<p>En un cruce múltiple de teleconferencias con eje en Bruselas, Fráncfort, Londres, Lisboa y Roma, gobiernos, comisión europea y Banco Central Europeo buscaban frenar algo casi inevitable: el cese de pagos portugués. Tratando se disimular otra crisis política colectiva, Jean-Claude Trichet hablaba de “consultas técnicas normales”.<br />
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Sobre la mesa de la Eurozona, empero, se pusieron entre miércoles y jueves “todas las opciones disponibles para proteger la moneda única”, señalaban Jean-Claude Juncker (Eurogrupo, o sea veintiséis ministros de hacienda) y José Manoel Durão Barroso (portugués que preside la CE). Justamente éste confesó que “la raíz de todos estos problemas es política y social”. Una clave es si Alemania aceptará establecer una especie de “reserva federal embrionaria” para gestionar un fondo pro rescates por € 750.000 millones. <br />
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La pasividad teutona refleja una convicción inquietante: el impuesto al negocio financiero –para financiar ese fondo- “pondrá a prueba la credibilidad del propio euro como instrumento de gestión”. Así teme el suizo Josef Ackermann, presidente del Deutsche Bank y duro monetarista, cuyo amigo Alex Weber encabeza el Bundesbank y aspira al BCE.<br />
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No se trata ya sólo de la contabilidad griega falsificada por Goldman Sachs, ni del crac bancario irlandés ni de la burbuja inmobiliaria española ni del desgobierno italiano. Ahora se duda de que ulteriores inyecciones de liquidez , estilo Reserva Federal, logren esterilizar un contagio capaz de alcanzar tanto la Unión Europea como las economías externas del lejano norte (Islandia, Noruega), el este y el sudeste europeo salvo Rusia.<br />
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Pocos creen, en verdad, que el actual mecanismo de salvamento –expira en 2013- evite un efecto dominó de raíz sociopolítico. La dirigencia de varios países le tiene horror a una constante repetición de imágenes violentas en la televisión o, como indica la consultoría Eurasia Group, a redes sociales convertidas en promotoras de disturbios.<br />
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Volviendo a Irlanda y Portugal, Shah sostiene que las nuevas medidas pondrán en mayor riesgo la economía insular, “que nunca fue un tigre ni un emblema de globalización, pues no pasó del sector financiero”. Con cierta ingenuidad, Bruselas supone factible recortar el déficit irlandés de 64 a 3% del producto bruto interno. “Primero, es un margen imposible; segundo, ese 3% es un mito, el pacto de Maastricht (1992)”.<br />
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En verdad, “estas severas medidas debilitarán la economía real y disminuirán la propia recaudación fiscal, necesaria precisamente para cubrir la enorme deuda pública. Cabe recordar –apunta el analista- que Irlanda ha eliminado en 2009/10 casi € 15.000 millones o sea 9% del PBI. Hoy este desagio se combina con seis bancos privados al borde del crac”.<br />
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Corridas para que Portugal no siga a Irlanda
Una jornada de furia contra ajustes ortodoxos azotaba Gran Bretaña, Portugal próximo candidato a la insolvencia-, Italia, Francia e Irlanda. En Nueva York, el econometrista Neil Shah es claro: Las medidas de austeridad debilitarán aun más a Dublin.