En una primera aproximación de los efectos de la pandemia sobre el comercio global, la OMC estima que los intercambios podrían contraerse entre un 12,9% y 31,9% este año (en términos reales), dependiendo del tiempo que transcurra hasta que la pandemia sea finalmente controlada, y de la inclinación que muestren los países por resguardar el comercio y coordinar acciones para reducir el impacto sobre determinados servicios claves, particularmente los vinculados a la logística y los transportes.
Se proyecta una mayor contracción del comercio de servicios que de productos, en todos los escenarios, y diferentes comportamientos según los casos. En el mundo de los servicios, los transportes aéreos aparecen como los más afectados, junto las prestaciones vinculadas a la recreación y el alojamiento, recuerda Juan Manuel Garzón, consultor del IERAL de la Fundación Mediterránea.
En el caso de productos, y como era de esperar dada su naturaleza, las materias primas agrícolas y los alimentos aparecen mejor posicionadas para resistir el ajuste que, por caso, los productos electrónicos, de computación o las maquinarias.
Considerando distintos factores (cosecha, precios de commodities, Brasil, proyecciones OMC, etc.), en una primera aproximación puede estimarse que, en un escenario de crisis global en forma de V (más optimista), donde la pandemia y las políticas de contención empiezan a diluirse al cabo de tres meses, las exportaciones argentinas de bienes podrían ubicarse en un rango de entre US$ 58.000 millones y US$ 60.000 millones.
Con un ajuste entre 8% y 11% respecto 2019, consecuencia de descensos importantes en los volúmenes exportadores de diferentes productos (petróleo, automotores y sus partes, maquinarias, equipos en general, etc.), y también de ajustes de precios, muy significativos en petróleo y relativamente leves (hasta el momento) en materias primas de base agropecuaria.
La pandemia y las acciones de contención están generando restricciones de distinta naturaleza e intensidad sobre el comercio exterior, que obligan a rever en forma completa cualquier planificación prevista para el año en curso. En un contexto de elevada incertidumbre, casi lo único seguro que saben las empresas es que las ventas al exterior van a reducirse respecto de los niveles que se esperaban, ya sea por restricciones sobre la propia producción, complicaciones de tipo logísticas y/o menor ingreso disponible y caída de demanda en los países destino.
Para tener un orden de magnitud, en una primera aproximación a los efectos de la pandemia, la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que el comercio mundial podría contraerse entre un 12,9% y 31,9% este año, dependiendo del tiempo que transcurra hasta que la pandemia sea finalmente controlada y de la inclinación que muestren los países por resguardar el comercio y coordinar acciones para reducir el impacto sobre determinados servicios claves, particularmente los vinculados a la logística y los transportes. El escenario optimista de la OMC supone una caída del PIB mundial del orden del 2,5% y una crisis en forma de V que se extiende no mucho más allá de los 3 meses. Por su parte, el escenario pesimista trabaja con una caída del PIB mundial del 8,8% y una crisis más en forma de L, en la que la pandemia no logra contenerse rápidamente y condiciona la posibilidad de una fuerte recuperación económica en el 2021.
Una carrera con muchos obstáculos
Para sostener las exportaciones las empresas deberán sortear muchos obstáculos este año, restricciones de distinta naturaleza. En primer lugar, restricciones sobre la producción propia. Hoy todos los sectores exportadores están siendo afectados por la pandemia, aunque con matices. Los casos más graves son los de actividades de producción primaria o industrial consideradas “no esenciales” y que han sufrido prohibiciones explícitas de operar.
Pero incluso las actividades de productos “esenciales”, a priori más favorecidas, tampoco pueden operar con normalidad (ni lo harán hasta tanto se supere definitivamente la pandemia), y su productividad se encuentra deteriorada por distintos motivos.
Como los protocolos sanitarios que obligan a separar el personal en grupos más reducidos o a aislar a empleados potencialmente más vulnerables, por las dificultades de sostener un aprovisionamiento normal de ciertos insumos, por la necesidad de tener que adaptar procesos y productos a los cambios que se han generado en los canales de distribución y comercialización, etc.
Segundo, problemas logísticos. En el área de la logística es donde residen las mayores diferencias entre el sector exportador y el mercado-interno. Por un lado, los servicios aéreos están suspendidos (y lo estarán por buen tiempo), afectando a todas las empresas que habitualmente utilizan o dependen de este tipo de servicio para poder exportar.
Particularmente afectadas aparecen las actividades del turismo internacional (sus clientes se trasladan en avión) y las de ciertas manufacturas, aquellas que exportan productos de mayor valor o las que requieren de la asistencia técnica de personal especializado, que debe acompañar al producto para explicar y facilitar su utilización al cliente final.
Por el otro, la pandemia y las acciones de contención dificultan la coordinación y alargan los tiempos de prestación en los restantes servicios logísticos. Debe recordarse que la logística de exportación, particularmente la multimodal, exige interacción entre un conjunto importante de actores (transportistas, agentes de aduana, agentes marítimos, despachantes, bancos, traders, importadores, etc.), quienes sufren restricciones para operar con normalidad en este contexto.
Por caso, los transportes terrestres se demoran por las restricciones internas a la circulación (controles policiales, localidades “cerradas”, etc.), los servicios de aduana se enlentecen por menor personal operativo, los tiempos de carga y descarga en barcos se extienden por exigencias de cuarentenas, protocolos y menor dotación de personal, etc.
Para tener una referencia, la OMC trabaja con un escenario donde los tiempos promedio de tránsito de los bienes se alargan 3 días hasta tanto sea controlada la pandemia.
Tercero, restricciones financieras. La cadena de pagos se complica en toda crisis. Las cobranzas se extienden (y algunas se caen), mientras que muchos pagos ya han sido realizados y/o deben realizarse sin demoras (salarios, servicios básicos). Esto sucede en todos los países del mundo afectados por la pandemia, incluyendo los países desarrollados.
Por caso, un exportador de software, proveedor regular de empresas de Estados Unidos o Europa, afectadas directa o indirectamente por la crisis, enfrenta actualmente un escenario de mayor riesgo (y costo) financiero y muy probablemente se vea obligado a flexibilizar tiempos de cobro a los efectos de sostener y oxigenar la relación comercial.
Finalmente, pero para nada menos importante, aparece la caída de la demanda. La crisis está afectando los ingresos de familias y empresas y deteriorando las expectativas, lo que lleva a una menor demanda de bienes de consumo, particularmente durables, y de inversión. Por su naturaleza, los productos agrícolas y los alimentos se encuentran más protegidos del ajuste del consumo y es de esperar que sean menos afectados que otro tipo de bienes (automóviles, electrónicos, electrodomésticos, etc.).
Si bien los gobiernos de los países están intentando contener los daños a partir de paquetes fiscales generosos, el consenso y los primeros indicadores económicos disponibles muestran que la pandemia dañará inexorablemente la actividad económica global.
En un repaso rápido de la situación de los principales mercados destino de la producción exportable argentina se encuentra que: Europa ha cerrado sus fronteras, se encamina a una recesión fuerte y sus importaciones podrían contraerse entre un 10% y 29% según la OMC; Brasil está entrando en un tobogán cada vez más empinado, con caída de actividad y depreciación de su moneda, las últimas estadísticas que se disponen muestran que sus importaciones diarias promedios cayeron desde 736 millones de US$ en los dos primeros meses del año a US$ 643 millones en la primera semana de abril (-13%) y que esta tendencia se profundizaría en las próximas semanas.
Por su parte Estados Unidos subestimó la pandemia en sus primeras semanas pero su economía y su comercio exterior serán de los más afectados; sólo el bloque de países de Asia genera alguna expectativa positiva, en particular China, cuya economía podría mantenerse con números levemente positivos, lo que puede ser muy importante para algunas cadenas exportadoras argentinas importantes (soja y carnes).
¿Qué tan afectado puede verse el sector exportador argentino? Como se ha mencionado, los factores que están complicando al sector exportador este año son múltiples y será un año complejo para sostener los envíos, pero claramente más difícil para algunas actividades productivas que para otras. Por ejemplo, las empresas que producen materias primas de base agropecuaria y alimentos no han sufrido prohibiciones de operar, su logística depende relativamente poco de los servicios aéreos y su demanda es menos sensible a los cambios en el ingreso.
Por el contrario, las empresas que producen, por caso, piezas y equipos de alto valor unitario han debido cerrar sus plantas por la política de contención, su logística depende relativamente más de los servicios aéreos y su demanda se resiente también más con caída de ingresos e incertidumbre.
Un caso particular es el del petróleo, donde si bien el consumo global no debería reducirse tanto como en otros bienes, la fuerte caída de sus precios está haciendo que la producción (y por ende la exportación) deje de ser un negocio rentable en muchos países, entre ellos Argentina.
A nivel global el reciente trabajo de Bekkers E. et al (abril 2020) del equipo técnico de la OMC proyecta una mayor contracción (en términos reales) del comercio de servicios que de productos (respecto de una situación base sin pandemia), en todos los escenarios de crisis, y dentro de cada categoría diferentes comportamientos según los casos.
En el mundo de los servicios, los transportes aéreos aparecen como los más afectados, junto con los vinculados a recreación y alojamiento. En el caso de productos, y como era de esperar, las materias primas agrícolas y los alimentos aparecen mejor posicionadas que, por caso, los productos electrónicos y de computación; si bien castigado, en una situación intermedia, y quizás un poco sorpresiva, aparece el comercio de automotores.
Como ya se advirtiera, además de las cantidades comercializadas, los precios internacionales juegan un rol relevante, pudiendo complicar más aún un escenario bajista de volúmenes en el caso de los países exportadores, caso de lo que está ocurriendo con el petróleo y el doble impacto de la baja de las cantidades y también de precio de mercado.
La OMC proyecta algo similar con las commodities agrícolas, aunque en este caso los ajustes de precios están siendo, al menos por ahora, sensiblemente menores. Considerando las tres commodities agrícolas más importantes para Argentina, sus precios actuales en mercados de referencia se encuentran entre 5%/7% abajo a los del mismo mes del año anterior en dos de ellos (soja y maíz) y en el tercero casi un 10% por arriba (trigo).
Más aún en el acumulado del año, los precios medios no son muy diferentes a los de mismo período de 2019.
Si bien a nivel global el intercambio de cantidades de todos los productos, incluyendo las commodities agrícolas, disminuiría, el flujo efectivo final que logre colocar cada país dependerá también de lo sucedido con la producción; una mala cosecha por razones climáticas agravaría la situación de un país exportador, al reducir sensiblemente sus saldos exportables.
En el caso argentino la cosecha del ciclo 2019/2020 avanza con resultados relativamente satisfactorios, apuntando a una producción global de 134 millones de toneladas (incluye 9 cultivos líderes), que si bien es un 6% menor a la del ciclo previo (143 millones), es satisfactoria considerando que la campaña anterior fue excepcional en materia de rindes.
Considerando distintos factores antes comentados (cosecha, precios de commodities, Brasil, proyecciones OMC, etc.) y partiendo de la cifra de exportaciones de bienes del año 2019 (US$ 65.100 millones), en una primera aproximación puede estimarse que, en un escenario de crisis global en forma de V, donde la pandemia y las políticas de contención empiezan a diluirse al cabo de tres meses y nuestros socios principales empiezan a recuperarse en el segundo semestre, las exportaciones argentinas podrían ubicarse en un rango de entre US$ 58.000 millones y US$ 60.000 millones (ajustando entre 8% y 11% respecto de 2019).
Lo que sería consecuencia de descensos importantes en los volúmenes exportadores de productos tales como petróleo, automotores y sus partes, maquinarias y equipos en general, y también de los ajustes de precios internacionales, muy importantes en petróleo y más leves en materias primas de base agropecuaria.
Puede deducirse que, en el caso de extenderse la pandemia o de deteriorarse más aún algunas de las variables de mayor impacto sobre nuestro comercio global (precios de commodities agrícolas, economía de Brasil, China, etc.), respecto a lo que hoy puede preverse de ellas, las exportaciones se ubicarían en un rango menor.