2019 parece ser el año en que las consideraciones ambientales, sociales y de buen gobierno (ASG) dejan de ser especiales para convertirse en normales. Los ejecutivos y financistas advierten que puede ser más costoso ignorar los principios de la responsabilidad social.
Hay varios factores impulsando esto: uno es que están mejorando los sistemas de auditoría y contabilidad ASG.Sigue habiendo diversos estándares para medir, lo cual dificulta evaluar el tamaño del sector “inversiones ASG”. Pero esa diversidad ha creado una oportunidad que tratan de aprovechar abogados, contadores y calificadoras. A medida que mejoran los sistemas de auditoría se involucarn más inversores y emisores de bonos. También se vuelve más fácil para los outsiders evaluar cuáles compañías cumplen con los principios ASG.
Todo eso, a su vez, fomenta un segundo cambio. El escrutinio a las empresas está llegando a un nivel en el que tanto ejecutivos como financistas temen que sea más peligroso no cumplir con los principios ASG que cumplir.
Esto es importante, porque cuando apareció el movimiento ASG en el siglo pasado a la cabeza estaba una pequeña minoría de inversores deseosos que generar un cambio positivo social y ambiental.
Esos “benefactores” proactivos siguen influyendo, especialmente porque los millennials occidentales adoptan la idea de invertir para el impacto. Pero lo que realmente está fomentando el crecimiento del sector es un grupo grande de ejecutivos y financistas que buscan evitar el daño, ya sea a su propia reputación a al mundo. De manera que ASG ya no es una causa por la que hacer campaña; es también una herramienta para el manejo del riesgo.