<p>El clima de 2007/8 recuerda a algunos memoriosos –ninguno de ellos gurú de mercado- la pausa de 1927/8 entre el derrumbe de los fraudes armados por Carlo Ponzi y el crac de 1929/32. Por cierto, la caída de precios inmobiliarios remite a la depresión de 1933/38, con una diferencia: George W.Bush dista de Franklin Roosevelt tanto como Henry Paulson o Benjamin Bernanke de John Maynard Keynes.</p><p>En menos de una quincena fueron degradadas tres firmas de valores que posaban como bancas de inversión. Mientras, Wachovia –cuarto banco de Estados Unidos- echaba a la cúpula y Washington Mutual vivía malos momentos. En Gran Bretaña, la prestamista hipotecaria Bradford & Bingley seguía los pasos de Northern Rock. Ahora, Lehman Brothers obtuvo, no sin dificultades, dinero fresco y caro por US$6.000 millones.</p><p>A mediados de marzo, muchos suponían que la presurosa venta de Bear Stearns a JP Morgan Chase marcaba el pico en la crisis de malas hipotecas. Al fin y al cabo, ello significaba que la Reserva Federal, en un giro de 180 grados, estaba dispuesta a salvar malos banqueros a costa del erario público para evitar un colapso sistémico. Como lo subrayó el entonces precandidato demócrata, Barack Obama, el oficialista John McCain “no suele tocar temas financieros sensibles para Bush”.</p><p>Pero la baja de costos en seguros por cese de pagos, notada en marzo, se agotó en mayo. Entre aquel punto y esta semana, sus tasas subieron más de un tercio.</p><p>Otro síntoma de tensiones es la brecha entre tipos del mercado monetario y tasas federales, que continúa superando la media histórica. Algunos analistas sospechan que esto no refleja tanto temores de los bancos sobre la salud de sus propios rivales, sino una reticencia generalizada a prestar dinero o comprar deuda.<br /></p>
<p>Desde el tercer trimestre de 2007, en efecto, los costos de apelar al mercado de bonos vienen siendo mayores para los bancos que para el sector no financiero (o sea, la economía real). Además, el colapso en el segmento de paquetes titulizados torna muy difícil recolocar acreencias, esto es préstamos a terceros. Ahora se avecina otro golpe, en forma de la reforma contable llamada “FAS 140” (sigla de “federal accounting standards”), que obliga a los bancos a reasentar en libros esas transacciones.</p>
<p>No es moco de pavo: implica una masa entre cinco y seis billones que vuelve a castigar balances. La segunda estimación dobla el monto a fines de 2003, inmediatamente anterior a la burbuja financiera que estalló en 2007. El apriete llega en mala hora para el público, afectado por el alza de alimentos y combustibles, más –en el caso norteamericano- la debilidad del mercado laboral. No es casual que, mientras sigue cediendo la confianza de los consumidores, aumente abruptamente la insolvencia de la gente.</p>
<p>En síntesis, si 2007 inició las persistentes turbulencias bancarias e inmobiliarias, en 2008 el fenómeno pasa a la economía cotidiana. No extrañe que algunos economistas sistémicos tracen un círculo vicioso: en tanto el enfriamiento invada el sector financiero, la confianza del público caerá aún más.</p>
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