Despedida del modelo productivo a toda estanflación

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En busca del próximo modelo económico, se titula el informe número 1.000 de Ecolatina tras 20 años de análisis de acontecimientos internos y externos. Hoy el escenario es estanflación con desempleo en alza.

A pesar de tener todo a nuestro favor, la economía argentina enfrenta un escenario de estanflación con creciente desempleo y deterioro de los indicadores sociales. No podemos cambiar el pasado pero sí recuperar una política económica consistente con el desarrollo, señala el Informe Semanal Ecolatina (ISE) N°1.000.

 

En estos veinte años de la publicación de nuestro ISE se vieron reflejados diversos acontecimientos (internos y externos) que sin dudas afectaron la economía local. En el frente externo, predominaron diversas crisis financieras como el Tequila (1994), la crisis asiática (1997), la devaluación de Brasil (1999) y la crisis financiera internacional que desató la caída de Lehman Brothers (2008). Sin embargo, también hubo buenas noticias para argentina del contexto internacional. Entre los acontecimientos favorables destaca la irrupción de China en el comercio mundial, el rápido crecimiento de las economías emergentes, la elevada liquidez internacional y términos de intercambio en niveles récord. En el plano interno, la Argentina implementó dos modelos económicos definidos: la Convertibilidad (1991-2001) y el Modelo Productivo (2002-2011). Y sufrió una de sus peores crisis de su historia (política, económica y social) producto del colapso de la convertibilidad (2001 2002).

Recomponer el tejido social (Plan Jefas y Jefes), reactivar la producción (desde el campo a las grandes urbes), sanear el sistema financiero (quebrado y descalzado) y salir de uno de los peores default de deuda soberana permitieron dejar atrás la gran crisis. Quizás uno de los fenómenos más particulares de estos últimos veinte años fue el péndulo en el proceso de privatización y reestatización de diversas empresas de servicios públicos (Aerolíneas Argentinas, Aysa, trenes, etc.), de YPF y del régimen previsional (del reparto a las AFJP y de vuelta a ANSES). Por último, destaca el conflicto con el campo en pleno auge de los precios de las commodities agrícolas y la intervención del INDEC para no mostrar la vuelta de un viejo problema de la argentina: la inflación. *Se necesita un nuevo modelo económico* En los últimos veinte años, la economía argentina ha tenido dos grandes modelos económicos: la Convertibilidad (1991) y el Modelo Productivo (2003).

 

El primero se caracterizó por estabilizar la inflación a costa de un tipo de cambio fijo cuyo atraso fue financiado con abundante financiamiento externo. El segundo, en cambio, se basó en un tipo de cambio competitivo con aislamiento financiero y precios de *commodities* elevados. Hoy por hoy, ya no quedan vestigios de ninguno de ellos, o al menos no en su expresión original.

 

Por el contrario, la economía argentina actual se enfrenta nuevamente a un escenario recesivo con la particularidad de tener atraso cambiario con aislamiento de los mercados financieros. El gobierno intentó evitar un ajuste significativo implementando el cepo cambiario (para morigerar la pérdida de reservas) pero sólo pospuso el ajuste.

 

La pregunta relevante en esta etapa de transición es hacia dónde va la economía argentina. En el caso de la convertibilidad, implementada a partir de marzo de 1991, su principal propósito era controlar el proceso hiperinflacionario que afectó a nuestro país desde fines de los años 80 y traer previsibilidad cambiaria a la escena económica. Dicho modelo establecía una relación cambiaria entre el peso y la moneda norteamericana 1$=1 US$. Además de establecer una paridad entre ambas monedas, también restringía la capacidad de emitir moneda ya que exigía la existencia de respaldo en reservas de la moneda circulante, lo cual convertía al Banco Central en una virtual Caja de Conversión. En un principio, el modelo de Convertibilidad cumplió con su cometido al bajar drásticamente la inflación.

 

Sin embargo, producto del atraso cambiario y la devaluación de nuestros principales socios comerciales, comenzó a gestarse en un contexto de rápida apertura comercial el desmantelamiento productivo que generó creciente desindustrialización y desempleo.

 

El financiamiento externo postergó la resolución de los problemas, y cuando éste se agotó estalló la crisis del 2001-2002. Asimismo, la economía comenzó a endeudarse en dólares tanto desde el sector público como del privado, lo que profundizó el importante deterioro en la balanza de pagos (que se venía dando por el atraso) dado el exponencial incremento en el pago de servicios de deuda y un descalce de moneda en los actores económicos (deuda en dólares e ingresos en pesos). Ante la imposibilidad de emitir moneda para financiar el deterioro fiscal (por el aumento de los servicios de deuda) producto de la conversión entre el peso y el dólar, el bache entre recursos y gastos se cubrió con más deuda lo que terminó retroalimentado el proceso. Tras solucionar los problemas más urgentes del colapso de la Convertibilidad y sin la pesada carga de la deuda pública, floreció el Modelo Productivo (2002-2006) basado en un tipo de cambio competitivo y estable, que no sólo permitió recuperar los superávits gemelos y avanzar en el desendeudamiento público, sino que puso de pie al aparato productivo. La mega devaluación de 2002 junto con una inflación acotada por la fuerte recesión, permitieron una mejora sustancial de la competitividad externa. Nuestras exportaciones se vieron incentivadas y los productos importados se encarecieron, lo que se tradujo en una rápida recomposición del saldo comercial. Por otro lado, a diferencia de los años de Convertibilidad, ya no se contó con el crédito externo como principal fuente de recursos.

 

Pese a que la Argentina estuvo prácticamente aislada de los mercados financieros, logró crecer a tasas chinas en base a la incorporación de recursos (empleo y capital) y la reinversión de utilidades que financió un incremento significativo del stock de capital. Lamentablemente, la inflación comenzó a acelerarse, y el gobierno en vez de resolver el problema atacó al mensajero.

 

Desde 2007, la inflación de dos dígitos en un contexto de escaso movimiento del dólar oficial (especialmente en 2010-2011) diluyó el pilar central del modelo productivo: el tipo de cambio real alto. A nuestro entender la instauración del cepo cambiario a fines de 2011 muestra el fin del Modelo Productivo, ya que no quedó en pie ninguno de sus pilares.

 

No casualmente, la economía transita desde 2012 un escenario de estancamiento con inflación elevada (estanflación), que en un contexto de aislamiento financiero, obliga a implementar crecientes restricciones. Nuevamente nos enfrentamos a un atraso cambiario significativo y a un elevado déficit fiscal que se financia principalmente con emisión. No sorprende que viejos problemas como la inflación (con un elevado componente inercial) y la restricción externa, vuelvan a condicionar a la economía argentina. Más allá de que en 2015, el gobierno puede apelar una vez más al financiamiento externo (tras un arreglo con *holdouts*) para posponer la resolución de los equilibrios existentes (atraso cambiario y tarifario) en un mundo que presenta una elevada liquidez, hace falta delinear una nueva estrategia crecimiento, es decir un nuevo modelo económico. *El desafío de concretar las oportunidades de desarrollo* Como hemos visto en este informe, pese a vivir momentos críticos, la Argentina ha tenido la fortaleza de resurgir de sus cenizas.

 

Logramos recuperarnos de una de las peores crisis económicas, políticas y sociales de nuestra historia en relativamente poco tiempo. Sin embargo, también hemos malogrado una oportunidad única para el desarrollo.

 

Tras la crisis de 2001-2002 no sólo recuperamos una política económica consistente (basada en un tipo de cambio real competitivo y estable), sino que nos sacarnos el yugo de la deuda externa en un contexto de creciente viento de cola externo.

 

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