La lenta marcha de la economía china –el gran consumidor mundial de la última década- y las posibilidades de una devaluación del renminbi, hacen más viable el pronóstico. Es cierto que una depreciación de la moneda china tornaría más fácil su política orientada esencialmente a las exportaciones, pero también tornaría más caro el precio de los productos básicos que requiere la marcha de su economía, entre ellos, naturalmente, el petróleo.
Un proceso que puede evolucionar hacia otro round de deterioro en el precio de las materias primas. Lo cierto es que los pronósticos pesimistas abundan, mientras la demanda continúa muy elevada. Se supone que los depósitos de reserva de Estados Unidos están prácticamente colmados y que entonces el precio descenderá hasta el punto de que sea económico mantenerlos a bordo de buques tanque hasta su colocación definitiva.
Los precios oscilaron en torno a US$ 100 entre 2008 y 2014. Ahora, la decisión de la OPEP (de Arabia Saudita en verdad) de no achicar la producción produjo ese tremendo descenso en el valor del crudo y las consecuencias imaginables.
Para países consumidores, en especial los europeos, fue un alivio importante. Para los productores, los más frágiles como Venezuela y Rusia atraviesan enormes dificultades. Los más preparados echaron mano a sus reservas y se han lanzado a un ejercicio de reducción de costos.