<p>Resultado: una crisis financiera que ha frustrado esfuerzos sin precedentes. En varias ocasiones, ni el BCE ni los gobiernos locales lograron calmar los mercados especulativos. Se llegó, en 2010, a cuestionar la viabilidad del euro como divisa o sus aptitudes de sobrevivencia.<br />
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Todo eso sale a relucir este viernes y sábado, durante una reunión de los veintisiete socios de la UE en Bruselas. Temas: revisar los avances en el paquete de asistencia a presentar terminando marzo. Se espera que se les aumente el “poder de fuego” a ciertas medidas, en particular rebajas de tasas relativas vinculadas a los salvamentos y mejor coordinación entre políticas económicas.<br />
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La tarea de Merkel es doble. En primer lugar, proteger la divisa única, que considera indispensable. En segundo, desplazar la Eurozona hacia un “modelo fiscalmente virtuoso” con moneda fuerte y expansión estable. Exactamente, el llevado a cabo durante la posguerra tras la sustitución del Reischsmark II por el deutsche mark. <br />
No obstante, mientras la zona se apresta a rescatar nuevamente a Irlanda, en noviembre, la canciller insistirá –ante un electorado escéptico- en defender el euro como símbolo de paz en un país arrasado por dos guerras mundiales. <br />
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<p>¿Cómo evalúa la canciller germana esas y otras señales? Simple: son pruebas de que su dureza –no ayudar a vecinos en apuros si no aplican austeridad extrema- empieza a dar resultados. En realidad, lo que la dama pretende aventar es la idea (curiosamente promovida por compatriotas suyos) de que el euro podría desvanecerse tras doce años de vigencia. Por el contrario, Merkel ve a la moneda como “motor para unir todo el continente, inclusive el este y Turquía”. <br />
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Sus antecedentes apuntan en ese sentido, mucho más que los del francés Nicolas Sarkozy o los del británico David Cameron. La canciller creció en la ex República Democrática (RDA) y hoy se encuentra al frente de la mayor economía de la Unión Europea y de la Eurozona.<br />
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Su peso geopolítico se expresa vía 82 millones de habitantes y la signa como clave en cualquier esfuerzo colectivo para rescatar o encaminar los miembros más expuestos de ambos grupos. “Es el momento adecuado y sus propuestas son las correctas”, señala Helmut Schlesinger, presidente del Bundesbank (banco central) en 1991/93, justamente cuando se reunificaba Alemania y se firmaba en Maastricht el mismo pacto de estabilidad y crecimiento que viene a los tumbos desde 2009. <br />
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Expertos tan ortodoxos como el citado afirman que, demandando vigilancia más estricta e imponiendo sanciones más severas a infractores fiscales, la canciller completará el largo trabajo iniciado en 1992. En aquel momento, el Bundesbank equipó a su criatura, el Banco Central Europeo (BCE), con instrumentos antiinflacionarios similares a los de la entidad alemana. Pero no le confirió facultades de contralor sobre los presupuestos nacionales.<br />
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