Pero el cambio en las fuentes utilizadas para cubrir el bache fiscal eleva la carga de intereses. En primer lugar, los que debe afrontar el Tesoro cada vez que emite deuda. A esto se suma, una política monetaria contractiva para contener la inflación que obliga al BCRA a pagar una tasa de interés elevada y esterilizar la liquidez excedente en un contexto donde aún persiste la dominancia fiscal.
Si al déficit primario del sector público nacional del año pasado le sumamos el pago de intereses neto intra-sector público y el resultado cuasi-fiscal del BCRA, el rojo global del sector público ascendería a 7,6% del PBI, trepando 1,3 puntos porcentuales respecto de 2015.
El giro de la política fiscal
La reducción del déficit primario se encuentra entre las prioridades del gobierno actual. Con los gastos creciendo sostenidamente por sobre los ingresos en los últimos años, el resultado primario del sector público nacional se deterioró progresivamente, pasando de un saldo equilibrado en 2010, a un déficit de 3,7% en 2015 (estimación propia utilizando la metodología actual). Pero además de la tendencia creciente del rojo fiscal, su financiamiento vía emisión monetaria consolidó el preocupante proceso inflacionario existente. Y contener la suba de precios es otro de los temas claves para este gobierno.
El desafío del Ejecutivo, por lo tanto, es doble. Por un lado, mostrar un mayor equilibrio de las cuentas públicas, que sea sostenible en el tiempo (difícilmente se consiga financiamiento si en el corto plazo el rojo fiscal no comienza a achicarse). Por el otro, reducir la asistencia del Banco Central (BCRA) al Tesoro obteniendo fuentes genuinas de financiamiento (reemplazar emisión monetaria por deuda).
Frente a esta cruzada, pero con el desafío a su vez de atender múltiples frentes económicos (mejorar la competitividad externa, reducir la presión tributaria y evitar el deterioro de los ingresos de los sectores más vulnerables), en 2016 el déficit primario creció 0,6 puntos porcentuales como porcentaje del PBI (llegó a 4,3% del producto) y para este año la reducción del rojo sería marginal (-4,2% del PBI, de acuerdo a la meta oficial). El sendero descendente comenzaría entonces recién en 2018, con una baja de un punto porcentual por año.
Por su parte, los giros del BCRA al Tesoro siguieron presentes en 2016 (entre adelantos transitorios y utilidades el Central transfirió cerca de $ 160.000 millones el año pasado), pero las nuevas autoridades del BCRA se comprometieron desde el comienzo de su gestión a reducir este monto nominal, de forma tal de licuar el peso de la emisión monetaria en el financiamiento del déficit.
No hay duda de que la señal de una reducción (gradual) del déficit primario es fundamental para consolidar la confianza del mercado. Asimismo, no hay política antiinflacionaria exitosa si el Central no limita la emisión para financiar el déficit. Sin embargo, el cambio de política económica tiene implicancias sobre la dinámica económica: el gobierno anterior financiaba su rojo a través de la emisión monetaria (denominado “impuesto inflacionario”), bajo el esquema actual esta carga se vuelve explícita a través del pago de intereses, ya sea los que debe afrontar el Tesoro cada vez que emite deuda o los que paga el BCRA para revertir la suba de los precios.