El tema de Comercio Exterior podemos analizarlo desde dos perspectivas sumamente representativas de la situación: los aspectos aduaneros y el control de cambios.
En lo que respecta a los aspectos aduaneros, podemos calificar el 2021 como una extensión o continuidad del 2020. No ha habido grandes cambios que lo diferencien a uno de otro, advierte el Economics GPS que elabora PwC.
Si bien como hecho relevante podemos dar cuenta de la baja de derechos respecto de algunos bienes determinados, lo cierto es que se mantienen los mismos focos de control del servicio aduanero, y se continúa en una situación absolutamente critica a nivel de licencias previas de importación.
Y casi tan crítica como en las licencias de importación es la situación a nivel incentivos a las exportaciones que, por su retardo en el pago, no genera estímulo alguno. Tampoco ha habido grandes innovaciones a nivel de regímenes promocionales.
En un contexto de imperiosa necesidad, nada ha cambiado. Es que regímenes tales como el de grandes proyectos de inversión, importación de líneas de producción usadas merecen un urgente upgrade si quieren mostrarse como un verdadero régimen de incentivo. En el mismo sentido, es menester seguir avanzando hacia la simplificación de los regímenes de importación temporal (incluso drawback), entre otros.
Por otro lado, en lo que respecta al control de cambios, el año 2021 tiene una identidad propia muy marcada. Algunos lo recordarán como el año en el que el Banco Central de la República Argentina (BCRA) reguló tanto o más las operaciones de bonos que la propia Comisión Nacional de Valores.
Otros lo recordarán como el año en que confundió la individualidad que tiene una empresa con relación a sus controlantes (vedando acceso al Comercio Exterior en el 2022 al mercado de cambios a la primera, si los segundos realizan operaciones bursátiles).
Podrá ser también recordado como el año en el que se llevó la complejidad del cálculo de cupos para el pago de importaciones a un nivel cuasi actuarial. Muchos otros recordarán este año como aquel en el que el organismo consideró que cualquier pago que supere los US$10.000 es tan relevante que se debe dar aviso con tres días de antelación si se pretende realizar un desembolso de tal magnitud.
Pero este año se termina y, con ello, se acerca una nueva oportunidad para hacer mejor las cosas. A nivel aduanero, 2022 representa la posibilidad de atender todos los “debe” que hemos mencionado y por qué no, ir un poco más allá.
La realidad actual de los negocios
Por qué no podemos pensar en una aduana que se adecúe a la realidad actual de los negocios, atendiendo de mejor manera operaciones tales como ajustes de precios, mecanismos de rectificación, etc. Cuanto más fructífero sería si una aduana de corte claramente fiscalizadora no sólo tendiera a la facilitación sino, todavía mejor, se focalice en el incentivo para el crecimiento de las operaciones.
En igual sentido, a nivel de control de cambios, el inicio de un nuevo año será un momento propicio para entender que las recetas que no funcionan no son por un defecto en la aplicación, sino por un defecto en la receta misma. Además, es una buena oportunidad para entender que los controles de cambios siempre tienen un efecto colateral. Entender que, si se obliga a ingresar y liquidar las divisas obtenidas por la venta de cualquier activo, se está matando el negocio del drop shipment (posibilidad de que las compañías argentinas actúen como intermediario entre partes del exterior).
Comprender que si se obliga a alguien a liquidar divisas en “x” días de plazo se le resta competitividad a los exportadores en comparación con otros oferentes que pueden vender a crédito. Es un buen momento para terminar de reconocer que, prohibiendo el pago de dividendos, se genera un fuerte desincentivo a toda inversión extranjera directa.
Hay que reconocerlo, las últimas señales no han sido buenas, en las últimas horas el BCRA ha extendido varias de sus restricciones (pagos de servicios a vinculadas, topes de pago de importación, etc.), y ha reeditado algunos de sus errores (refinanciación obligatoria de endeudamientos financieros), pero no hay que perder las esperanzas.
Además, no es que el mercado esté esperando en el corto plazo una liberación total del comercio, simplemente espera que se revisen estos errores del pasado y se analicen los eventuales efectos colaterales de forma previa a cada incursión normativa. Esperemos poder recordar 2022 como el año donde el comercio exterior mostró su poder de transformación sobre la economía, previo reemplazo de viejas recetas a base de controles y prohibiciones, por ingredientes tales como facilitación y fomento.