Purcell, de 61 años, era CEO de Dean Witter Discover (antes Dean Witter Reynolds) y en 1997 compró Morgan Stanley. Al principio, la nueva firma era Morgan Stanley Dean Witter pero, al cabo, volvió a ser Morgan Stanley, en Estados Unidos. A lo largo de los cambios, Purcell acentuaba su comportamiento autoritario y actuaba como dueño, más que como director gerente del grupo.
“Presentar esta dimisión es lo mejor que puedo hacer en las actuales cincunstancias”, señaló en un comunicado separado. Pero la renuncia no era elección suya, sino imposición de los principales accionistas. En realidad, la caída empezó con la revuelta de casi todos los ejecutivos superiores, en abril, que exigían despedir a Purcell y dejar sin efecto aquella fusión de hace siete años.
Según el balance elevado a la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores), las ganancias cedieron 20% en el segundo trimestre de su ejercicio contable (febrero-abril). Por el contrario, las de sus competidoras –con Goldman Sachs y Merrill Lynch al frente- continuaban aumentando. Este factor fue clave en la ofensiva iniciada por ocho ejecutivos, luego 20, a cuyo criterio la mezcla de una banca de inversión (MG) y una intermediaria de títulos (DWD) llevó, desde 2002, a un desempeño en perpetuo deterioro.
“Algo así tenía que pasar. El estilo de management impuesto por Purcell era por demás anacrónico y la rebelión se tradujo en una hemorragia en la cúpula. En esas condiciones, se tornaba imposible seguir manejando semejante conglomerado”. Eso opina Michael Holland, presidente del fondo homónimo (Nueva York).
Las acciones de MG recobraron 4,5% al conocerse las novedades. Ahora, Wall Street espera un amplio cimbronazo en la conducción y, quizá, el regreso de algunos “rebeldes”. No de todos, porque un grupo ya actúa en otras firmas de valores. “Este mercado vive aún una actualización en términos de management y estructuras de negocios que, de una forma u otra, es fruto de una combinación accidental. Por un lado, la fiebre de fusiones iniciada a mediados de los ´90. Por el otro, el impacto de los escándalos inaugurados por Enron, que se notó antes en el negocio financiero”, explicaba un veterano columnista de la TV de Manhattan.
Ahora bien, si –como sospechan en Wall Street- existe la idea de poner MG en venta, la escisión de Dean Witter podría ser la primera señal. Pero, para eso, es preciso encontrar quien la adquiera. Por de pronto, se sabe que Charles Knight, jefe de la junta directiva, dirigirá la búsqueda.
Purcell, de 61 años, era CEO de Dean Witter Discover (antes Dean Witter Reynolds) y en 1997 compró Morgan Stanley. Al principio, la nueva firma era Morgan Stanley Dean Witter pero, al cabo, volvió a ser Morgan Stanley, en Estados Unidos. A lo largo de los cambios, Purcell acentuaba su comportamiento autoritario y actuaba como dueño, más que como director gerente del grupo.
“Presentar esta dimisión es lo mejor que puedo hacer en las actuales cincunstancias”, señaló en un comunicado separado. Pero la renuncia no era elección suya, sino imposición de los principales accionistas. En realidad, la caída empezó con la revuelta de casi todos los ejecutivos superiores, en abril, que exigían despedir a Purcell y dejar sin efecto aquella fusión de hace siete años.
Según el balance elevado a la Securities & Exchange Commission (SEC, comisión federal de valores), las ganancias cedieron 20% en el segundo trimestre de su ejercicio contable (febrero-abril). Por el contrario, las de sus competidoras –con Goldman Sachs y Merrill Lynch al frente- continuaban aumentando. Este factor fue clave en la ofensiva iniciada por ocho ejecutivos, luego 20, a cuyo criterio la mezcla de una banca de inversión (MG) y una intermediaria de títulos (DWD) llevó, desde 2002, a un desempeño en perpetuo deterioro.
“Algo así tenía que pasar. El estilo de management impuesto por Purcell era por demás anacrónico y la rebelión se tradujo en una hemorragia en la cúpula. En esas condiciones, se tornaba imposible seguir manejando semejante conglomerado”. Eso opina Michael Holland, presidente del fondo homónimo (Nueva York).
Las acciones de MG recobraron 4,5% al conocerse las novedades. Ahora, Wall Street espera un amplio cimbronazo en la conducción y, quizá, el regreso de algunos “rebeldes”. No de todos, porque un grupo ya actúa en otras firmas de valores. “Este mercado vive aún una actualización en términos de management y estructuras de negocios que, de una forma u otra, es fruto de una combinación accidental. Por un lado, la fiebre de fusiones iniciada a mediados de los ´90. Por el otro, el impacto de los escándalos inaugurados por Enron, que se notó antes en el negocio financiero”, explicaba un veterano columnista de la TV de Manhattan.
Ahora bien, si –como sospechan en Wall Street- existe la idea de poner MG en venta, la escisión de Dean Witter podría ser la primera señal. Pero, para eso, es preciso encontrar quien la adquiera. Por de pronto, se sabe que Charles Knight, jefe de la junta directiva, dirigirá la búsqueda.