En el tercer trimestre de 2018, se redujo el déficit de cuenta de corriente del balance de pagos. Esta mejora obedeció a un menor rojo en bienes y servicios: en conjunto, el saldo negativo de ambas cuentas pasó de US$ 4.400 millones en el tercer cuarto de 2017 a menos de US$ 3.000 millones en igual período de este año, producto de la caída de las compras externas (-8,4%), ya que las ventas al exterior también se contrajeron en la comparación interanual (-2,8%). A contramano, la cuenta rentas incrementó su desbalance y atenuó la corrección del déficit externo, según el más reciente informe de la consultora Ecolatina.
Sin embargo, en la comparación trimestral, las principales novedades estuvieron en la cuenta capital y financiera. Motivado por la reversión del saldo de inversiones de cartera, es decir, del desarme generalizado de posiciones en pesos de no residentes, este apartado transformó su superávit de US$ 7.000 millones en el tercer trimestre del año pasado en un déficit de casi USS 4.900 millones en dicho período de 2018. En consecuencia, la cuenta financiera pasó de aportar divisas a ser un demandante. Puesto en otros términos, la reversión del flujo de capitales presionó al alza el tipo de cambio. Como desenlace de esta dinámica, las reservas internacionales cayeron casi USS 13.000 millones durante el tercer trimestre de 2018, contrarrestando los desembolsos del FMI por USS 15.000 millones a fines de junio de 2018 (contabilizados en el segundo trimestre).
El principal resultado de este cambio de signo en las cuentas fundamentales del balance de pagos fueron las presiones sobre el peso: el importante atraso cambiario que marcó a la economía argentina en 2017 estaba sostenido en el influjo constante de dólares financieros. Dado que los mismos no estaban garantizados, su reversión generalizada y abrupta provocó una corrida cambiaria: el dólar acumuló un alza superior al 40% a lo largo del tercer trimestre, al pasar de menos de $29 ARS/US$ 1, al cierre de junio a casi 41 ARS/US$ a fines de septiembre. Cabe destacar que, si la anterior dinámica era insostenible (el ingreso de divisas financieras no iba a “durar para siempre”), esta dinámica también lo es: la salida tenderá a moderarse. En este sentido, la importante reducción del stock de LEBACs y su sustitución por activos de menor liquidez y sin mercado secundario (LELIQ), una política monetaria muy astringente y las mayores regulaciones sobre las tenencias en moneda dura de los bancos, evitaron que esta sangría se repitiera en el cuarto trimestre.
Perspectivas 2019
El balance de pagos mostrará mejoras significativas el año que viene. En primer lugar, la Cuenta Corriente se verá beneficiada por el buen desempeño de los envíos externos, tanto de bienes como de servicios. Asimismo, la menor rentabilidad de la economía argentina en general, y las menores ganancias en moneda dura de las empresas extranjeras en particular, acotarán la sangría de dólares por motivos de renta.
Por su parte, los fondos frescos del FMI apuntalarán a la Cuenta Capital y Financiera. En este caso, se observará un cambio de prestamista: habrá ingresos netos de organismos internacionales (reflejados en el rubro “otras inversiones” de la cuenta financiera) y, posiblemente, salidas netas de acreedores privados (reflejados en “inversiones de cartera” de dicha cuenta). En consecuencia, como resultado, las Reservas Internacionales deberían recuperarse durante el año electoral.
No obstante, cabe hacer una salvedad: el balance de pagos no contabiliza las compras de dólares por parte de residentes que quedan en el sistema financiero local (depósitos en bancos). En consecuencia, no refleja en toda su magnitud la dolarización de activos del sector privado. Dado que ésta será elevada en 2019 producto de la incertidumbre electoral, el grado de mejora del balance de pagos dependerá de si los agentes privados optan por sacar sus divisas del sistema bancario local (dólares en el colchón/cajas de seguridad o giros al exterior) ya que esta decisión impactará, o no, en las Reservas Internacionales.