“¿Por qué autorizó la oferta pública accionaria de Banca Popolare Italiana sobre Banca Antoniana Popolare Veneta, si la conducción de la primera estaba siendo investigada por la Commissione Nazionale Per Società e Borse e inspectores de la propia Banca d’Italia tenían serias dudas sobre la fiabilidad de quienes manejan BPI?”. Con esta pregunta empezó el miércoles una tensa reunión, en Francfort, entre Jean-Claude Trichet (presidente del BCE) y Fazio.
A esa altura, el “eurosistema” –o sea los veinticinco bancos centrales de la Unión Europea- había excluido de sus encuentros a Fazio. En Italia, éste sólo cuenta con el respaldo de viejos amigos y la jerarquía eclesiástica. Una larga historia de escándalos financieros no obsta para que varios obispos comprometan inclusive al papado en la defensa del banquero.
En lo tocante al “eurosistema”, cabe aclarar que es un grupo informal. No debe confundirse con la Eurozona, o sea los doce adherentes a la moneda única y, por ende, miembros del BCE.
En el frente interno, queda claro que el gobierno ya no quiere saber nada de Fazio ni sus ruedas de molino. “Han pasado meses y no hay una sola señal de auto reforma. Banca d’Italia debe cambiar, sí o sí”, manifestaba el miércoles Domenico Siniscalco, titular de economía y virtual vocero a Giulio Tremonti, viceprimer ministro.
Por su parte, la fiscalía romana vuelve a indagar a Nicola Stabile y Giampiero Longo, jefe y sub-jefe de inspectores en el banco central que denunciaron las irregularidades de Fazio. Pero, en el caso de la justicia, las investigaciones no se limitan a maniobras de BPI (o sea, Giampiero Fiorani y sus amigos) sobre AntonVeneta. También hacen a la toma de Banca Nazionale del Lavoro por la aseguradora Unipol y su jefe, Giovanni Consorte.
“¿Por qué autorizó la oferta pública accionaria de Banca Popolare Italiana sobre Banca Antoniana Popolare Veneta, si la conducción de la primera estaba siendo investigada por la Commissione Nazionale Per Società e Borse e inspectores de la propia Banca d’Italia tenían serias dudas sobre la fiabilidad de quienes manejan BPI?”. Con esta pregunta empezó el miércoles una tensa reunión, en Francfort, entre Jean-Claude Trichet (presidente del BCE) y Fazio.
A esa altura, el “eurosistema” –o sea los veinticinco bancos centrales de la Unión Europea- había excluido de sus encuentros a Fazio. En Italia, éste sólo cuenta con el respaldo de viejos amigos y la jerarquía eclesiástica. Una larga historia de escándalos financieros no obsta para que varios obispos comprometan inclusive al papado en la defensa del banquero.
En lo tocante al “eurosistema”, cabe aclarar que es un grupo informal. No debe confundirse con la Eurozona, o sea los doce adherentes a la moneda única y, por ende, miembros del BCE.
En el frente interno, queda claro que el gobierno ya no quiere saber nada de Fazio ni sus ruedas de molino. “Han pasado meses y no hay una sola señal de auto reforma. Banca d’Italia debe cambiar, sí o sí”, manifestaba el miércoles Domenico Siniscalco, titular de economía y virtual vocero a Giulio Tremonti, viceprimer ministro.
Por su parte, la fiscalía romana vuelve a indagar a Nicola Stabile y Giampiero Longo, jefe y sub-jefe de inspectores en el banco central que denunciaron las irregularidades de Fazio. Pero, en el caso de la justicia, las investigaciones no se limitan a maniobras de BPI (o sea, Giampiero Fiorani y sus amigos) sobre AntonVeneta. También hacen a la toma de Banca Nazionale del Lavoro por la aseguradora Unipol y su jefe, Giovanni Consorte.