Tan es así que parece imparable el crecimiento de bonos ASG, una clase de financiamientos enfocados en el desarrollo sostenible y social. (o ESG, por las siglas inglesas para Enviroment, Society & Government). Dichos recursos son parte de lo que se conoce como “las finanzas sostenibles” (las cuales se refieren a cualquier tipo de servicio financiero que integre criterios ASG ambientales, sociales y de gobernanza).
Los bonos ASG no son algo nuevo, pero es evidente su crecimiento exponencial. Tan solo en 2019, el número de sus emisiones se mantuvo por encima de los medios mensuales de los tres años anteriores, según recuerda el informe de la consultora Trensity que dirige Mariela Mociulsky.
Esto es así porque estos incentivos son cada vez más aceptados por las compañías que buscan aumentar sus credenciales y perfiles de sostenibilidad para que los inversionistas continúen manteniéndolas en sus carteras.
De acuerdo con el ESG There Report, algunos de los emisores más populares son grandes corporaciones —como Kellogg, Apple, Walmart y Google—, que los han destinado para impulsar iniciativas que reduzcan sus emisiones contaminantes.
Vale destacar que los factores ASG se utilizan a menudo para determinar qué tan avanzada está una compañía con respecto a la sostenibilidad y evalúan aspectos como las emisiones de gases de efecto invernadero, la gestión de desechos y la eficiencia energética.
Por otro lado se monitorea el cumplimiento de los derechos humanos y las normas laborales tanto dentro de la corporación como en la cadena de suministro más amplia, el cumplimiento de la seguridad en el lugar de trabajo y la diversidad. Por último, hay una dimensión de gobernanza que engloba un conjunto de reglas o principios que definen derechos, responsabilidades y expectativas entre todas las partes involucradas, incluyendo la composición de la junta y las políticas sobre soborno y corrupción.