En esta era en la que la humanidad parece decidida a dejar de estropear el planeta en que vivimos ha surgido la idea de “inversión socialmente responsable”. Es el compromiso con la sustentabilidad en el entorno de la inversión. Cada vez más los inversores están dispuestos a pagar más comisiones si su capital se invierte en compañías con criterios de responsabilidad social y ambiental.
Los instrumentos para esas operaciones son los fondos de inversión especialmente creados para invertir en energías limpias, o sea para la inversión socialmente responsable que sigue los principios ASG (ambientales, sociales y de buen gobierno).
Pero algunos de estos fondos contienen en su cartera a las mayores petroleras y automotrices del mundo. Hay un fondo norteamericano que incluye, por ejemplo a ExxonMobil. Ese es un ejemplo de lo que se ha dado en llamar “lavado verde” (o grenwashing en inglés), o sea un proceso mediante el cual se le pega una etiqueta ecológica a un fondo convencional y se magnifican sus credenciales ecológicas.
Aunque el lavado verde (también se habla de blanqueamiento) no tiene una definición precisa, slgunos sugieren que es un concepto destinado a crecer a medida que los gerentes se vean presionados para aprovechar el creciente interés en la inversión sustentable, o a adherir más rigurosamente a los principios ASG.
Una parte de la dificultad para encarar este problema es qué quiere decir “lavado verde” a los ojos del que mira. Por ejemplo, desarrollar un producto responsable del ambiente puede querer decir muchas cosas: desde excluir a las industrias que queman carbón hasta apoyar empresas en esos mismos sectores si se considera que están cambiando sus operaciones o girando hacia las energías renovables.
Otro problema, para los inversores y proveedores de índices, es cómo hacer clara la distinción entre las etiquetas y lo que el producto realmente brinda a la sociedad.