E el resto del mundo, excepto Gran Bretaña que parece dispuesta a seguir el ejemplo, las demás economías desarrolladas piensan en compensar los efectos con mayor expansión de los programas de “quantitative easing“, es decir, comprando todos los meses títulos y acciones para inyectar liquidez en el mercado.
En los mercados emergentes pueden ocurrir una de dos cosas: pueden reducir las tasas de interés, o por el contrario, aumentarlas para evitar la fuga de capitales. Lo cierto es que en ocasiones similares anteriores, un dólar fuerte -como ahora- y un al alza en las tasas, logr+ó deprimir los valores de las divisas de países emergentes o en desarrollo. Si ahora este proceso se exacerba, entonces sí podemos estar a las puertas de una crisis global.
Pero en Estados Unidos se advierte que el desempleo cayó a la mitad y que el crecimiento de los negocios ha cobrado impulso. Hay temor que ambos elementos combinados produzcan un alza inflacionaria y de ahí que la FED piense que ha llegado el momento de subir las tasas congeladas durante estos últimos años.
Después de la burbuja inmobiliaria y la tremenda crisis bancaria de 2007 a 2009, se hizo todo lo necesario para no caer en una Gran Depresión, como la famosa del siglo pasado. Por eso el costo de endeudarse pasó a ser insignificante y los ahorristas tuvieron casi cero interés como retribución.
De lo que no cabe duda es que el alza será gradual. Muy gradual, a lo largo de muchos meses, para llegar, si acaso, a 3% anual. Lo que implica que las tasas no volverán al nivel que tenían antes de la crisis de 2007.
El ajuste de los intereses no solamente afecta a operaciones financieras. Tiene efectos de largo plazo sobre las hipotecas y sobre los títulos de deuda corporativa. En el largo plazo, tendrá incidencia también sobre el valor de las acciones.