Se acentúa, claro, la idea de que Estados Unidos no trata de detener el largo deterioro del dólar. Algunas bolsas, entretanto, operan lo menos posible para alcanzar fin de año a valores artificialmente récord. Cunde la impresión –alimentada por algunos análisis técnicos- la idea de que, por lo menos hasta US$ 1,45 por euro, Washington no hará nada para la iniciativa perdida en 2003.
En ese clima, el euro llegó a un pico de US$ 1,3635, aunque cerró en poco menos. Eran ambos máximos absolutos. Como el viernes, varias bancas y operadores importantes creen que el reflujo de hace algunos días era apenas una corrección técnica. “Si el Banco Central Europeo ejerciese un papel activo y no se limitase a seguir los acontecimientos –opinaba Jeffrey Sachs, ex World Economic Forum-, podría haber aprovechado ese descenso para modificar su política de tasas. Ahora es tarde”.
Por el contrario, el economista norteamericano Paul Krugman y el columnista británico Martin Wolf sostienen que ni siquiera el BCE puede modificar tendencias. A criterio de primero, “el dólar débil trasunta la pasividad del gobierno estadounidense, ante su calamitosa combinación de déficit fiscal, comercial y de pagos externos”. Por ende, esa economía –afirma Wolf- “ya no atraen capitales financieros ni nversión externa directa suficientes para financiar semejantes rojos”.
Se acentúa, claro, la idea de que Estados Unidos no trata de detener el largo deterioro del dólar. Algunas bolsas, entretanto, operan lo menos posible para alcanzar fin de año a valores artificialmente récord. Cunde la impresión –alimentada por algunos análisis técnicos- la idea de que, por lo menos hasta US$ 1,45 por euro, Washington no hará nada para la iniciativa perdida en 2003.
En ese clima, el euro llegó a un pico de US$ 1,3635, aunque cerró en poco menos. Eran ambos máximos absolutos. Como el viernes, varias bancas y operadores importantes creen que el reflujo de hace algunos días era apenas una corrección técnica. “Si el Banco Central Europeo ejerciese un papel activo y no se limitase a seguir los acontecimientos –opinaba Jeffrey Sachs, ex World Economic Forum-, podría haber aprovechado ese descenso para modificar su política de tasas. Ahora es tarde”.
Por el contrario, el economista norteamericano Paul Krugman y el columnista británico Martin Wolf sostienen que ni siquiera el BCE puede modificar tendencias. A criterio de primero, “el dólar débil trasunta la pasividad del gobierno estadounidense, ante su calamitosa combinación de déficit fiscal, comercial y de pagos externos”. Por ende, esa economía –afirma Wolf- “ya no atraen capitales financieros ni nversión externa directa suficientes para financiar semejantes rojos”.