La difusión del coronavirus significó para Irak la reducción de la demanda de petróleo y el desplome de los precios. Más de 90% de sus ingresos provienen de la venta de petróleo crudo y gasta 45% de su presupuesto total en sueldos y jubilaciones. En 2020 no tuvo presupuesto para pagar millones a los empleados públicos y jubilados. El segundo productor de petróleo en el mundo debió endeudarse, principalmente con sus propios bancos. Creció la indignación de la población y la fragilidad de la economía quedó al descubierto. El golpe que significó la pandemia a los sectores público y privado hizo que el PBI del país se redujera 11% en 2020 según el FMI, y que la pobreza crezca junto con el desempleo.
Pero esa situación no es solo producto de la pandemia, es el futuro de los países productores de petróleo. El desplome del petróleo del año pasado coincidió con el esfuerzo global de gobiernos, empresas y público en general de comprometerse con el cumplimiento de las metas de reducción de emisiones para 2050. Los productores petroleros que presencian este giro hacia la energía limpia se preguntan ahora cuáles serán los países que superen este cambio de la mejor manera.
Si Irak, que tiene reservas comprobadas de crudo de 145.000 millones de barriles, sigue dependiendo del petróleo, los resultados serán catastróficos, dice el ministro de finanzas Ali Allawi. El ministro hace denodados esfuerzos por poner en marcha profundos cambios políticos y económicos.
Muchas economías petroleras reconocen los inconvenientes de estar atadas las exportaciones de combustibles fósiles y a la volatilidad de los precios. Arabia Saudita y Rusia (segundo y tercer lugar entre los productores de petróleo) son vulnerables pero con economías más complejas y mayor colchón financiero aumentaron su resiliencia a pesar de su alta exposición a la exportación de hidrocarburos.