El informe económico mensual de julio elaborado por el área de economía del IAE Business School, con la firma de Juan J. Llach, señala que, al mismo tiempo, la previsible caída del oro arrastraba a otros commodities, pero no a la soja. Aclaraciones posteriores y la reafirmación del sesgo expansivo de las políticas en Europa y Japón trajeron mayor tranquilidad a los mercados.
Pronostica un probable mantenimiento del riesgo privado emergente en los nuevos niveles ajustados, sin mayores caídas, pero subraya que el aumento del riesgo soberano ha llegado para quedarse, dado que si bien la suba de las tasas oficiales de interés en el mundo desarrollado será muy parsimoniosa, los aumentos en los rendimientos de los bonos públicos en aquellas latitudes han llegado no sólo para quedarse sino también para mostrar una tendencia alcista.
En la Argentina, el aumento del PIB de 3% del primer trimestre reportado por el Indec fue sorprendente. La mejor performance del segundo trimestre ha cambiado la sensación térmica, pero son tantas y fundadas las dudas sobre el anterior que lo menos que debería hacer el Indec es explicar cómo llegó a aquel número, manifiesta Llach.
Más allá del método que se use si los resultados se dan de patadas con la realidad se impone una revisión y no sostener que aquél es “científicamente irrefutable”, que es lo mismo que con descaro se afirma del IPC.
La principal clave de la falacia está en la estimación del Indec de un aumento del consumo privado del 6,1% (sic) que choca frontalmente con casi todos los números. El aumento de los servicios públicos del Indec se debe al 16,4% de la telefonía celular, que aporta per se 0,33% al crecimiento del PIB (o sea, un 10% del aumento total); bajan en cambio los otros servicios públicos muy vinculados al consumo: transporte de pasajeros (-3,1%) y peajes (-4,5%). En supermercados, el 14,3% de aumento que reporta el Indec en su estadística habitual supone que los precios allí crecieron sólo 9,2%; es increíble que se siga mintiendo tanto durante ya 6 años.
Utilizando en cambio cualquiera de los índices verdaderos de inflación resulta un aumento nulo de las ventas reales de supermercados en el primer trimestre, en todo caso mucho más cercano al de, por ejemplo, CCR que al del Indec.
En fin, suponiendo razonablemente que el consumo subiera 1%, el PIB habría caído 0,5% en vez de crecer 3%.
Intermediación
Otra “perlita” es el crecimiento de 22% imputado a la intermediación financiera, un vicio reiterado que en este caso da cuenta de cerca de la mitad (sic) del aumento del 3% del PIB.
Claro, resulta que el producto de este sector se estima deflactando el aumento nominal por ¡sí! la inflación oficial.
Es evidente que las grotescas estimaciones de precios del Indec se contagian cada vez más a las cuentas nacionales, de tal modo que sus cálculos de producto, consumo o inversión ya no resultan confiables.
Por mejor que sea la metodología en uso (por cierto, muy perfectible) si luego la lleno con datos falsos el resultado también lo será.
Estamos ante un problema serio, porque si se siguiera sobrevaluando el aumento del PIB ello no sólo impide la imprescindible transparencia de la información pública, sino que puede derivar en un aumento del gasto público por varios miles de millones de dólares al tener que pagar el cupón del PIB a fines de 2014, circunstancia que los funcionarios involucrados harían bien en repensar.
También sería bueno que al hacer pronósticos de crecimiento los colegas que se dedican a tales menesteres aclararan si se refieren al PIB verdadero o al PIB “trucho†del Indec, en especial cuando sus predicciones lucen excesivamente optimistas.
Por nuestra parte mantenemos el pronóstico de 2,7% de aumento verdadero del PIB para 2013. Esto será producto del impulso del aumento de la cosecha gruesa en cantidad y valor, de la caída de los precios de autos e inmuebles que impulsan su consumo y de las políticas fiscal y monetaria que se mantendrán expansivas –aunque hay señales recientes de moderación monetaria, no fiscal- para tratar de dar vuelta resultados electorales casi seguramente poco favorables al gobierno.
Actuarán en contrapeso una recuperación de Brasil muy anémica –que llevará el crecimiento del PIB al entorno del 2%, en gran contraste con el insólito 4% que algunos pronosticaban a fines del año pasado-, el peor clima financiero global para los países emergentes, la pérdida de rentabilidad de muchos sectores de la economía, incluyendo al agropecuario y la muy alicaída propensión a invertir.
Este cuadro no ha impedido una clara recuperación de la actividad en el segundo trimestre del año –que muy probablemente será lo mejor de 2013- por los factores antedichos pero también por el empuje al consumo dado por el cierre de las paritarias.
Cabe sí conjeturar una confirmación de las primeras encuestas electorales en las PASO de agosto y las elecciones de octubre podría tener un impacto positivo en la actividad económica o, al menos, moderar el clima de inversión.
Esto no ocurriría necesariamente con los precios de las divisas en los mercados menos controlados, porque por más que la tasa anualizada de depreciación del peso en el mercado oficial ha superado ya el 20%, la hora de la corrección de los precios relativos llegará y quizás sea difícil impedir parte de ella en 2014.