jueves, 26 de diciembre de 2024

Cómo aplacar el enojo de la gente con la globalización

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La actual ola de populismo deriva en parte de una fuerte tendencia a sobreestimar los niveles de resistencia a la globalización. Los preocupados por el dominio de las corporaciones multinacionales se sorprenderían al saber que la cuota de producción global generada por estas firmas de sus países de origen ronda el 10% desde el año 2000.

Durante la campaña presidencial norteamericana ambos candidatos se manifestaron claramente en contra de los tratados comerciales internacionales y un de ellos mostró una posición claramente xenófoba. En Gran Bretaña la mayoría decidió apartarse de la Unión Europea y en muchos países del continente europeo impera una peligrosa combinación de nacionalismo, proteccionismo y racismo. Todos furiosos con la globalización. 
El enojo es auténtico y podría tener consecuencias demasiado serias como para sentarse a esperar que se disipen solas.  Optar por aplicar medidas para forzar un mayor crecimiento, como lo decidió el G20 en Hangzhou, podría no ser suficiente porque de lo que se trata es de un asunto en el que priman las emociones. Al que dude de esto habrá que recordarle que en Gran Bretaña las zonas que más votaron por dejar a Europa fueron justamente las más dependientes de las exportaciones a la Comunidad Europea y las que más se beneficiaban con las transferencias de pagos de la UE. Esta es la opinión de Pankaj Ghemawat, profesor del Center for the Globalization of Education and Management de la Universidad de Nueva York y autor de 3.0: Global Prosperity and How to Achieve it.

 

Los datos duros

La actual ola de populismo deriva en parte de una fuerte tendencia a sobreestimar los niveles de globalización, dice Pankaj Ghemawat en el libro que está a punto de publicar y que titula The Laws of Globalization. En Estados Unidos los inmigrantes de primera generación constituyen 14% de la población, pero en tres encuestas separadas, que cita, los estadounidenses calcularon que la cantidad estaba entre 32% y 42%. Al informarles los números reales, la cantidad de encuestados que pensaba que había demasiados inmigrantes se redujo a la mitad. Las mismas encuestas indican que en muchos países europeos suponen que hay tres o cuatro veces más de inmigrantes de los que realmente hay. Y los efectos también son los mismos.
El otro problema se refiere a la supuesta dominación mundial de las multinacionales. Aquellos preocupados por el dominio de las corporaciones se sorprenderían al saber que la cuota de producción global generada por las firmas multinacionales fuera de sus países de origen ronda el 10% desde el año 2000. Y a los estadounidenses convencidos de que ahora todo se hace en China, les interesaría saber que los productos hechos en ese país representaron solo 2,7% del consumo personal en 2010 y que más de la mitad de eso fue a distribuidoras norteamericanas, retailers y demás.

 


Jeff Immelt

 

La retórica incomprensible

Quienes están a favor de la globalización van a tener que presentar sus argumentos de una manera mejor. Primero, tienen que abandonar esa necesidad que tienen de recurrir a modelos económicos escritos por tecnócratas para tecnócratas. 
El Departamento del Tesoro británico publicó en abril de 2016 un informe de 200 páginas sobre el daño económico provocado por el Brexit. Para la gente común, ese informe era incomprensible. Michael Gove, fervoroso defensor de la campaña del “Leave” (abandonar la Unión Europea), dijo algo que a la gente le quedó grabado: “En este país hemos tenido demasiados expertos”. Y esa sensación no es exclusiva de Gran Bretaña. Las historias son más poderosas que las referencias a complicados modelos económicos. En lugar de señalar estudios sobre las implicancias al bienestar de imponer altos aranceles a los productos textiles, se puede contar la historia del señor Pérez, un diseñador textil que comenzó a fabricar trajes de hombre con materiales producidos a poca distancia de su fábrica. Para hacer un traje necesitaba 20 personas y más de 500 horas de trabajo y el producto era de mala calidad. Además 8% de los insumos necesarios igual tenían que venir de muy lejos. Eso aumenta los costos de los materiales y de los sueldos. Y la calidad del producto es mala. 
Hay muchas otras formas de explicar las ventajas de la globalización de manera más convincente pero lo importante es recordar que la retórica, en términos generales, importa tanto como la realidad.

 

Información e interacción internacional

La verdad es que la mayoría de la gente no está familiarizada con perspectivas internacionales. Si bien Internet es una red global, se usa fundamentalmente para transmitir información dentro de las fronteras nacionales. Un estudio indica que solo 4% de los usuarios de Facebook en Estados Unidos van más allá de las fronteras nacionales; en Twitter, donde lo que se siguen los temas más que los amigos, ese porcentaje sube apenas a 18%. 
También en ese país los adultos pasaron 60 horas viendo noticias por televisión en 2012 pero solo 21% de la cobertura de noticias que miraban era internacional y 11% de ese porcentaje trataba de asuntos exteriores de Estados Unidos. El tráfico internacional de sitios extranjeros de noticias es muy limitado, apenas 6% de las vistas totales de páginas generadas en Estados Unidos. 
Y si eso parece poco, es mucho comparado con lo que ocurre en Alemania (1%), y Francia (2%). 
Varios estudios sugieren un declive persistente en la cobertura de noticias internacionales. En la primera página de los principales diarios estadounidenses, la proporción de noticias extranjeras cayó de 27% en 1987 a 11% en 2010 y con el triple de probabilidades que esa cobertura se hiciera con tono negativo. 
Ahora bien. ¿Por qué importa todo esto cuando se trata de aplacar el enojo de la gente? Porque hay una fuerte correlación entre no saber mucho sobre otros países y pensar que el propio es superior. Los países que están profundamente conectados con información internacional se sienten menos inclinados a ver sus culturas como superiores. Y estudios anteriores han descubierto que la oposición al comercio está directamente relacionada con una sensación de superioridad nacional. 
Para dar una idea específica de cuánto importa el prejuicio, hay una investigación que hicieron Diana C. Mutz y Eunji Kim de la Universidad de Pennsylvania. El experimento descubrió que para los respondentes, una hipotética política comercial en la que el país que es socio comercial gana 1.000 empleos y Estados Unidos pierde uno solo recibió mucho menos apoyo que una en la que Estados Unidos gana un empleo pero el socio comercial pierde 1.000.

 

Nivel educativo

El nivel educativo es un gran predictor del voto. En Gran Bretaña los de más años de estudio votaron por quedarse en la Unión. La prensa, sin embargo, dio más importancia a la edad y al nivel de ingreso. En Alemania, algo parecido. Aquellos con nivel universitario eran los que abogaban por rescatar a Grecia. En Estados Unidos Donald Trump llegó a decir esto: “Amo a los que tienen poca educación”, un grupo que lo respaldó en grandes números para las primarias republicanas y luego mucho más en las generales. 
Se han recogido pruebas en muchos países de que los altos niveles de educación en un país hacen que baje el nacionalismo y la sospecha de los de afuera. La gente con pocos años de estudio se preocupa más por las influencias culturales extranjeras, algo que nos retrotrae al tema de la superioridad cultural propia. Otras investigaciones demuestran que aunque existen percepciones exageradas sobre la globalización en todos los niveles educativos, los respondentes con más estudio tienen visiones más lógicas. 
Más allá de decir lo obvio que más educación es mejor que menos, tiene sentido ocuparse del contenido educativo que sostenga una visión cosmopolita. Combatir la fobia a la globalización con datos reales es el punto de partida lógico. También hay tipos específicos de experiencias educativas que encajan con la idea de un mundo donde las conexiones entre países son demasiado grandes para ser ignoradas pero se ven impedidas por las fronteras y las distancias. El viajar y el vivir en el extranjero parece ampliar las perspectivas de los individuos y también mejora su creatividad.

 

Estrategia privada

El sector privado tiene un papel enorme que jugar en esta tarea de aliviar la furia de la gente con la globalización. ¿Por qué? Porque las empresas son vistas como enorme gorila que avanza rompiendo todo: 80% del comercio global es orquestado por las cadenas de suministro de las firmas multinacionales. 
Los empresarios advierten que crece el sentimiento proteccionista, pero en vez de intentar cambiarlo, en general lo están aceptando. Pero no está claro si ayuda en algo prometer más producción dentro de Estados Unidos, como acaba de hacer el CEO de General Electric, Jeff Immelt. Tal vez los ejecutivos estadounidenses sienten que no tienen el tipo de capital social como para atajar una gran reacción sociopolítica. Immelt dice que la gente desconfía de las empresas, pero la gente también desconfía de los empresarios. 
Una investigación de Pew Research descubrió que los ejecutivos de empresas ocupan el puesto número nueve entre diez profesiones en términos de contribución social. Sólo delante de los abogados. Reconstruir la reputación de la empresa podría ayudar a combatir el proteccionismo. Como los estudios muestran que el proteccionismo florece cuando la confianza en las instituciones es baja, restaurar la confianza en la empresa podría ayudar a contenerlo.

 

Distribución del ingreso

El enojo con la globalización no es totalmente emotivo: en el centro hay preocupaciones económicas, como las que manifestaban los desplazados durante la campaña presidencial en Norteamérica. En Estados Unidos ha habido un aumento en la desigualdad de ingresos que a llegado a niveles no vistos desde los años 20. Y algo parecido ocurre en otros países desarrollados. Si la globalización ha tenido algo que ver en esto o no es un tema para debatir. Según un informe reciente del FMI el progreso tecnológico y la declinación de los sindicatos contribuyeron juntos al aumento de la inequidad, y la globalización jugó un papel menor, pero de refuerzo. 
Donde hay más acuerdo es que para que el apoyo popular a la globalización sea sostenido tiene que haber redes de seguridad. Lo bueno de esto es que se trat de una política interna y no se ve como una imposibilidad debida a exigencias impuestas por el extranjero. Hay margen para la redistribución de la riqueza aun cuando se haga a expensas de la eficiencia (la clásica antinomia) y se podría hacer a través de una serie de instrumentos: impuestos, programas específicos de subsidios y aumentos en el salario mínimo. Ocuparse de la desigualdad puede ser políticamente más digerible ahora por el agudo aumento de la desigualdad y porque se entienden mejor los costos sociales: populismo, proteccionismo, xenofobia.

 

Reducir la intervención

Una última manera de contribuir a que el enojo es reducir el alcance de los intentos en términos de integración o coordinación global. Esto no es sucumbir a la furia populista; es reconocer que no hay tanto apoyo para las iniciativas grandes y globales y que los legisladores deberían guardar su pólvora para aquellas donde verdaderamente hace falta coordinación global. Otra forma de pensar es lal idea de la subsidiariedad, la noción que importa deberían ser manejada lo más cerca posible de las líneas del frente. 
Los acuerdos globales requieren un esfuerzo enorme de negociación y son extremadamente difíciles de implementar. 
Tomemos como ejemplo la polución. Para aquellos contaminantes que se quedan más o menos dentro de las fronteras nacionales ?polución de agua y de suelo en su mayoría? bastan las soluciones locales. Pero hay contaminantes que cruzan fronteras nacionales ?por lo general los que contaminan el aire? y esos necesitan la cooperación de países diferentes. Y sin embargo todos los años Naciones Unidas convoca a una reunión global para tratar una enorme cantidad de problemas ambientales y el resultado es una ambiciosa agenda que rara vez se implementa. 
Hay mucha gente a quien le molesta que las influencias externas modifiquen su vida. Es entendible, por ejemplo, que mucha gente se irrite con que directivos de la Unión Europea decidan que las bananas no pueden tener una curvatura anormal o que las peluqueras no pueden usar joyas en horas de trabajo. Pero sería mejor reservar su escasa buena voluntad, o al menos su disposición a escuchar, para las cosas que verdaderamente importan. Esa subsidiariedad de los estados puede verse como uno de los tantos métodos que ponen el acento en la selectividad para perseguir iniciativas que exigen de la coordinación entre fronteras. 
A menos que estemos dispuestos a dar paso a la furia por la globalizaciòn, tenemos  que pensar en una soluciòn ideal. Las iniciativas enumeradas reclaman una amplia gama de participantes; intelectuales, profesores, el pueblo, la prensa, la empresa privada los políticos y los legisladores. Todos tienen que tomar medidas. Y las iniciativas no son excluyentes entre sí. En muchos casos, serán más poderosas y se las afronta en paralelo. La lista de iniciativas es obviamente incompleta.

 

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