Las pequeñas compañías tecnológicas emergentes, que son las que representan la mayor parte de los depósitos del SVB tenían previsto retirar su efectivo del banco esta semana a pesar de las medidas adoptadas a última hora del domingo para proteger a los depositantes y mantener al menos algunas de sus operaciones.
El HSBC aceptó hacerse cargo de la rama británica del banco y los reguladores de Washington redoblaron sus esfuerzos por encontrar un comprador para las operaciones estadounidenses.
Mientras los emprendedores evaluaban el daño causado al campo tecnológico por el colapso del SVB, el primer paso fue una corrida para transferir el efectivo y evitar volver a depender de un solo banco.
Muchos fundadores e inversores de riesgo señalan que el SVB concede más préstamos a las empresas emergentes que los grandes bancos. Es probable que las estrechas relaciones bancarias que sustentaban esos préstamos sean más escasas en el futuro.
Además de ser uno de los pocos bancos que conceden préstamos a empresas emergentes con escasos ingresos o activos, los inversores y fundadores afirmaron que SVB también había sido excepcional a la hora de orientar muchas de sus actividades al mundo de las empresas emergentes, desde sus esfuerzos de marketing hasta el diseño de sus servicios.
El SVB se interesaba por los fundadores con más empeño que las grandes instituciones, asistiendo a programas de aceleración y presentándose como una solución integral, según Sam Franklin, director ejecutivo y cofundador de la empresa de contratación tecnológica Otta.
Además, en los últimos años se había expandido fuera de Estados Unidos, lo que facilitaba a los fundadores europeos abrir cuentas en el Reino Unido y a los emprendedores británicos hacerlo en Estados Unidos.
El banco diseñaba sus servicios a la medida de las necesidades de una nueva start-up, por ejemplo, armando la infraestructura financiera que necesitaba para operar su negocio o brindando un alto nivel de servicio personal a clientes relativamente pequeños.