El caso de Gran Bretaña — que va tras la pionera Suecia – sirve para hacer algunas reflexiones sobre qué conviene hacer con los pagos.
En Gran Bretaña el pago con tarjeta es el más popular de todos. Solamente el 30% de todas las transacciones se hacen con papel moneda y calculan que esa cifra caerá a 10% en los próximos 15 años.
En Suecia el pago en efectivo ya equivale al 15% de todas las transacciones y los próximos años verán la desaparición del papel. Será muy pronto una sociedad “cashless”.
En Gran Bretaña ya comienzan a desaparecer las máquinas que imprimen moneda; en los últimos 4 años cerraron 3.000 sucursales bancarias y siguen cerrando a razón de casi 70 por mes, según informa Which, una publicación de la asociación de consumidores. Los cajeros automáticos están desapareciendo a mayor velocidad todavía: 300 por mes.
Algunos dicen que Suecia debería ser un ejemplo de cómo no deshacerse del efectivo. En estos días la mayoría de sus bancos no aceptan billetes ni monedas y lo mismo ocurre con muchos restaurantes, tiendas y hasta baños públicos. Los mayores, los pobres y los discapacitados podrían ser los que más sufran cuando no se acepte el efectivo en ninguna parte.
Los mismos suecos admiten que deberían haber planeado mejor esta declinación del dinero. Una vez desmontada la infraestructura del efectivo es muy difícil volver a armarla. Gran Bretaña, por eso, observa con detenimiento el caso sueco.
Hay, sin embargo, muy buenas razones para dejar de lado el dinero en efectivo: cuando todos los negocios cambien a dinero digital, sus empleados no sufrirán robos violentos. Es más rápido y más barato de procesar que los billetes y las monedas. Para los gobiernos, el efectivo ayuda a generar la economía subterránea mediante evasión de impuestos y finanzas ilícitas.