Lo que ocurrió fue bastante sorprendente. Después de los anuncios tremebundos de Donald Trump sobre imposición de aranceles punitorios a la Unión Europea, y de la fulminante respuesta de este grupo de países imponiendo represalias de igual significación, vino la paz momentánea.
La guerra comercial global, por lo menos en este caso, se suspende. Después del encuentro entre el presidente estadounidense y el negociador europeo, Jean-Claude Juncker se acordó diferir la vigencia de estos aranceles en espera del avance de negociaciones para llegar a algún tipo de acuerdo. En especial, se suapende la imposición de un impuesto de 25% a los autos y autopartes europeas.
En Estados Unidos, muchos recordaron un libro de hace unos años firmado por Trump sobre el arte de negociar en el mundo de los negocios. El consejo era: pida disparates, exija lo imposible, amenace con el apocalipsis, y luego prepárese a negociar en serio. Haga como que lo convencieron, y vaya ablandando un poco su posición extremista inicial.
Tal parece que está utilizando el manual en la reformulación de las políticas y alianzas que transforman la economía mundial.
Tal vez con los europeos y con sus vecinos continentales (Canadá y México) esta sea la estrategia, pero en el caso de los chinos parece que no es aplicable el método, al menos no en su mayor parte.
Con China, y su nuevo estatus de superpotencia, se está dirimiendo algo más. Quién será en pocos años el país líder en tecnología de punta, en inteligencia artificial, y por tanto en armamento y poderío bélico. Sin hablar, del crecimiento económico chino que en 20 años puede transformar a esa nación en la primera economía del planeta.
Deberá probar, en este caso, con un manual diferente.
