Flexibilidad gradual es el futuro del Mercosur

spot_img

La primera reunión entre Bolsonaro y Macri estiró la vida del bloque regional.

Poco antes de asumir la presidencia de Brasil, Jair Bolsonaro lanzó algunas declaraciones en contra del Mercosur, amenazando en el extremo con su disolución. Según el líder brasileño que irrumpió en la política sudamericana, era necesario flexibilizar las condiciones imperantes, virando rápidamente hacia un esquema de mayor libre comercio con menores restricciones y políticas proteccionistas. Considerando la hegemonía de nuestro país y del gigante sudamericano en el bloque (representan más del 90% de su PBI y cuatro quintos del intercambio intrazona), esto implicaría enfriar las relaciones bilaterales entre ambos, según advierte el úlrtimo informe de la consultora Ecolatina.  

Sin embargo, una vez en el cargo, tanto el nuevo mandatario brasileño como su ministro de economía Paulo Guedes matizaron estas propuestas. En este sentido, la primera reunión que mantuvo Bolsonaro con Mauricio Macri señaló que la dirección eran las políticas adoptadas en una línea de mayor flexibilidad –reducción paulatina del arancel externo común para las importaciones extrazona–, pero no a la velocidad que se podía presuponer.

En consecuencia, la alianza regional permanecerá viva y el acuerdo que legisla la relación bilateral no cambiaría de manera sustancial, al menos en el corto plazo. Por lo tanto, es relevante analizar el estado de situación del bloque regional así como qué implicaría flexibilizarlo en este momento.

Estancamiento y despegue

En los últimos años, las exportaciones argentinas de bienes cayeron de manera sistemática. El valor enviado al exterior pasó de US$ 83.000 millones en 2011 a menos de USS 60.000 millones en 2017 (-30%), producto de una contracción tanto en precios (-19%) como en cantidades (-13%).

Comparando entre los envíos al Mercosur y al resto del mundo, resultado de la recesión que atravesó la economía brasileña, la caída fue sensiblemente mayor hacia dentro del bloque regional que hacia afuera: mientras que las primeras se desplomaron un 40%, al pasar de casi USS 21.000 millones en 2011 a menos de US$ 12.000 millones en 2017, las segundas se redujeron de US$ 62.000 millones a US$ 47.000 millones en igual período (-25%). 

Sin embargo, cabe destacar que pese a la notable contracción, las ventas a la región continúan representando un quinto de nuestros envíos al exterior (en 2011 implicaban un cuarto), de modo que no es posible estimular la inserción comercial argentina sin considerar su centralidad. Más aún, si tomamos a las manufacturas de origen industrial –bienes en donde el agregado de valor es mayor y donde el establecimiento de relaciones comerciales demanda plazos más largos– la unión aduanera implica uno de cada dos dólares exportados.

Visto desde la óptica argentina, en 2019 nuestra demanda interna en Argentina permanecerá deprimida. Como respuesta, las exportaciones lucen como una importante salida contracíclica. Por lo tanto, la flexibilización inmediata del Mercosur no parecería ser la mejor noticia para los sectores exportadores locales (ni para la economía en su conjunto), ya que se perderían accesos privilegiados –sin aranceles– de manera inmediata, a la par que no se ganarían otros en el corto plazo. A esto se suma también un contexto internacional en que el comercio se cierra, dificultando la apertura de nuevos mercados especialmente para las manufacturas –de todo origen-.

En otro orden, este año no solo es el “de las exportaciones” para los membretes oficiales: es también el año en que nuestro país inicia con el tipo de cambio real más alto en una década. Además, el Real se fortalecería este año producto de la menor incertidumbre que presenta Brasil una vez pasadas sus elecciones presidenciales y con un equipo económico market friendly: según su consenso de mercado, su moneda cerraría 2019 en torno a 3,8 reales por dólar, lo que implicaría una apreciación nominal cercana a 5%. Por lo tanto, no solo la producción argentina se abaratará frente al pasado, sino que también la brasileña se encarecerá. En consecuencia, las perspectivas en este sentido son auspiciosas.

Por otro lado, tras cinco años de caída o virtual estancamiento económico, 2019 sería el primer año en que el PBI del gigante sudamericano crecería de manera sostenida, trepando alrededor de 3% según el relevamiento que realiza periódicamente su Banco Central. En este marco, proyectamos que el comercio bilateral con nuestro principal socio comercial se recuperará este año: las ventas a Brasil crecerían cerca de 10% i.a. en 2019, orillando US$ 12.200 millones, a la par que las importaciones desde ese origen retrocederían 15% i.a., ubicándose en la zona de US$ 12.500 millones. En consecuencia, la balanza comercial de bilateral de bienes prácticamente se equilibraría (luego de un déficit récord en 2017 que se redujo a la mitad en 2018), algo que no sucede desde el 2014. Por ende, por este lado el panorama también es alentador.

A modo de conclusión, podemos afirmar que, pese a la magra performance del bloque en los últimos años, y especialmente de Brasil, la flexibilización inmediata del Mercosur no sería una buena noticia para nuestro país en un contexto de demanda interna anémica y cuando la competitividad precio de la economía local se encuentra en su nivel más alto de los últimos años.

 

 

 

Compartir:

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Noticias

CONTENIDO RELACIONADO