“Sólo esta desintegración del capitalismo financiero puede forzar remedios drásticos a cinco errores claves”, sostiene el columnista londinense Martin Wolf. Pero ¿cuáles son?
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La deuda como locomotora. Su exceso es un pecado capital, sin duda. A fin de junio, la relación entre pasivos y PBI en EE.UU. era 3,6 veces en contra. Otro sostiene que la incidencia de la deuda agregada es 358% sobre la suma de bienes y servicios. A valores constantes, la cifra triplica la de hace 50 años y supera la registrada durante la depresión de 1933/8. </p>
<p>Como señala el italiano Marco Fortis, el presente mega-rescate estatal norteamericano devora la ventaja que esta economía tuvo sobre la Eurozona (quince miembros) en 2003/7. También acentúa la primacía que la Unión Europea (veintisiete) tiene desde 2007. </p>
<p>Lo financiero como clave. Esa loca expansión de la deuda refleja el papel de los fondos de cobertura (derivados) en lo inmobiliario y otros sectores. En este sentido, afirma Wolf, “el plan de salvamento no es una solución verdadera. La exposición de la segunda economía mundial al riesgo financiero subió de 21% del PBI en 1980 a 116% el año pasado. </p>
<p>Eso aumento a participación del segmento en las ganancias del sector privado de 9,5% en 1950 a 33% en 2006, según indica el analista Ronald Dore. Desde 2002, cuando llegó a 45%, esa porción ha sido variable de las tasas de interés y, por ende, de las políticas de Alan Greenspan en pro del negocio financiero y los derivativos que ahora protagonizan la crisis. </p>
<p>Un mito. Se trata de los “instrumentos financieros innovadores”, en realidad globos inflados. Aparecen en 1987 con las obligaciones de deuda colateralizadas (ODC) e inauguran una larga serie de “innovaciones creativas” que ha exaltado a cinco matemáticos sin ética, inventores de ecuaciones por las cuales –como Merton Millar o Myron Scholes- han recibido premios Nobel. Ello revela la amoralidad de algunos académicos escandinavos. </p>
<p>En pos de una diabólica piedra filosofal, analizaban complicados algoritmos para armar carteras más inmunes al riesgo individual de los papeles involucrados. Eso audaces modelos pivotean en tres factores: diversificación de títulos, escasa correlación entre riesgos relativos y plazos desiguales que permiten articular los flujos de efectivo. </p>
<p>Los innovadores suponían elevar así los rindes de las inversiones sin aumentar riesgos proporcionales, vía estructura sintética. Era un dislate, claro, pero muchos banqueros se lo creyeron –Greenspan lo defendía a capa y espada-, por lo cual grade instituciones occidentales redujeron los instrumentos clásicos en pro estas atractivas novedades. Pero los riesgos subyacentes pueden postergarse, nunca eliminarse, y siempre vuelven. </p>
<p>Exaltación del CRI. La ilimitada fe en crecientes retornos de la inversión desempeñó un papel decisivo. En once años (1997/2007), las cotizantes en el S&P 500 han dado dividendos totales por US$ 4,2 billones. A juicio de William Lazonik, eso constituye un vero saqueo de las empresas mismas y, en buena parte de los subsidios estatales que recibían. </p>
<p>Entre las cincuenta firmas que sobresalieron en la tarea de autodestrucción se distinguen las máximas ex bancas de inversión (firmas de valores) de Wall Street. Hoy extintas (Lehman Brothers, Bear Stearns), absorbidas –Merrill Lynch- o convertidas en bancos comerciales (Goldman Sachs, Morgan Stanley). De un modo u otro, dirían los filósofos antiguos, fueron víctimas de la “<em>phronos theóon</em>”, ira de los dioses. </p>
<p>Pero también fueron seducidas por los CRI las dos hipotecarias paraestatales, Fannie Mae y Freddie Mac. O cinco mayores bancos convencionales de EE.UU., a saber Citigroup, Bank of America, JP Morgan Chase, Wells Fargo y Wachovia. </p>
<p>Culto a la desregulación. Estos excesos fueron posibles porque el congreso habían abolido en 1999 –merced a Greenspan, entre otros-, con apoyo bipartidario, la ley Glass-Steagall, un inteligente legado de la depresión. Vedaba fusiones o combinaciones entre bancos comerciales y bancas de inversión. </p>
<p>Como si eso fuera poco, en 2001 la comisión federal de valores (SEC), guiada por el republicano Christopher Cox, otorgó a esas mismas cinco firmas de valores –mutadas en bancas de inversión- la facultad de autorregularse. Un escandaloso legado de la era Bush, sostuvo Paul Krugman, hoy Nobel económico. Ello les permitió excluir de los balances los fondos de coberturas que ellas mismas promovían, en lo que debió haberse llamado “autodesregulación salvaje”. </p>
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Cinco pecados que agobian al capitalismo anglosajón
Su emblema, Estados Unidos, acumula US$ 51 billones de deuda contra 14 billones de producto bruto interno. Pero los ejecutivos de Wall Street pasaron de ganar US$ 3.500.000 en 1992 a 15.000 millones anuales cada uno en 2007. Eso lo dice todo.