Fondos de inversión que ponen foco en ética y sustentabilidad

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Apoyan solamente a empresas que muestran responsabilidad social.

Es el fondo de inversión más importante del mundo: tiene una cartera de un billón de dólares (en español, billón es millón de millones). Es el fondo soberano de Noruega que se capitalizó durante años con los excedentes que dejaba la explotación del petróleo.

Comenzó a operar en 1996, para acumular los excedentes aportados por la industria petrolera de ese país en el Mar del Norte. En una nación de poco más de cinco millones de habitantes, se ha convertido en una iniciativa muy exitosa. Es uno de los principales inversionistas del mundo, ya que posee al menos 1,3% de las acciones de todas las compañías que cotizan en las bolsas mundiales.

Los activos del Fondo crecieron 13 veces desde 2002. A fin de 2016, la mitad de los activos que tenía eran retorno de ganancias, utilidades aportadas por una inteligente política de inversión.

Como corresponde a su tamaño e importancia, hace unos años, dio la señal de partida a un nuevo proceso. Comunicó que solamente invertiría en empresas que tuvieran excelente record en materia de sustentabilidad, cuidado del clima y responsabilidad social empresaria. En ese proceso, liquidó algunos de los activos originales que poseía, y adquirió otros nuevos.

La nítida señal fue percibida con claridad por muchos otros fondos de inversión que, con mayor o menor notoriedad pública, comenzaron a imitarlo.

De modo que se dio una situación inédita. Todas las empresas bien calificadas en rankings y encuestas sobre sustentabilidad, transparencia y cuidado del ambiente –por ejemplo- advirtieron que comenzaban a ser vistas de otra manera en los mercados bursátiles.

Y las que nunca se habían preocupado por estos temas, descubrieron de golpe beneficios inmediatos por adoptar buenas prácticas en estos campos.

 

Actividades vedadas

 

Hace poco menos de una década, el proceso había comenzado tímidamente con el surgimiento de los llamados fondos “socialmente responsables”. Toda actividad vinculada con bebidas alcohólicas, tabaco o juegos de azar, era prácticamente inexistente para la visión de estos inversionistas.

Pero pronto comenzó a ampliarse el campo de aplicación. Solamente las empresas que de manera genuina respetaban criterios ambientales, sociales y con criterios claros y efectivamente aplicados en materia de gobernanza, merecían ser elegidas para invertir.

El efecto fue doble. Los fondos inversores comenzaron a mejorar su propia imagen. Ya no eran filibusteros oportunistas en tren de rápidas ganancias a cualquier costo. Estaban del lado de “las buenas causas”.

En cuanto a las empresas candidatas a recibir inversión, comprobaron que el esfuerzo realizado en este campo de la sustentabilidad y la RSE, era reconoc
ido y reportaba beneficios económicos, o al menos, acceso a las fuentes de financiación necesarias.

En los últimos años las inversiones “socialmente responsables” se han convertido en un fenómeno cultural. Cada vez son más los inversores que intentan invertir de acuerdo con sus propios criterios personales de valor social. A la tendencia se suman los inversores institucionales, quienes incorporan explícitamente factores ambientales, sociales y de buen gobierno al análisis de las inversiones posibles.

La nueva tendencia no está exenta de problemas. Es muy fácil rechazar invertir en actividades claramente cuestionables. Ahora hay que tener una política proactiva y herramientas conceptuales para decidir qué es lo correcto.

Las empresas vinculadas a los sectores energéticos (especialmente las petroleras) comienzan a aparecer, sin más, en la lista negra. En otros casos los criterios son más sofisticados para fundamentar la decisión. Esta empresa en la mira, ¿produce alimentos que afectan la obesidad infantil? , ¿o esta otra no hace nada por la purificación y reciclado de agua?

Es difícil decidir qué es lo correcto, y al final no hay más remedio que recurrir a los valores individuales de quienes tienen la responsabilidad de tomar la decisión.

Todavía está muy verde para una conclusión definitiva. Pero varias investigaciones sugieren que tienen mejor retorno las empresas responsables, que las que no lo son.

 

 

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