio-, que les permiten participar de utilidades a sus propios administradores (éstos, sí, “caballeros de industrial”, como los definieran Warren Buffett y George Sörös).
Los defensores de la operativa afirman que esos fondos se dirigen a inversores tan ricos como duchos en el tema y agregan liquidez a los mercados. Pero dejan de lado dos hechos: han ingresado al campo de los fondos jubilatorios (desde hace tres años, hubo dos o tres escándalos al respecto) y esa “liquidez” representa mayormente activos de aire, con escaso sustento. Así lo han señalado los fiscales de Nueva York, Connecticut y otros estados.
“Es necesario supervisar mejor, ser muy cuidadosos y detectar todos los riesgos potenciales”, indicaba Paulson. No obstante, una vida en Goldman Sachs pesa mucho: esta “industria”, cree el funcionario, “ha creado mucha liquidez en los mercados de capital y eso es positivo”. Grassley le aclaró que muchos no piensan lo mismo”.
Por cierto, desde hace unos diez años varios economistas -entre ellos, Charles Kindleberger, Joseph Stiglitz y el difunto John K.Galbraith- identifican los derivados como un síntoma de que el actual ciclo macroeconómico capitalista empieza a resquebrajarse. En “Death of money” (1993) Joel Kurzman aplicó a esos mecanismos las teorías de Ñikolái Kondrát’yev y Josef Schumpeter (eso le valió el exilio académico).
Por el contrario, el presidente del SRF, Benjamin Bernanke, se opuso en mayo a una propuesta tan moderada como crear una base de datos sobre fondos especulativos. Con cierta ingenuidad, el jefe del emisor sostuvo que “los propios operadores están mejor equipados que las autoridades para manejar riesgos y tienen incentivos para portarse bien”. Mientras tanto, desde diciembre de 2005 Amaranth Advisors estaba haciéndose pedazos y Bernanke no se daba cuenta.
Sólo durante el trimestre julio-septiembre, los fondos de cubertura captaron US$ 44.500 millones entre magnates e instituciones, entre ellos grandes fondo jubilatorios. Eso no ocurría desde mediados de 2003. Fuentes privados calculan en US$ 1,34 billón los activos totales del sector a fines de septiembre. Pero, según el Banco de ajustes internacionales (BAI, Basilea), a mediados de año la galaxia derivativa sinfiaba algo más de US$ 480 billones en danza.
Por esos caprichos de la moda, el funcionario le llama “industria” a una actividad que no genera valor agregado ni produce bienes tangibles. Justamente por eso preocupa a Paulson y a muchos economistas serios (aunque alegre a analistas financieros y gurúes).
“Es preciso definir si la actividad tiene un grado aceptable de transparencia y si, en ese sistema, existe liquidez suficiente en activos de sostén”, señalaba el ex financista. Así planteaba durante una entrevista por el canal televisivo de Bloomberg’s, una agencia poco dada a cuestionar ese tipo de negocios.
Desde hace un tiempo y antes de llegar Paulson, Hacienda encabeza una fuera de tareas cuyo cometido de definir los efectos de esos fondos de riesgo puro en los mercados, tanto especulativos como reales (productos primarios, incluyendo hidrocarburos). El grupo abarca también la Securities & exchange commission (comisión de valores), el SRF y la comisión federal de futuros y opciones.
Al principio, el titular de Tesorería miraba para otro lado, pero las presiones para regular ese sector se han intensificado tras el derrumbe, en septiembre, de Amaranth Advisors, firma controlada por un canadiense, pero establecida en Connecticut. Quebrantos por US$ 6.600 millones, especulando con derivados sobre gas natural, la sindican como la peor caída en su tipo.
Días atrás, el senador republicano Charles Grassley (jefe del comité de finanzas) sacudió la quietud de Paulson advirtiéndole que “los fondos de cubertura les crean riesgos excesivos a los fondos jubilatorios”. No ya sólo a los millonarios ludópatas que juegan sobre ese paño como en cualquier casino.
Naturalmente, algunos funcionarios y casi todos los analistas de Wall Street piden cautela para aplicar normas a esa franja, pues consideran intangibles esas fuentes de capital privado –no siempre limpio-, que les permiten participar de utilidades a sus propios administradores (éstos, sí, “caballeros de industrial”, como los definieran Warren Buffett y George Sörös).
Los defensores de la operativa afirman que esos fondos se dirigen a inversores tan ricos como duchos en el tema y agregan liquidez a los mercados. Pero dejan de lado dos hechos: han ingresado al campo de los fondos jubilatorios (desde hace tres años, hubo dos o tres escándalos al respecto) y esa “liquidez” representa mayormente activos de aire, con escaso sustento. Así lo han señalado los fiscales de Nueva York, Connecticut y otros estados.
“Es necesario supervisar mejor, ser muy cuidadosos y detectar todos los riesgos potenciales”, indicaba Paulson. No obstante, una vida en Goldman Sachs pesa mucho: esta “industria”, cree el funcionario, “ha creado mucha liquidez en los mercados de capital y eso es positivo”. Grassley le aclaró que muchos no piensan lo mismo”.
Por cierto, desde hace unos diez años varios economistas -entre ellos, Charles Kindleberger, Joseph Stiglitz y el difunto John K.Galbraith- identifican los derivados como un síntoma de que el actual ciclo macroeconómico capitalista empieza a resquebrajarse. En “Death of money” (1993) Joel Kurzman aplicó a esos mecanismos las teorías de Ñikolái Kondrát’yev y Josef Schumpeter (eso le valió el exilio académico).
Por el contrario, el presidente del SRF, Benjamin Bernanke, se opuso en mayo a una propuesta tan moderada como crear una base de datos sobre fondos especulativos. Con cierta ingenuidad, el jefe del emisor sostuvo que “los propios operadores están mejor equipados que las autoridades para manejar riesgos y tienen incentivos para portarse bien”. Mientras tanto, desde diciembre de 2005 Amaranth Advisors estaba haciéndose pedazos y Bernanke no se daba cuenta.
Sólo durante el trimestre julio-septiembre, los fondos de cubertura captaron US$ 44.500 millones entre magnates e instituciones, entre ellos grandes fondo jubilatorios. Eso no ocurría desde mediados de 2003. Fuentes privados calculan en US$ 1,34 billón los activos totales del sector a fines de septiembre. Pero, según el Banco de ajustes internacionales (BAI, Basilea), a mediados de año la galaxia derivativa sinfiaba algo más de US$ 480 billones en danza.