El dinero es una de las innovaciones más notables de la humanidad. Permite intercambiar productos y servicios entre lugares geográficos distantes, entre personas que no se conocen ni tienen motivo para tenerse confianza. Hasta puede usarse para transferir riqueza y recursos en el tiempo. Sin dinero, toda la actividad económica humana se vería seriamente limitada en términos de tiempo y espacio.
El privilegio de emitir moneda es sinónimo de poder económico. Por eso no debería sorprender que la historia esté plagada de ejemplos de competencia de monedas, no solo dentro de los países sino también entre ellos. El tema es analizado por Eswar Prasad, profesor de la Dyson School, Cornell University y autor del libro The future of Money: How the Digital Revolution is Transforming Currencies and Finance. En China – dice allí — cuna del primer papel moneda del mundo, las monedas acuñadas por comerciantes privados y gobiernos provinciales compitieron durante muchos siglos. Los billetes emitidos por bancos gubernamentales y privados coexistieron en ese país hasta la primera mitad del siglo 20.
Lo que finalmente puso fin a esta competencia en forma decisiva fue el surgimiento de los bancos centrales, a los que se les otorgó el privilegio exclusivo de emitir divisa legal y la tarea de mantener su estabilidad. Ese cambio ocurrió bastante temprano en Suecia; el banco más antiguo del mundo, el Riksbank, fue creado allí en el siglo 17. En China, la competencia cesó con la fundación del Banco Popular de China en 1948, poco después de la creación formal de la República Popular China. Desde que los bancos centrales hicieron su aparición, la competencia ha sido fundamentalmente internacional, y el valor relativo de las monedas dependía de la reputación y estabilidad de los bancos centrales emisores.
Ahora el autor afirma que nos encontramos en el umbral de otra era de cambios profundos. El efectivo está desapareciendo y las tecnologías digitales que lo reemplazan podrían transformar la naturaleza misma de las capacidades del dinero. Hoy, el dinero del banco central sirve como unidad de cuenta, como medio de cambio y como reserva de valor. Pero las tecnologías digitales podrían hacer que esas funciones se separen cuando tomen fuerza ciertas formas de dinero digital privado, incluidas algunas criptomonedas. Ese cambio podría debilitar el predominio del dinero del banco central y poner en marcha una ola de competencia de monedas que podría tener consecuencias duraderas para muchos países, en especial para aquellos con economías pequeñas.
En las sociedades antiguas, objetos como piedras, cuentas o abalorios hacían las veces de dinero. El primer papel moneda apareció en China en el siglo 7 en forma de certificados de depósito emitidos por mercaderes de buena reputación, quienes respaldaban el valor de los billetes acumulando commodities o metales preciosos. En el siglo 13, Kublai Khan introdujo el primer papel moneda sin respaldo. Los billetes de su reino tenían valor porque el Kublai decretaba que todos los habitantes de sus dominios tenían que aceptarlos para los pagos so pena de muerte.
Los sucesores de Kublai fueron menos disciplinados en el control de la emisión de papel moneda. Los gobiernos subsiguientes en China y otras partes cedieron a la tentación de imprimir dinero para financiar los gastos del gobierno. Ese descuido casi siempre genera inflación o híperinflación, lo que equivale a una caída precipitada en la cantidad de bienes y servicios que puede comprar una suma de dinero. Este principio se aplica también a los tiempos actuales. Hoy es la confianza en un banco central lo que asegura la aceptación general de sus billetes, pero esa confianza debe mantenerse con políticas de gobierno disciplinadas.
Hoy, el dinero es, para mucha gente, un bien anacrónico. Ahora que el teléfono permite hacer pagos fácilmente, pagar con papel moneda es cada vez mnos común. La forma en que la gente en países ricos pagan sus compras básicas ha cambiado en unos pocos años. Ese cambio podría intepretarse como generador de desigualdad: si desaparece el efectivo, podrían quedar afuera los adultos mayores, los pobres y otros grupos en desventaja tecnológica. Pero en la práctica los celulares están en un nivel de casi saturación en muchos países. El dinero digital, inplementado correctamente, podría ser una gran fuerza de inclusión financiera para familias con poco acceso a los sistemas bancarios formales.
El efectivo todavía tiene algo de vida. Durante la pandemia de Covid, cuando los pagos sin contacto aumentaban protagonismo, la demanda de efectivo creció en las grandes economías – Estados Unidos incluido — aparentemente porque la gente lo veía como una forma segura de ahorrar. Muchos estados en la Unión tienen leyes para que el efectivo sea aceptado como forma de pago, algo que protegería a la gente que no puede o no quiere pagar con otros medios. Pero los consumidores, los comercios y los gobiernos por lo general reciben con agrado el giro hacia formas digitales de pago, cada vez más baratos y más convenientes gracias a las nuevas tecnologías.
La declinación del efectivo físico, antes valorado como la forma más definitiva de dinero, no es más que uno de los cambios en el paisaje financiero. Ootro cambio, mucho más potente, ha sido el surgimiento de las criptomonedas que sacuden los preceptos de dinero y finanzas.
El bitcoin, la criptomoneda que comenzó todo, podría no tener un gran papel que jugar en este futuro monetario. Fue diseñado para que la gente pueda realizar transacciones en forma pseudo anónima (usando solo identidades digitales en lugar de reales) y sin la intervención de una tercera parte confiable como un banco central o una institución financiera. Dicho de otro modo, cualquiera con una computadora podía realizar transacciones, sin tarjeta de crédito ni cuenta bancaria.Se emiten las monedas y se validan las transacciones mediante un algoritmo que corre automáticamente. La identidad de su creador sigue desconocida hasta hoy.
El momento en que fue introducido el bitcoin, a principios de 2009 — cuando la crisis financiera global había diezmado la confianza en gobiernos y bancos– no podría haber sido mejor. Pero incluso a medida que ganaba en popularidad la moneda tropezó con sus usos básicos. La volatilidad de su valor, con grandes oscilaciones de precios de un día para el otro, lo hizo poco confiable como método de pago. Además, demostró que no garantiza el anonimato: las identidades digitales de los usuarios pueden, con algún esfuerzo, ser conectadas a sus identidades reales (en cierta medida esto es bueno, porque las transacciones en bitcoin que alguna vez alimentaron la web oscura, donde se realiza comercio ilícito, han caído abruptamente). Hoy, el bitcoin y otras criptomonedas similares se han convertido n activos financieros espculativos, con poco valor intrínseco y valuaciones desproporcionadas que no están respaldadas por otra cosa que la fe de slos inversores.
Ahora aparece una nueva generación de criptomonedas que promete superar muchos de los defectos del bitcoin. Son las llamadas stablecoins (monedas estables), criptomonedas estabilidad proviene de estar respaldadas por reservas en dólares norteamericanos u otras divisas consideradas confiables. Son presentadas como un sistema de pago digital confiable y de fácil acceso que hará los pagos nacionales e internacionales más fáciles, más baratos y más rápidos. Sin embargo, a diferencia del bitcoin, que es totalmente descentralizado, las stablecoins requieren que las transacciones sean validadas por la institución emisora, que podría ser un banco, una empresa o una entidad online. Esto significa que los usuarios deben confiar que la institución valide solo transacciones legítimas y mantenga reservas adecuadas. Actualmente los organismos reguladores no exigen una verificación independiente de ninguna de esas dos cosas. Por eso, a pesar del objetivo de Brindar mejores sistemas de pago, las monedas estables han generado una cantidad de preocupaciones.
Aun con todos estos problemas derivados del crecimiento, la revolución de la criptomoneda ha trascendido las fronteras de las tecnologías de pagos digitales y ayudaron a encender un incendio bajo los bancos centrales. Considerados desde hace mucho tiempo instituciones conservadoras resistentes a los grandes cambios, muchos están entrando ahora a la carrera digital.
Ante la creciente irrelevancia de sus monedas papel, muchos bancos centrales en todo el mundo están contemplando emitir su dinero en forma digital. Las grandes economías como China, Japón y Suecia ya experimentan con monedas digitales de banco central (CBDC según siglas inglesas), que en realidad son simplemente versiones digitales de las monedas que ahora emiten como billetes y monedas. Las Bahamas y Nigeria ya han sacado sus CBDC a nivel nacional. Países como Brasil, India y Rusia están en proceso de iniciar sus propios experimentos.
Algunos países ven los CBDC como una forma de ampliar el acceso al sistema financiero formal. Incluso familias sin cuenta bancaria o tarjetas de crédito accederían a un sistema de pago digital seguro y barato. Otros países están pensando en los CBDC para aumentar la eficiencia y estabilidad de los sistemas de pago digital. La e-corona sueca se presenta como un respaldo en caso de que el sistema de pagos manejado por compañías del sector privado, quie podría funcionar perfectamente bien en la mayoría de las circunstancias, fallara por problemas técnicos o problemas de confianza.