Siguiendo ejemplos como el malayo o el tai, Argentina estudia saldar deudas con el Fondo Monetario. Por supuesto, esto les hace poca gracia a los “bonistas” –ya hay reacciones destempladas- y a la alta burocracia de la propia entidad. En el plano local, ya se editorializa contra el pago anticipado.
El esquema de Roberto Lavagna está discutiéndose con otros funcionarios, unas pocas bancas globales y colegas de tres o cuatro países. Parte de una realidad objetiva: el colapso de los mecanismos creados en Bretton Woods hace sesenta años e iniciado cuando, en 1971, Estados Unidos suspendió “sine die” la convertibilidad dólar-oro.
Luego, a medida como los elencos del FMI iban siendo dominados por gente afín a la gran banca comercial –básicamente, anglosajona y holandesa-, el organismo dejó de lado su papel fundacional y acabó convirtiéndose en agente de cobranzas por cuenta del sector financiero privado, que prestaba a deudores soberanos sin fijarse en los riesgos. Entretanto, los acreedores públicos optaban por esquemas como el “club de París”. En vez de prevenir estados de insolvencia, el Fondo los deja llegar a lo insostenible (Argentina 1996/2001, crisis sistémica global 1997/8) imponiendo recetas procíclicas en lugar de medidas anticlícas.
La propuesta argentina se haría una vez cerrado el canje de deuda privada y su objeto explícito es simple: dejar de depender del Fondo, sus exigencias y su incumplimiento de acuerdos formales. Así ocurre con el suscrito en septiembre de 2003, cuya tercera revisión se “congeló” para presiones en favor de los “bonistas”, pese a haberse sobrecumplido las metas.
Al respecto, expertos locales y del exterior no creen atinado haber elegido a la esposa de Néstor Kirchner y a Alberto Fernández, jefe de gabinete, para explicar la idea en España. De inmediato, eso hizo sospechar que se buscaba la cooperación de ese gobierno para presionar a Rodrigo Rato, director gerente del FMI.
Pero hay tensiones entre Washington -socio dominante de la entidad- y Madrid. También existe poca compatibilidad entre José Luis Rodríguez Zapatero y Rato, muy allegado a José María Aznar. Por otra parte, Rato debe seguir los lineamientos estadounidenses y, en ese plano, sería más conveniente apelar a los buenos oficios de la Casa Blanca. En particular, porque el gobierno de George W.Bush es hostil al Fondo, pero viene mostrando buena disposición hacia Buenos Aires.
Cabe acotar que, dejando a un lado las genuflexiones de Jorge Batlle –mandatario uruguayo saliente- o la repentina derechización de su sucesor (Tabaré Vázquez ha entregado la cartera de Industria y Energía a un ex gerente general de ChrevronTexaco y jefe del “lobby” norteamericano), Argentina es hoy por hoy el componente del Mercosur que mejor se lleva con EE.UU.
Sin duda y al margen de un cronograma aún no definitivo, la restructuración de deudas en cese selectivo de pagos tiende a politizarse. En ese plano, la inesperada confirmación de John Snow como secretario de Hacienda y la presumible de John Taylor, subsecretario de asuntos internacionales, no modifica la actitud hacia Argentina.
Mientras tanto, Michael Mussa –ex analista jefe del FMI y experto en su densa interna- cree que los retrasos en el canje “no son accidentales y responden a una novedosa estrategia argentina para seguir desgastando a los acreedores y sus presuntos representantes”. En similar postura un ex titular del banco central local, Mario Bléjer, estima que “el mercado precisa algo más de tiempo para darse cuenta de que la oferta no se mejorará. Sea como fuere, la adhesión será relativamente alta”.
Similar impresión tiene el chileno Claudio Lóser, nunca un amigo de Argentina. “Cuanto más tiempo transcurra, más temor tendrán los bonistas de quedarse con las manos vacías”, opina, aunque no le parezca que Buenos Aires se retrase a propósito. Pero un “duro” como Frederick Bergsten (Institute for International Economy, Washington) también sospecha una maniobra “política” de Buenos Aires.
Volviendo a las presuntas gestiones en España, durante el fin de semana algunos medios decían, por su cuenta, que involucraban a la corona. Obviamente, la idea era instalar el tema y dar lugar a inevitables desmentidas, también periodísticas. Mientras tanto, resurgía la posibilidad de contar al Bank of New York para timonear el canje, pues la entidad trata de remedar su propio “faux pas”.
Siguiendo ejemplos como el malayo o el tai, Argentina estudia saldar deudas con el Fondo Monetario. Por supuesto, esto les hace poca gracia a los “bonistas” –ya hay reacciones destempladas- y a la alta burocracia de la propia entidad. En el plano local, ya se editorializa contra el pago anticipado.
El esquema de Roberto Lavagna está discutiéndose con otros funcionarios, unas pocas bancas globales y colegas de tres o cuatro países. Parte de una realidad objetiva: el colapso de los mecanismos creados en Bretton Woods hace sesenta años e iniciado cuando, en 1971, Estados Unidos suspendió “sine die” la convertibilidad dólar-oro.
Luego, a medida como los elencos del FMI iban siendo dominados por gente afín a la gran banca comercial –básicamente, anglosajona y holandesa-, el organismo dejó de lado su papel fundacional y acabó convirtiéndose en agente de cobranzas por cuenta del sector financiero privado, que prestaba a deudores soberanos sin fijarse en los riesgos. Entretanto, los acreedores públicos optaban por esquemas como el “club de París”. En vez de prevenir estados de insolvencia, el Fondo los deja llegar a lo insostenible (Argentina 1996/2001, crisis sistémica global 1997/8) imponiendo recetas procíclicas en lugar de medidas anticlícas.
La propuesta argentina se haría una vez cerrado el canje de deuda privada y su objeto explícito es simple: dejar de depender del Fondo, sus exigencias y su incumplimiento de acuerdos formales. Así ocurre con el suscrito en septiembre de 2003, cuya tercera revisión se “congeló” para presiones en favor de los “bonistas”, pese a haberse sobrecumplido las metas.
Al respecto, expertos locales y del exterior no creen atinado haber elegido a la esposa de Néstor Kirchner y a Alberto Fernández, jefe de gabinete, para explicar la idea en España. De inmediato, eso hizo sospechar que se buscaba la cooperación de ese gobierno para presionar a Rodrigo Rato, director gerente del FMI.
Pero hay tensiones entre Washington -socio dominante de la entidad- y Madrid. También existe poca compatibilidad entre José Luis Rodríguez Zapatero y Rato, muy allegado a José María Aznar. Por otra parte, Rato debe seguir los lineamientos estadounidenses y, en ese plano, sería más conveniente apelar a los buenos oficios de la Casa Blanca. En particular, porque el gobierno de George W.Bush es hostil al Fondo, pero viene mostrando buena disposición hacia Buenos Aires.
Cabe acotar que, dejando a un lado las genuflexiones de Jorge Batlle –mandatario uruguayo saliente- o la repentina derechización de su sucesor (Tabaré Vázquez ha entregado la cartera de Industria y Energía a un ex gerente general de ChrevronTexaco y jefe del “lobby” norteamericano), Argentina es hoy por hoy el componente del Mercosur que mejor se lleva con EE.UU.
Sin duda y al margen de un cronograma aún no definitivo, la restructuración de deudas en cese selectivo de pagos tiende a politizarse. En ese plano, la inesperada confirmación de John Snow como secretario de Hacienda y la presumible de John Taylor, subsecretario de asuntos internacionales, no modifica la actitud hacia Argentina.
Mientras tanto, Michael Mussa –ex analista jefe del FMI y experto en su densa interna- cree que los retrasos en el canje “no son accidentales y responden a una novedosa estrategia argentina para seguir desgastando a los acreedores y sus presuntos representantes”. En similar postura un ex titular del banco central local, Mario Bléjer, estima que “el mercado precisa algo más de tiempo para darse cuenta de que la oferta no se mejorará. Sea como fuere, la adhesión será relativamente alta”.
Similar impresión tiene el chileno Claudio Lóser, nunca un amigo de Argentina. “Cuanto más tiempo transcurra, más temor tendrán los bonistas de quedarse con las manos vacías”, opina, aunque no le parezca que Buenos Aires se retrase a propósito. Pero un “duro” como Frederick Bergsten (Institute for International Economy, Washington) también sospecha una maniobra “política” de Buenos Aires.
Volviendo a las presuntas gestiones en España, durante el fin de semana algunos medios decían, por su cuenta, que involucraban a la corona. Obviamente, la idea era instalar el tema y dar lugar a inevitables desmentidas, también periodísticas. Mientras tanto, resurgía la posibilidad de contar al Bank of New York para timonear el canje, pues la entidad trata de remedar su propio “faux pas”.