jueves, 26 de diciembre de 2024

Edward George entregó el Banco de Inglaterra a Mervyn King

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Tras diez años de gestión, “Eddie” George le lega a su delfín, Mervyn King, el principal banco central de la Unión Europea que no adhiere a la moneda común. La “vieja dama de la calle Threadneedle” tampoco cree en la ampliación de la UE.

Lo aguardan a King tiempos más movidos que los piloteados por George. Especialmente
si el Banco de Inglaterra persiste en defender la casi milenaria libra esterlina
como moneda, mantener independencia en política monetaria (tasas referenciales,
sobre todo) y seguir rivalizando, junto a sus aliados holandeses, con los “gnomos
de Zürich”. Vale decir, los suizos, competidores históricos en
el negocio bancario internacional.

La decisión de conservar plena soberanía monetaria data de 1993
y es, por tanto, anterior a la versión final de tratado de Maastricht
(1994), que genera “Eurolandia”, o sea los doce socios de la UE que
luego adoptarán el euro como moneda única. En lo tocante a la
ampliación de la UE, los voceros informales de George (“The Economist”,
donde nunca ha dejado de colaborar anónimamente, y “Financial Times”)
prefieren incorporar a la UE las economías avanzadas que siguen afuera
(Noruega, Islandia, Suiza), en vez de países de escaso desarrollo (Polonia,
Lituania, Eslovaquia, Chipre) o simples factorías como Malta.

En el plano institucional, el banco central británico goza de un prestigio
casi sin émulos en el mundo, al margen de su ortodoxia un tanto decimonónica.
Es la entidad más antigua y estable en su tipo, categorías donde
supera al Sistema de Reserva Federal. Aun en lo peor de ambas guerras mundiales
o de la guerra fría, preservó notable influencia sobre los emisores
de Alemania, la URSS, China o Japón.

Lo aguardan a King tiempos más movidos que los piloteados por George. Especialmente
si el Banco de Inglaterra persiste en defender la casi milenaria libra esterlina
como moneda, mantener independencia en política monetaria (tasas referenciales,
sobre todo) y seguir rivalizando, junto a sus aliados holandeses, con los “gnomos
de Zürich”. Vale decir, los suizos, competidores históricos en
el negocio bancario internacional.

La decisión de conservar plena soberanía monetaria data de 1993
y es, por tanto, anterior a la versión final de tratado de Maastricht
(1994), que genera “Eurolandia”, o sea los doce socios de la UE que
luego adoptarán el euro como moneda única. En lo tocante a la
ampliación de la UE, los voceros informales de George (“The Economist”,
donde nunca ha dejado de colaborar anónimamente, y “Financial Times”)
prefieren incorporar a la UE las economías avanzadas que siguen afuera
(Noruega, Islandia, Suiza), en vez de países de escaso desarrollo (Polonia,
Lituania, Eslovaquia, Chipre) o simples factorías como Malta.

En el plano institucional, el banco central británico goza de un prestigio
casi sin émulos en el mundo, al margen de su ortodoxia un tanto decimonónica.
Es la entidad más antigua y estable en su tipo, categorías donde
supera al Sistema de Reserva Federal. Aun en lo peor de ambas guerras mundiales
o de la guerra fría, preservó notable influencia sobre los emisores
de Alemania, la URSS, China o Japón.

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