Las tarifas de electricidad estuvieron largo tiempo reguladas –es decir, contenidas-, pero el estado aceptó en 2006 elevarlas, en un esfuerzo para abrir el mercado energético a la competencia (un pretexto viejo en Argentina, por ejemplo). Además de Illinois, Maryland, Nuevo Jersey y media docena de gobiernos han eliminado topes. Por ende, los residentes afrontan una ola de aumentos con escasos precedentes en el país.
Esto desencadenó encendidos debates en escala local y nacional sobre la prudencia de liberar mercados tradicionalmente regulados. Abrirlos, se suponía, redundaria en beneficio de los usuarios pero, como suele ser habitual, los reguladores estaban equivocados. Nunca se produjo la competencia entre proveedores de energía -al igual que en hidrocarburos-, especialmente porque los precios del gas natural (un insumo básico) no se detuvieron. De hecho, han subido más de 100% entre 1997 y 2006.
No obstante, las compañías eléctricas insisten en que puede darse una crisis similar a la de hace seis años en California, si no les permiten pasar a los consumidores los aumentos en combustibles y construcción de usinas. Commonwealth Edison, que cubre 3.300.000 hogares en el área de Chicago, teme perder US$ 1.400 millones por año (cuatro millones diarios) y marchar a la bancarrota.
Eso no significa nada para vecinos que exigen a funcionarios pùblicos y parlamentarios intervenir para frenar la codicia de las compañías. En Illinois, el jefe de la cámara baja, Michael Madigan, presentará la semana próxima un proyecto que congelaría tarifas por otros tres años (2007-9). El senado hizo lo mismo tiempo atrás, luego de un fogoso debate donde Edison y Amaren, otra firma del rubro, hicieron un agresivo despliegue de “lobby”.
Más de sesenta intendencias, entretanto, buscan electricidad a tarifas inferiores a las de esas compañías. En Maryland, un incremento de 72% en las facturas está siendo sopesado por la legislatura. En Virginia, una ley trabó la apertura del mercado energético residencial.
“Al cabo de diez años, ese experimento derregulatorio no hizo más qie empeorar las cosas”, señalaba Tyson Slocum, director de un grupo pro defensa de usuarios. El experto convocó, el lunes 26 en Washington, a funcionarios de varios estados, para discutir estrategias, medidas y tácticas contra los aumentos de tarifas.
California fue protagonista en 1998 de un intento torpe para abrir su sector eléctrico a la competencia y liberar tarifas. Eso llevó a gigantescos apagones en ese estado y sus vecinos (2000/1). Desde entonces, los modelos derregulados han concitado críticas en gran parte de país. Por entonces, expectativas de precios estables o menores en hidrocarburos desataron un auge de usinas dependientes de gas natural (1997/2003). A tal punto que, para 2004, la capacidad instalada cubría el crecimiento de demanda hasta 2012.
Al final, con precios de gas en impetuosa alza, salieron ganando las firmaa que habían invertido en plantas nucleares. Merced a tarifas congeladas, sacaron enormes ganancias vía reventa de energía a sus propias minoristas reguladas. Entre 1997 y 2006, a la sazón, el carbón subió 31% y el gas natural 150%.
Las tarifas de electricidad estuvieron largo tiempo reguladas –es decir, contenidas-, pero el estado aceptó en 2006 elevarlas, en un esfuerzo para abrir el mercado energético a la competencia (un pretexto viejo en Argentina, por ejemplo). Además de Illinois, Maryland, Nuevo Jersey y media docena de gobiernos han eliminado topes. Por ende, los residentes afrontan una ola de aumentos con escasos precedentes en el país.
Esto desencadenó encendidos debates en escala local y nacional sobre la prudencia de liberar mercados tradicionalmente regulados. Abrirlos, se suponía, redundaria en beneficio de los usuarios pero, como suele ser habitual, los reguladores estaban equivocados. Nunca se produjo la competencia entre proveedores de energía -al igual que en hidrocarburos-, especialmente porque los precios del gas natural (un insumo básico) no se detuvieron. De hecho, han subido más de 100% entre 1997 y 2006.
No obstante, las compañías eléctricas insisten en que puede darse una crisis similar a la de hace seis años en California, si no les permiten pasar a los consumidores los aumentos en combustibles y construcción de usinas. Commonwealth Edison, que cubre 3.300.000 hogares en el área de Chicago, teme perder US$ 1.400 millones por año (cuatro millones diarios) y marchar a la bancarrota.
Eso no significa nada para vecinos que exigen a funcionarios pùblicos y parlamentarios intervenir para frenar la codicia de las compañías. En Illinois, el jefe de la cámara baja, Michael Madigan, presentará la semana próxima un proyecto que congelaría tarifas por otros tres años (2007-9). El senado hizo lo mismo tiempo atrás, luego de un fogoso debate donde Edison y Amaren, otra firma del rubro, hicieron un agresivo despliegue de “lobby”.
Más de sesenta intendencias, entretanto, buscan electricidad a tarifas inferiores a las de esas compañías. En Maryland, un incremento de 72% en las facturas está siendo sopesado por la legislatura. En Virginia, una ley trabó la apertura del mercado energético residencial.
“Al cabo de diez años, ese experimento derregulatorio no hizo más qie empeorar las cosas”, señalaba Tyson Slocum, director de un grupo pro defensa de usuarios. El experto convocó, el lunes 26 en Washington, a funcionarios de varios estados, para discutir estrategias, medidas y tácticas contra los aumentos de tarifas.
California fue protagonista en 1998 de un intento torpe para abrir su sector eléctrico a la competencia y liberar tarifas. Eso llevó a gigantescos apagones en ese estado y sus vecinos (2000/1). Desde entonces, los modelos derregulados han concitado críticas en gran parte de país. Por entonces, expectativas de precios estables o menores en hidrocarburos desataron un auge de usinas dependientes de gas natural (1997/2003). A tal punto que, para 2004, la capacidad instalada cubría el crecimiento de demanda hasta 2012.
Al final, con precios de gas en impetuosa alza, salieron ganando las firmaa que habían invertido en plantas nucleares. Merced a tarifas congeladas, sacaron enormes ganancias vía reventa de energía a sus propias minoristas reguladas. Entre 1997 y 2006, a la sazón, el carbón subió 31% y el gas natural 150%.