Las importaciones fueron centro de problemas económicos, políticos, cambiarios, productivos, internacionales y jurídicos, hasta la finalización del reciente período de la administración de Cristina Fernández.
La nueva administración del Presidente Mauricio Macri, desde el inicio de su mandato, implementó decisiones tendientes a normalizar su flujo. La unificación cambiaria, la eliminación del cepo cambiario, la desaparición de las DJAIS, el cumplimiento del fallo contra Argentina surgido de la Organización Mundial de Comercio (OMC), y todo ello sumado a un nuevo régimen (SIMI) basado en licencias, han normalizado considerablemente (institucionalmente) el comercio exterior receptivo, según lo explica el último informe de Marcelo Elizondo, director general de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI).
Con todo, no puede decirse que las dificultades para importar desaparecieran, y hay aún limitaciones vigentes. Así se lo ha decidido políticamente, porque para que existan menos restricciones, debe preverse que la normalización económica puede llevar un tiempo.
En medio de los ajustes que la economía argentina está produciendo (fiscal, monetario, cambiario, de precios relativos, de tarifas, de tasa de inversión, etc.), las importaciones aún no han llegado a niveles que son acordes con el propósito de recuperar inversión, retomar crecimiento y (menos aún) avanzar hacia el desarrollo.
El débil nivel de la actividad económica, la devaluación en el tipo de cambio oficial, y también (especialmente) el descenso de precios internacionales en no pocos bienes importados son las principales razones del descenso.
Las importaciones, así, medidas en dólares estadounidenses pagados, serían este año alrededor de 30% más bajas que en el año de mayores importaciones (medidas en dólares), que fue 2013.
Las importaciones son un relevante componente del sistema productivo argentino. El último año, estuvieron compuestas en alrededor de un tercio (30%) por bienes intermedios, que son insumos para la producción. Y a ello se lo completa con un 20% en bienes de capital (equipamiento), un 21% de piezas y partes (para armado o reposición), un 12% por combustibles y lubricantes (2/3 se usan para la producción), y un 6% por vehículos (más de la mitad se utiliza, directa o indirectamente, para la producción). Sólo el resto (11%) han sido importaciones de bienes de consumo.
En los primeros ocho meses de 2016 esta distribución no cambia sustancialmente: 21% bienes de capital, 28% bienes intermedios, 20% piezas y partes, 10% combustibles y lubricantes, 13% bienes de consumo y 8% automotores.
De modo que puede decirse que al menos un 80% de lo que Argentina importa se vincula con su capacidad productiva. Por ende, es natural que Argentina incremente sus importaciones cuando su economía crece, y que las importaciones se reduzcan si la economía no crece o se contrae.
No es casual que desde los años 2011, 2012 y 2013, las importaciones argentinas comenzaron a reducirse, en la medida en que la economía no creció (o, quizá puede decirse al revés, los límites a las importaciones impusieron un techo).
Los últimos 20 años
Una lectura de análisis histórico permite advertir que, pese a que el discurso oficial de ese momento (y las medidas de la propia administración) planteó cierta oposición a las importaciones, la comparación entre las importaciones -medidas en dólares pagados al exterior por las compras de bienes- con el PBI, arroja un resultado que muestra que en la presidencia de Néstor C. Kirchner se observó el mayor ratio importaciones/PBI en 20 años.
De la comparación importaciones/PBI, se observa que en la década de los años 90, se obtenía un resultado sustancialmente menor (inferior) al de la presidencia de Néstor Kirchner; y a la vez también menor que en las dos presidencias de Cristina Fernández.
Efectivamente, en lo que va del siglo XXI el nivel de importaciones comparadas con el PBI ha sido mucho mayor que en los 90, aunque ha sido menor en las dos presidencias de Cristina Fernández que en los primeros años del siglo XXI.
Por ello, cuando se observan ciertas manifestaciones públicas que se efectúan en estos días relativas a un fenómeno de supuesta “apertura indiscriminada” de importaciones, debe advertirse que las importaciones descienden (medidas en dólares) en lo que transcurre de 2016, un 7,7% contra el mismo período del año pasado.
Si se proyecta el nivel de PBI estimado para Argentina durante este año y se estiman las importaciones anualizando el resultado del cuatrimestre, si bien el ratio importaciones/PBI aumenta este año (lo cual es lógico porque la devaluación genera un PBI nominal medido en dólares menor), aun así las importaciones estarán en 2016 en niveles comparados con el PBI que son más bajos que en muchos de los años de la presidencia de Cristina Fernández (y más bajo que en los años de robusto crecimiento económico del siglo XXI).
Este cuadro (anterior) muestra que en los años 90 medidos en el mismo, el atraso cambiario y los precios internacionales (más bajos que en los primeros años del siglo XXI) generaban una baja relación importaciones/PBI, lo que además se justifica en que el último lustro del sigo XX fue un periodo de una economía con andar muy débil, a lo que debe sumarse que en la primera parte de los años 90 ya se había producido el grueso de las importaciones de bienes de capital para la renovación productiva. Todo ello no impulsaba las importaciones ya a fines de la última década del siglo.
En los primeros años del siglo XXI, las importaciones se elevaron fuertemente como consecuencia de la recuperación (primero) y el crecimiento (después) económicos, a lo que debe sumarse la baja del PBI medido en dólares (por la devaluación), y el comienzo del alza de los precios internacionales. Y esto continuó mientras la encomia creció (hasta el inicio de la segunda década del siglo XXI).