Cada rescate supera al anterior. El 11 de marzo, JPMorgan Chase costó “sólo” US$ 29.000 millones. El 8 de septiembre, tomar el conrol de Fannie Mae/Freddie Mac insumió US$ 200.000 millones. El 16 del mismo mes, se inició el rescate de American International Group, que terminó costando 123.000 millones.
El 14 de octubre, se asignaron US$ 250.000 millones para salvamentos financieros. Ahora, los US$ 306.000 millones de Citigroup se añaden a ese monto, aunque no estén incluidos en el paquete inicial de US$ 694.000 millones.
Una compleja trama obliga al estado a garantir aquella suma en créditos y deuda titulizada, aparte de invertir 20.000 millones directamente (pero el gobierno les retacea a las automotrices 25.000 millones adicionales a su propio rescate). Éste es el tercer esfuerzo desde octubre para apuntalar el mercado financiero vía algunos de sus protagonistas. Wall Street teme que haya nuevos y onerosos intentos.
En primer lugar, màs allá de la eufria inicial, el rescate obligará al banco a efectuar cambios drásticos. Pate de este problema deriva de un fracaso reciente: la compra del Wachovia, arrebatado por Wells Fargo. Por otro carril, la apresurada internención del estado (hacienda, comisión federal de valores)crea dudas sobre si existe o no en Washington una estrategis coherente para afontar nuevos problemas durante la transición.
La plana mayor de Citigroup había presentado un proyecto, el sábado, luego de los severos reveses sufridos por su acción en la semana. Las trabajosas negociaciones pasaron la medianoche del domingo, para prevenir nuevas caídas bursátiles.
En general, los analistas abrigan dudas sobre este plan, dadas las presiones sobre el mercado, originadas en pérdidas de ese banco y otros. Desde fin del tercer trimestre, cada intento de recrear confianza entre los inversores surtió efecto sólo en el cortísimo plazo y aumentó inquietudes en cuanto a rescates subsiguientes.
Paralelamente, Barack Obama y su equipo elaboraban medidas para recobrar la confianza de público y operadores en una economía que zozobra. En oblicua respuesta a David Axelrod, el presidente electo anticipaba el domingo que planea gastos y recortes tributarios –a las clases media y media baja- superiores a los prometidos durante la campaña electoral.
Inquietos por aquella inyección de fondos públicos a Citigroup, legisladores demócratas plantean al futuro gobierno –o sea a Timothy Geithner- emplear hasta US$ 700.000 millones para estimular la economía real. No es casual, empero, que el próximo secretario de hacienda haya desempeñado en las negociaciones alrededor de banco un papel igual o superior al de Benjamin Bernanke, jefe de la Reserva Federal.
Este nuevo acuerdo representa otro cambio de orientación en materia de rescates financieros. Antes, Paulson proponía comprarles a las entidades activos tóxicos. Ahora, opta por inyectarles directamente dinero de los contribuyentes. Hasta el momento, ninguna variante ha restaurado la confianza del mercado durante mucho rato.
Cada rescate supera al anterior. El 11 de marzo, JPMorgan Chase costó "sólo" US$ 29.000 millones. El 8 de septiembre, tomar el conrol de Fannie Mae/Freddie Mac insumió US$ 200.000 millones. El 16 del mismo mes, se inició el rescate de American International Group, que terminó costando 123.000 millones.
<p>El 14 de octubre, se asignaron US$ 250.000 millones para salvamentos financieros. Ahora, los US$ 306.000 millones de Citigroup se añaden a ese monto, aunque no estén incluidos en el paquete inicial de US$ 694.000 millones.</p>
<p>Una compleja trama obliga al estado a garantir aquella suma en créditos y deuda titulizada, aparte de invertir 20.000 millones directamente (pero el gobierno les retacea a las automotrices 25.000 millones adicionales a su propio rescate). Éste es el tercer esfuerzo desde octubre para apuntalar el mercado financiero vía algunos de sus protagonistas. Wall Street teme que haya nuevos y onerosos intentos.</p>
<p>En primer lugar, màs allá de la eufria inicial, el rescate obligará al banco a efectuar cambios drásticos. Pate de este problema deriva de un fracaso reciente: la compra del Wachovia, arrebatado por Wells Fargo. Por otro carril, la apresurada internención del estado (hacienda, comisión federal de valores)crea dudas sobre si existe o no en Washington una estrategis coherente para afontar nuevos problemas durante la transición. La plana mayor de Citigroup había presentado un proyecto, el sábado, luego de los severos reveses sufridos por su acción en la semana. Las trabajosas negociaciones pasaron la medianoche del domingo, para prevenir nuevas caídas bursátiles.</p>
<p>En general, los analistas abrigan dudas sobre este plan, dadas las presiones sobre el mercado, originadas en pérdidas de ese banco y otros. Desde fin del tercer trimestre, cada intento de recrear confianza entre los inversores surtió efecto sólo en el cortísimo plazo y aumentó inquietudes en cuanto a rescates subsiguientes.</p>
<p>Paralelamente, Barack Obama y su equipo elaboraban medidas para recobrar la confianza de público y operadores en una economía que zozobra. En oblicua respuesta a David Axelrod, el presidente electo anticipaba el domingo que planea gastos y recortes tributarios –a las clases media y media baja- superiores a los prometidos durante la campaña electoral.</p>
<p>Inquietos por aquella inyección de fondos públicos a Citigroup, legisladores demócratas plantean al futuro gobierno –o sea a Timothy Geithner- emplear hasta US$ 700.000 millones para estimular la economía real. No es casual, empero, que el próximo secretario de hacienda haya desempeñado en las negociaciones alrededor de banco un papel igual o superior al de Benjamin Bernanke, jefe de la Reserva Federal.</p>
<p>Este nuevo acuerdo representa otro cambio de orientación en materia de rescates financieros. Antes, Paulson proponía comprarles a las entidades activos tóxicos. Ahora, opta por inyectarles directamente dinero de los contribuyentes. Hasta el momento, ninguna variante ha restaurado la confianza del mercado durante mucho rato.</p>
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