En apariencia, ayer (lunes 22) el detonante era la muerte del jeque Ajmed Yassin –líder del grupo Hamás- a manos israelíes. Pero, en el fondo, los inversores estaban desprendiéndose de acciones en Alemania (“efecto Bayer”), la informática global –sanciones de la Comisión Europea a Microsoft- y sectores dependientes de una reactivación económica que pierde ritmo en Estados Unidos.
Así las cosas, en Europa occidental hubo descensos marcados en Londres (el FT100 cedió 1,9%), Fráncfort (-2,35% en el Dax) y otras plazas. El euro se recobraba a US$ 1,237. En su caso porque, pese al prolongado retroceso del dólar, la balanza comercial interatlántica muestra un creciente superávit europeo.
Como es habitual al convergir este tipo de síntomas, Wall Street perdía terreno. Cerca del cierre, los tres indicadores principales perdían 1,54% (Dow Jones industrial), 1,70% (Standard&Poor’s 500) y 2,13% (Nasdaq compuesto). En forma simétrica, subían bonos y letras de Tesorería, refugio habitual en momentos inciertos o borrascosos.
Entretanto, “el mercado comienza a advertir que las cotizaciones accionarias se han adelantado demasiado, en función de expectativas y no de hechos concretos”, señala un informe de State Street Global Markets. “Esto no es nuevo, pero ahora se nota más”.
Ya antes del ataque israelí contra Hamás, “muchos inversores comenzaban a dudar de la recuperación económica estadounidense y sus alcances. El riesgo de crisis petrolera y la persistencia del desempleo –indica la misma fuente- sigue hoy a dos malas semanas en lo bursátil. En realidad. Muchas empresas relevantes no son optimistas respecto de sus propias perspectivas de crecimiento”.
En apariencia, ayer (lunes 22) el detonante era la muerte del jeque Ajmed Yassin –líder del grupo Hamás- a manos israelíes. Pero, en el fondo, los inversores estaban desprendiéndose de acciones en Alemania (“efecto Bayer”), la informática global –sanciones de la Comisión Europea a Microsoft- y sectores dependientes de una reactivación económica que pierde ritmo en Estados Unidos.
Así las cosas, en Europa occidental hubo descensos marcados en Londres (el FT100 cedió 1,9%), Fráncfort (-2,35% en el Dax) y otras plazas. El euro se recobraba a US$ 1,237. En su caso porque, pese al prolongado retroceso del dólar, la balanza comercial interatlántica muestra un creciente superávit europeo.
Como es habitual al convergir este tipo de síntomas, Wall Street perdía terreno. Cerca del cierre, los tres indicadores principales perdían 1,54% (Dow Jones industrial), 1,70% (Standard&Poor’s 500) y 2,13% (Nasdaq compuesto). En forma simétrica, subían bonos y letras de Tesorería, refugio habitual en momentos inciertos o borrascosos.
Entretanto, “el mercado comienza a advertir que las cotizaciones accionarias se han adelantado demasiado, en función de expectativas y no de hechos concretos”, señala un informe de State Street Global Markets. “Esto no es nuevo, pero ahora se nota más”.
Ya antes del ataque israelí contra Hamás, “muchos inversores comenzaban a dudar de la recuperación económica estadounidense y sus alcances. El riesgo de crisis petrolera y la persistencia del desempleo –indica la misma fuente- sigue hoy a dos malas semanas en lo bursátil. En realidad. Muchas empresas relevantes no son optimistas respecto de sus propias perspectivas de crecimiento”.