La crisis de 2008 no es un hecho del pasado

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Según un historiador británico, en realidad nunca finalizó.

La mayoría de los relatos de la crisis financiera de 2008 que comenzó en Estados Unidos y rápidamente se expandió por el mundo, giran al rededor de la premisa que ya terminó y que, en Estados Unidos, terminó bastante rápidamente. 

 En el libro titulado Crashed: How a Decade of Financial Crises Changed the World publicado en agosto 2018 por el historiador británico y profesor de la Universidad de Columbia Adam Tooze, se lee que eso no es así. Aunque ya han pasado diez años, la crisis sigue definiendo la forma en que funciona el sistema financiero gracias a las decisiones políticas que se tomaron y las intervenciones de los bancos centrales para dar respuesta a aquella crisis. No hubo un retorno a “la normalidad”. 

 

Tooze ofrece un interesante relato de lo que según él fue una crisis del Atlántico Norte creada por una matriz global de entramado empresarial. También destaca la importancia de la dependencia del sistema bancario global del dólar norteamericano. 

Crashed hace trizas la idea de que la crisis de 2008 fuera norteamericana y que luego, separadamente, hubiera una crisis europea de deuda soberana. Esas crisis, dice Tooze,  estuvieron ligadas en parte porque los bancos europeos se habían involucrado fuertemente con el sistema financiero estadounidense. Y eso significaba también que Europa estaba profundamente inmersa en el mercado de las malas hipotecas; casi un tercio de los títulos hipotecarios de alto riesgo que no estaban respaldados por Fannie Mae o Freddie Mac estaban en posesión de inversores europeos. Una de las señales más contundentes de la profundización de la crisis fueron los desesperados intentos de los bancos, especialmente las instituciones europeas, por acceder a dólares.

 

Con el beneficio de la retrospección, Tooze cree que lo que logró mitigar la crisis no fueron los rescates bancarios ni la compra de activos por los bancos centrales sino más bien  “la acción transnacional sin precedentes por parte del estado norteamericano para bombear dólares hacia los bancos en todo el mundo. 

Tooze no aplaude estas medidas pero reconoce que dieron resultado en el corto plazo.  Pero no le merece respeto la respuesta colectiva europea a la crisis de 2012, porque dice que “millones sufrieron sin motivo alguno”. Mientras millones sufrieron también en Estados Unidos, se tomó una decisión política: salvar primero a Wall Street y preocuparse después por el resto. En Europa, había demasiadas ideas opuestas  y demasiado liderazgos como para poder actuar. La falta de una respuesta coordinada fue un desastre.  Cualquier italiano hoy o cualquier griego estaría de acuerdo con Tooze. 

 

Reinsertar el rol del dólar en este capítulo de la historia financiera no es simplemente para corregir la plana, escribe Tooze, sino que es esencial si queremos prepararnos para las consecuencias de la declaración de independencia que propone Donald Trump del mundo multipolar interconectado. El dólar encorseta al sistema financiero global, e hizo falta que la Fed y una frágil coalición política  tomaran las medidas necesarias para aliviar la situación creada por la crisis.  Si ocurriera algo otra vez,  la política “America First” de Turmp no indica un deseo de tomar medidas para ayudar a otros países. 

Los dólares enviados al sistema financiero global en respuesta a la crisis en parte terminó en los mercados emergentes, En los últimos años, muchos países en desarrollo aprovecharon las tasas bajas que siguieron a la crisis para engrosar sus deudas denominadas en dólares. El impacto de eso se puede ver hoy mientras sube el dólar y los inversores se preguntan si esos países podrán repagar la deuda que han contraído. Se están derrumbando las monedas, desde Turquía hasta Indonesia. 

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