<p>Tras no saber asimilar las lecciones de la crisis sistémica 2007/09, la gente como Blankfein ha quedado expuesta a otros golpes. En su caso, las denuncias de Gregory Smith, hasta hace poco jefe de derivados en Europa occidental, Levante y África. <br />
<br />
Tuvo la manija durante en GS casi doce años, hasta que apareció en el New York Times su demoledora carta de renuncia. <br />
Reproducido luego en varios medios especializados, su texto acusa a GS por “haberse convertido en un ambiente tóxico y deletéreo, donde se anteponen los intereses de la firma, no de los clientes”. Algunos analistas temen que, estas prácticas vulneren la confianza del mercado y prenuncien una declinación del negocio.<br />
<br />
En verdad, los banqueros que se creen instrumentos divinos han quebrado la cultura de la responsabilidad en aras de la avidez y las ganancias fáciles. “Realmente –observa Paul Krugman, Nobel 2008-, son ángeles transformados en demonios”. Por supuesto, el propio Blankfein estará mordiéndose la lengua por esa broma, publicada en el Sunday Times hace dos años.<br />
<br />
Ahora Smith, autoexilado, sindica a los ejecutivos superiores por dilapidar el patrimonio ético de Goldman Sachs y tratar a los clientes como títeres. Pero no todos apoyan al dimitente. Por ejemplo, Zachary Karabell, veterano gestor de fondos comunes, no ve cómo su ex colega “se haya ilusionado y haya dejado transcurrir cinco años antes de lanzar sus denuncias. También ha olvidado las cuantiosas multas impuestas a GS mientras él manejaba derivados”.<br />
<br />
En suma, desde el comienzo no se trataba de ángeles ni de manos divinas. Quizá fuese la firma más proclive a abusos, pero no era seguramente la única. Abundan ejemplos como la connivencia entre GS y el gobierno griego –durante ocho años- para maquillar deuda soberana. También están los US$ 4.000 millones obtenidos en 2007, a costa de la quiebra de Lehman Brothers. Volviendo a Smith, el Financial Times destaca su coraje y lo define como “primer mesadinerista que rompe la omertà reinante en una banca donde la humildad es rara e impera la arrogancia”.</p>
Goldman Sachs: exceso de codicia en Wall St
Lloyd Blankfein, número uno de la mayor banca internacional de inversión, solía decir que estaba haciendo el trabajo de Dios. Pero eran meros desbordes. La vidriera del capitalismo anglosajón, en efecto, muestra muchos vicios y pocas virtudes.