Los precios no han dejado de caer desde 1995, pero nadie conoce la causa de la
deflación ni cuál es la mejor manera de combatirla. A los macroeconomistas
extranjeros les exaspera que ni siquiera haya una total aceptación de que
la deflación es algo malo.
Es más, algunos altos funcionarios del gobierno siguen argumentando que
la "deflación buena" es necesaria para combatir los altísimos
costos del país. Cuando se conozca la identidad de la persona que va a
estar al frente del Banco de Japón durante los próximos cinco años,
y las ideas que profesa, se sabrá si Japón está listo para
reflacionar su economía.
Peter Tasker, miembro de un fondo de cobertura con sede en Tokio, opina que el
cambio de jefe del banco central será un punto de inflexión capaz
de terminar con años de estancamiento en la segunda economía del
mundo. Tasker, y muchos otros reflacionistas como él, creen que es obligación
del banco central romper el ciclo de creciente endeudamiento y precios descendentes,
porque la deflación crónica es perniciosa. De modo que, según
ellos, el gobierno debe aprovechar el recambio de autoridades en el banco central.
La economía está visiblemente deteriorada. Para finales del año
pasado, se hizo evidente que la mini recuperación de las exportaciones
perdía impulso y la deflación de expandía peligrosamente
hacia los salarios, que cayeron un promedio de 2,2% el año pasado. Fue
entonces cuando el gobierno comenzó a ver como atractiva la idea de reflacionar.
Haruhiko Kuroda, ex viceministro de finanzas y candidato a uno de los dos cargos
de vicepresidente del Banco de Japón, propone fijar una meta inflacionaria
de 3% a lograr en tres años. Una vez fijado ese objetivo, algo que el actual
directorio del banco rechazó siempre de plano, el Banco imprimiría
moneda hasta derrotar la deflación. Si eso falla, el banco intentaría
métodos menos ortodoxos, como comprar bonos externos, acciones nacionales
o propiedades.
Los precios no han dejado de caer desde 1995, pero nadie conoce la causa de la
deflación ni cuál es la mejor manera de combatirla. A los macroeconomistas
extranjeros les exaspera que ni siquiera haya una total aceptación de que
la deflación es algo malo.
Es más, algunos altos funcionarios del gobierno siguen argumentando que
la "deflación buena" es necesaria para combatir los altísimos
costos del país. Cuando se conozca la identidad de la persona que va a
estar al frente del Banco de Japón durante los próximos cinco años,
y las ideas que profesa, se sabrá si Japón está listo para
reflacionar su economía.
Peter Tasker, miembro de un fondo de cobertura con sede en Tokio, opina que el
cambio de jefe del banco central será un punto de inflexión capaz
de terminar con años de estancamiento en la segunda economía del
mundo. Tasker, y muchos otros reflacionistas como él, creen que es obligación
del banco central romper el ciclo de creciente endeudamiento y precios descendentes,
porque la deflación crónica es perniciosa. De modo que, según
ellos, el gobierno debe aprovechar el recambio de autoridades en el banco central.
La economía está visiblemente deteriorada. Para finales del año
pasado, se hizo evidente que la mini recuperación de las exportaciones
perdía impulso y la deflación de expandía peligrosamente
hacia los salarios, que cayeron un promedio de 2,2% el año pasado. Fue
entonces cuando el gobierno comenzó a ver como atractiva la idea de reflacionar.
Haruhiko Kuroda, ex viceministro de finanzas y candidato a uno de los dos cargos
de vicepresidente del Banco de Japón, propone fijar una meta inflacionaria
de 3% a lograr en tres años. Una vez fijado ese objetivo, algo que el actual
directorio del banco rechazó siempre de plano, el Banco imprimiría
moneda hasta derrotar la deflación. Si eso falla, el banco intentaría
métodos menos ortodoxos, como comprar bonos externos, acciones nacionales
o propiedades.