Es difícil entender a primera vista a qué obedece la pasión proteccionista de la Casa Blanca, y es incierto que Donald Trump tenga una clara visión de la guerra comercial que está creando con sus acciones.
Casi no ha habido mandatario estadounidense que no haya recurrido alguna vez a este tipo de medidas, aplicables a determinados importadores y por plazos prefijados.
Lo que confunde en este caso es que si la verdadera intención es castigar a China que pretende ser todavía una economía en desarrollo, se provoca daño en las economías de sus principales socios comerciales, como Canadá, México, Sudcorea o Japón.
Tampoco resiste el análisis si se prefiere enfocar los beneficios internos. La imposición de nuevos aranceles de 25% al acero y de 10% sobre el aluminio, se aplica sobre el 2% de las importaciones del año pasado (US$ 2,4 billones -millones de millones-) lo que representa, con otra mirada, el 0,2% del PBI estadounidense.
La escalada de este proceso puede significar un desastre para todo el mundo, y para la economía estadounidense.
Los riesgos son muchos. En primer lugar, se pueden desatar represalias generalizadas. La Unión Europea advirtió que podría imponer sanciones impositivas a numerosos productos estadounidenses.
Trump nunca se queda corto con las amenazas. Su respuesta fue que habrá problemas para que ingresen los automóviles europeos dentro de Estados Unidos.
Pero otro riesgo proviene de la causa alegada por Trump para imponer los nuevos aranceles. Se trata de un vestigio de la Guerra Fría: una ley que autoriza este rumbo por razones de “seguridad nacional”. Un argumento al menos estrafalario. Los nuevos aranceles entrarán en vigor dentro de dos semanas, a finales de marzo.
Las importaciones de acero provienen en su inmensa mayoría de países aliados, vecinos y amigos. (Canadá y México gozan de una momentánea exclusión de este listado mientras se revisa el tratado comercial NAFTA). Un argumento tan espurio como el utilizado, puede ser replicado en forma similar por países que se sientan agredidos. Y ese caso, adiós a la Organización Mundial de Comercio.
En solo 8 mercados internacionales se concentran 40% de las exportaciones estadounidenses, desde ahora sujetas a represalias. Por ejemplo, la Unión Europea importa cada año US$ 3.000 millones en diamantes provenientes de Estados Unidos. Un blanco ideal. La UE tiene en la mira un objetivo de retaliaciones equivalente a US$ 3.500 millones, en productos de consumo, agrícolas y de acero importado desde EE.UU.
Por su parte Alemania advirtió que si hay aranceles contra los autos que fabrica, habrá respuesta inmediata.