<p>Por otra parte GS está levantando una sede de US$ 2.400 millones en pleno centro de Manhattan. No obstante, la determinación que trasunta el intendente neoyorquino en su cruzada personal –vía New York Times, no Wall Street Journal- ha dejado perplejos a analistas, operadores y dirigentes políticos de ambos partidos.<br />
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La propia cúpula de GS quedó azorada el viernes, cuando Bloomberg irrumpió en los salones de la banca de inversión estrechando manos, palmeando jerarcas y reuniéndose con Blankfein. En general, el director ejecutivo de la firma es poco dado a este tipo de espectáculos.<br />
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Todo empezó cuando el New York Times sacó una columna de opinión firmada por Gregory Smith, donde explicaba su renuncia después de doce años en la compañía. Según el dimitente, la banca de inversión promueve “una cultura tóxica y deletérea”.<br />
El móvil de Goldman Sachs consiste en “colocar las utilidades por encima de todos, burlando los genuinos intereses de los clientes”. El duro ataque fue inmediatamente replicado por la compañía. Pero era tarde: el asunto volaba por redes y medios sociales, en particular Twitter y Facebook.<br />
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Entre otras revelaciones, Smith señalaba que altas autoridades de la firma discutían sin tapujos formas seguras de estafar a los clientes. En sus correos electrónicos, se los motejaba de “muppets”. A juicio del ex operador, “cuando se escriba la historia del GS, se dirá que Blankfein y el presidente de junta, Gary Cohn, perdieron el control de su personal y sucumbieron a las tentaciones de su cultura tóxica”. Ahora, la conducta impulsiva de Michael Bloomberg lo pone en un plan similar y puede serle políticamente dañino.</p>
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Michael Bloomberg a favor de Goldman Sachs
Se entiende que el alcalde de Nueva York y dueño de la agencia homónima (experta en información bursátil) salga a la palestra para batirse por Lloyd Craig Blankfein, capitoste de GS. La compañía es una gran accionista de la metrópolis, sostiene.