Cabe recordar que diciembre había cerrado en su propio máximo, US$ 526, también en Manhattan, Para entonces, el metal áureo habpia subido 17% en todo 2005. Sin duda, los mercados creen que el oro puede beneficiarse de una eventual diversificación de reservas chinas. Por cierto, el banco central habpía dado a entender este fin de semana que analizaba nuevas formas de administrar reservas. Al punto, el resto del mundo dedujo que reduciría la parte en dólares en beneficio de otras colocaciones.
En Nueva York, la onza troy de oro (31,104 gramos, ley 99,44%) había subido en 2005 de US$ 455 a 526,40. Pero este avance empezó a fin de 2000, cuando estaba en apenas 280, y acumula 97% en poco más de cinco años.
Resulta irónico que Union des Banques Suisses viera en ese momento riesgos en la repreciación del metal áureo, viejo amor de los hélvetas. En efecto, UBS, Wall Street y la City temían que el alto precio del oro pusiese en peligro acciones, bonos públicos y privados, etcétera, por dos caminos: presiones inflacionarias y freno al moderado crecimiento de la economía norteamericana.
Existe un tercer ángulo: el estancamiento en la producción del metal y el riesgo de que los bancos centrales (los mismos que vendieron casi todas sus tenencias durante los años 90) vuelvan a comprar. Ya lo han hecho Brasil, Rusia, Sudáfrica, Argentina y otros, en una reacción tan típica como poco aconsejable: colocarse en un activo cuando sube.
Como muchos expertos han señalado, este auge dorado no es –por ahora- como los anteriores a 1980. Primero, por la ausencia de proyecciones unívocas. Contra UBS, por ejemplo, Deutsche Bank estima que el promedio al contado en 2006 no pasará de US$ 490 y recién volverá a 550 en 2007. En el extremo opuesto, varios grandes intermediarios pronostican que este año el oro terminará en US$ 600/660.
En segundo lugar, este grupo y los suizos creen que los inversores –inviduales e institucionales- ven una firme demanda en la actividad joyera. También, creen que la inflación irá trepando en Estados Unidos, cuya moneda volverá a deteriorarse ante divisas rivales. Ergo, piensan en el metal de nueva como refugio “duro”.
Por supuesto, el oro sigue lejos del precio nominal más alto en la historia, US$ 850, registrado el 20 de enero de 1980. En verdad, a dólares constantes, hoy debiera rozar 1.300 para igualar aquel valor. Sea como fuere, el papel del metal como refugio en caso de guerras, catástrofes y corridas fue atenuándose desde ese máximo. Así, la crisis petrolera de 1973/5 lo hizo subir 55%, mientras el Standard&Poor’s 500 se desplomaba 43,5%. Pero la violenta alza de crudos experimentada desde octubre de 2004 hasta mediados de 2005 no tuvo ni de lejos aquellos efectos en el oro.
Cabe recordar que diciembre había cerrado en su propio máximo, US$ 526, también en Manhattan, Para entonces, el metal áureo habpia subido 17% en todo 2005. Sin duda, los mercados creen que el oro puede beneficiarse de una eventual diversificación de reservas chinas. Por cierto, el banco central habpía dado a entender este fin de semana que analizaba nuevas formas de administrar reservas. Al punto, el resto del mundo dedujo que reduciría la parte en dólares en beneficio de otras colocaciones.
En Nueva York, la onza troy de oro (31,104 gramos, ley 99,44%) había subido en 2005 de US$ 455 a 526,40. Pero este avance empezó a fin de 2000, cuando estaba en apenas 280, y acumula 97% en poco más de cinco años.
Resulta irónico que Union des Banques Suisses viera en ese momento riesgos en la repreciación del metal áureo, viejo amor de los hélvetas. En efecto, UBS, Wall Street y la City temían que el alto precio del oro pusiese en peligro acciones, bonos públicos y privados, etcétera, por dos caminos: presiones inflacionarias y freno al moderado crecimiento de la economía norteamericana.
Existe un tercer ángulo: el estancamiento en la producción del metal y el riesgo de que los bancos centrales (los mismos que vendieron casi todas sus tenencias durante los años 90) vuelvan a comprar. Ya lo han hecho Brasil, Rusia, Sudáfrica, Argentina y otros, en una reacción tan típica como poco aconsejable: colocarse en un activo cuando sube.
Como muchos expertos han señalado, este auge dorado no es –por ahora- como los anteriores a 1980. Primero, por la ausencia de proyecciones unívocas. Contra UBS, por ejemplo, Deutsche Bank estima que el promedio al contado en 2006 no pasará de US$ 490 y recién volverá a 550 en 2007. En el extremo opuesto, varios grandes intermediarios pronostican que este año el oro terminará en US$ 600/660.
En segundo lugar, este grupo y los suizos creen que los inversores –inviduales e institucionales- ven una firme demanda en la actividad joyera. También, creen que la inflación irá trepando en Estados Unidos, cuya moneda volverá a deteriorarse ante divisas rivales. Ergo, piensan en el metal de nueva como refugio “duro”.
Por supuesto, el oro sigue lejos del precio nominal más alto en la historia, US$ 850, registrado el 20 de enero de 1980. En verdad, a dólares constantes, hoy debiera rozar 1.300 para igualar aquel valor. Sea como fuere, el papel del metal como refugio en caso de guerras, catástrofes y corridas fue atenuándose desde ese máximo. Así, la crisis petrolera de 1973/5 lo hizo subir 55%, mientras el Standard&Poor’s 500 se desplomaba 43,5%. Pero la violenta alza de crudos experimentada desde octubre de 2004 hasta mediados de 2005 no tuvo ni de lejos aquellos efectos en el oro.