El upgrade a emergente, la posible venta de la mitad del desembolso del FMI en el mercado cambiario y nuevas medidas implementadas por el BCRA, ayudan a estabilizar el tipo de cambio en el corto plazo. No obstante, el dólar podría retomar su rally alcista como producto de nuevos shocks negativos (internos o externos).
Hacia el cierre del año se estima –según la consultora Ecolatina- que la divisa profundizará su sesgo alcista. En primer lugar, por la elevada suba de precios. Tras el acuerdo con el FMI, se “enterró” la meta de inflación de este año y se endureció el objetivo fiscal del 2019, por lo que se proyecta que el oficialismo adelantará algunos recortes de subsidios (ajustes de tarifas) del año próximo al último trimestre de 2018.
De no presentarse nuevos shocks adversos, el tipo de cambio cerraría el año apenas por debajo de 30 ARS/US$. Con esta dinámica, más que corregiría el atraso cambiario, de modo que no serían necesarias correcciones abruptas el año que viene.
Si bien el tipo de cambio real es más sostenible (requiere un menor influjo constante de divisas financieras), su impacto positivo sobre el sector transable será paulatino y progresivo, mientras que los costos del salto cambiario ya se sufren: la inflación se acelera y el segundo y el tercer trimestre del año serán recesivos.
La nueva asistencia financiera del FMI debe estimular la producción y no asfixiarla. Desde el arreglo con holdouts, el ingreso de capitales financieros apreció al peso, abultando el rojo de cuenta corriente. Para no repetir viejos errores, hay que adoptar nuevos esquemas.