Los mercados llevaron el riesgo país por debajo de los 600 puntos, algo no visto en más de tres años e infrecuente desde antes de la crisis global de 2008, señala el director de IAE Business School de la Universidad Austral, Juan J. Llach.
Coincide el autor del artículo con esta visión del mercado, pese a compartir también las dudas acerca de si la actitud torera de la Argentina desde la decisión de la CSJ de EE.UU. es emocional e inexperta o simplemente táctica.
Son varios los factores que llevan a pensar que se seguirá el único camino racional al alcance, el de la negociación, sin perjuicio de dejar constancia de que estamos en presencia de una seria falencia de la globalización financiera, la de carecer de un régimen adecuado para las reestructuraciones de deuda anteriores a la generalización de los bonos soberanos con cláusulas de acción colectiva similares a las vigentes en casi todos los países para las convocatorias de acreedores privadas, sostiene Llach en el número 138 Informe Económico Mensual de julio elaborado por el área de economía, dirigida por Eduardo Fracchia.
El primer factor es que la negociación está en línea con lo que ha venido haciendo el gobierno desde hace poco menos de un año y después de coquetear hasta el hartazgo con grandes peligros.
Arreglos de dudosa calidad, pero arreglos al fin, con parte de las deudas en el CIADI, con Repsol y con el Club de París; devaluación y política monetaria ortodoxa, aunque tan antigua que ha contribuido a la intensidad de la recesión; en fin, inicio también imperfecto del largo camino de acercamiento del INDEC a la verdad estadística.
El segundo factor pronegociación es que sólo haciéndolo también con los “fondos buitre” se podrá acceder a un financiamiento imprescindible para alejar el peligro de un accidente macroeconómico de proporciones, dados el déficit fiscal –impulsado por un gasto público que sigue creciendo a más del 40% anual, unos 7 puntos por encima de la recaudación- y los vencimientos de deuda de este año y del próximo. Este peligro no sólo podría agravar la de por sí muy pesada herencia que se dejará al próximo gobierno, sino también la transición política y por tanto el costo para el actual gobierno.
En tercer lugar, el tropiezo con los “buitres” coincide con un viento de cola que está sin dudas amainando.
Por un lado, por la fuerte desaceleración del crecimiento de los países de LATAM, empezando por Brasil que festejará si crece 1,5% en 2014, pero incluyendo también a las estrellas regionales como Chile –entre 2,5% y 3,5% según su Banco Central- y a Perú que sorprendió creciendo sólo 2% interanual en abril.
Por otro lado, como consecuencia del pronóstico de la USDA de una gran cosecha de granos en EE.UU., la crucial posición noviembre de la soja ya se ubica por debajo de los 400 dólares la tonelada y se han producido también fuertes bajas en el trigo y en el maíz. Esto no es todavía un hecho y hará falta también ver las perspectivas del clima en la Argentina y en Brasil, pero el escenario no pinta muy favorable para los precios.
Sí cabe subrayar que no se trata de un fenómeno de largo plazo, sino de ciclos propios de mercados siempre volátiles aunque sea, como en este caso, a caballo de una tendencia sólida de la demanda de alimentos que muy probablemente durará varios años más.
A estos contravientos externos se agregan dos factores locales también negativos.
Por un lado, dejamos atrás el segundo trimestre, el de menor inflación por factores estacionales, y esta podrá mantenerse en torno del 2% sólo si se opta por continuar retrasando el tipo de cambio, algo que sólo será sostenible si se logra reemplazar al menos parte de la escasez de dólares comerciales por más dólares financieros.
Por otro lado, hay indicios de una suave profundización de la recesión que, además de su impacto negativo en el empleo, conlleva menor recaudación y complica las cuentas públicas. Todavía sigue en pie la influencia positiva sobre las variables macro de la expectativa de un cambio político y económico favorable en 2015.
Queda para el próximo editorial mostrar por qué creemos que la pesadísima herencia que recibirá el próximo gobierno es manejable.