<p>El parangón estuvo a cargo de Rodrigo Rato, entonces director gerente del Fondo Monetario Internacional. Justamente, deslices retóricos como ése explican que el funcionario durase apenas cuatro años al frente del organismo multilateral.<br />
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El ejemplo del banquero acabó entre los escombros sembrado por “bancas cancerígenas” que transformaron la ínsula en un inmenso fondo de cobertura –o sea, una fuente de derivados. La deuda dejada por los ídolos de tantos admiradores equivale –a fin de 2010- al producto bruto interno de ocho años y medio.<br />
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Pero la salida fue afortunadamente heterodoxa: la fiscalía abrió una causa penal (2008) contra los avispados banqueros, culpables del colapso, que habían huido. En general, con el mismo destino, Gran Bretaña. Más tarde, en 2009, el gobierno debió dimitir en bloque. Todavía, es el único caso de renuncia en masa. Por ejemplo, a nadie se le ocurrió en Estado Unidos echar a Henry Paulson o Benjamin Bernanke, por malgastar dos billones de dólares en dinero de los contribuyentes para rescatar a grandes banqueros con amigos bien ubicados.<br />
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La cosa no terminó allí. Hace dos meses, ante el silencio de quienes solían aplaudir en 2006/07, Islandia aprobó una ambiciosa reforma constitucional (con 90% de votos). Por primera vez en la historia occidental, de paso, las pérdidas financieras no se han socializado, como en EE.UU. o la Eurozona, sino que se dejó que los bancos quebrasen y sus responsables sean resorte de Interpol.<br />
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Islandia, revolución contra malos banqueros
Con aires de revolución oyéndose desde el borde meridional de Europa, algunos analistas traen a mentas otra, de tipo muy distinto. La lejana isla nórdica, en su momento de breve esplendor, llegó a presentarse como ejemplo al resto de mundo.