De hoy a fin de año, la conducción de la entidad, que reúne a Francfort con el resto de los pisos alemanes, más varios europeos, habrá sido cambiada por completo. En otras plabras, varios capitostes del mundillo bursátil y financiero alemán habrán vuelto al llano, es decir a sus propios negocios.
Pero la caída más espectacular involucra a la pareja Seifert-Breuer, inseparable desde 1993, cuando empezó a timonear la conversión de la DB en una “bolsa paneuropea” y la mayor del continente. Ambos pagan el resonante fracaso del ataque para absorber Londres. Por supuesto, su Némesis fueron los accionistas británicos que participan simultánemante en ambos pisos pero, en el fondo, operan contra todo proyecto tendiente a “europeizar” Londres, vaca sagrada de la gran especulación supranacional en acciones y bonos.
“Es el fin de Deutschland AG (Alemania SA) y el principio de una era cifrada en la transparencia”, decían en Francfort los aliados de Londres, luego de la reunión que acabó con el suizo Seifert, con Breuer y su proyecto napoleónico. En cierto modo, fue la vanguardia de lo que, en el plano político, llevó en 2004 a la prematura ampliación de la Unión Europea y al esquema constitucional que corre peligro de naufragar, si los franceses lo rechazan el domingo 29.
Por cierto, la cúpula saliente ya no respondía a la composición accionaria de la DB, hoy dominada por anglosajones. Ahora, Seifert tiene la misión de encontrar quien lo reemplace, mientras Matthias Hlubek –consejero financiero de la entidad- pasa a presidente interino. La idea es evitar que la asamblea general, el próximo 25, transforme la dimisión del dúo en un despido liso y llano.
En síntesis, la presunta conquistadora va en vías de ser conquistada, aunque no en nombre de la “transparencia” sino de la especulación sin límites –al amparo de una ortodoxia económica a medida-, característica histórica de Londres. En adelante, sólo Wall Street (el mayor mercado mundial) y Tokio competirán con la City. Ahora bien, ¿quiénes son los que acabaron con la segunda tentativa alemana? Para empezar, dos fondos de inversión a riesgo, TCI y Atticus, que reúnen 11% del voto en asamblea. Sus oponentes locales del mismo sector no tienen más de 7%.
Seifert vive esto como una desgracia personal, pero hasta los amigos reconocen que sus dos intentos (en el 2000 y ahora) se caracterizaron por torpeza diplomática. Tampoco se ocupó de hacer marketing ante el Consejo Europeo o, siquiera, ante el gobierno de Berlín. A partir del terremoto, la geografía bursátil mundial puede sufrir mutaciones. Sin ir más lejos, Tokio –que ya domina la plaza de futuros y opciones en Singapur-, analiza desde hace algunos meses una alianza con Hong Kong, Shanghai y Seúl. Eso generaría un gigante capaz de rivalizar con los occidentales. Por ejemplo, Tokio es núcleo del mercado cambiario continuo mundial.
De hoy a fin de año, la conducción de la entidad, que reúne a Francfort con el resto de los pisos alemanes, más varios europeos, habrá sido cambiada por completo. En otras plabras, varios capitostes del mundillo bursátil y financiero alemán habrán vuelto al llano, es decir a sus propios negocios.
Pero la caída más espectacular involucra a la pareja Seifert-Breuer, inseparable desde 1993, cuando empezó a timonear la conversión de la DB en una “bolsa paneuropea” y la mayor del continente. Ambos pagan el resonante fracaso del ataque para absorber Londres. Por supuesto, su Némesis fueron los accionistas británicos que participan simultánemante en ambos pisos pero, en el fondo, operan contra todo proyecto tendiente a “europeizar” Londres, vaca sagrada de la gran especulación supranacional en acciones y bonos.
“Es el fin de Deutschland AG (Alemania SA) y el principio de una era cifrada en la transparencia”, decían en Francfort los aliados de Londres, luego de la reunión que acabó con el suizo Seifert, con Breuer y su proyecto napoleónico. En cierto modo, fue la vanguardia de lo que, en el plano político, llevó en 2004 a la prematura ampliación de la Unión Europea y al esquema constitucional que corre peligro de naufragar, si los franceses lo rechazan el domingo 29.
Por cierto, la cúpula saliente ya no respondía a la composición accionaria de la DB, hoy dominada por anglosajones. Ahora, Seifert tiene la misión de encontrar quien lo reemplace, mientras Matthias Hlubek –consejero financiero de la entidad- pasa a presidente interino. La idea es evitar que la asamblea general, el próximo 25, transforme la dimisión del dúo en un despido liso y llano.
En síntesis, la presunta conquistadora va en vías de ser conquistada, aunque no en nombre de la “transparencia” sino de la especulación sin límites –al amparo de una ortodoxia económica a medida-, característica histórica de Londres. En adelante, sólo Wall Street (el mayor mercado mundial) y Tokio competirán con la City. Ahora bien, ¿quiénes son los que acabaron con la segunda tentativa alemana? Para empezar, dos fondos de inversión a riesgo, TCI y Atticus, que reúnen 11% del voto en asamblea. Sus oponentes locales del mismo sector no tienen más de 7%.
Seifert vive esto como una desgracia personal, pero hasta los amigos reconocen que sus dos intentos (en el 2000 y ahora) se caracterizaron por torpeza diplomática. Tampoco se ocupó de hacer marketing ante el Consejo Europeo o, siquiera, ante el gobierno de Berlín. A partir del terremoto, la geografía bursátil mundial puede sufrir mutaciones. Sin ir más lejos, Tokio –que ya domina la plaza de futuros y opciones en Singapur-, analiza desde hace algunos meses una alianza con Hong Kong, Shanghai y Seúl. Eso generaría un gigante capaz de rivalizar con los occidentales. Por ejemplo, Tokio es núcleo del mercado cambiario continuo mundial.