El problema es que los bancos involucrados en la ola de ofertas representan más de € 5.000 millones en facturación, umbral que define la intervención de Bruselas. Por ejemplo, las propuestas de Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), por 86,25% de Banca Nazionale del Lavoro, y de ABN Amro por 87,3% de Banca Popolare Antoniana Veneta (BPAV) superan de lejos esa cifra.
Por su parte, Antonio Fazio (Banca d’Italia, o sea el central), puede solicitar una especie de “autoridad de arbitraje delegada”, invocando “la necesidad de tutelar los equilibrios del sistema interno”. En tal caso, el emisor podría aducir tres motivos: seguridad financiera pública, pluralismo y estabilidad del mercado.
Durante doce años al frente del banco central, Fazio ha logrado contener la banca extranjera, aun la de la Eurozona (los doce adherentes a la moneda común). Una de sus estrategias, quizá sobreactuada, fue la promoción de “megabancos” vía F&A, a veces in tener presentes las debilidades congénitas de los banqueros y empresarios italianos. Hoy, arrecian las presiones para “europeizar” el negocio financiero peninsular.
Pero la fase actual parece mucho más intensa que anteriores. Para empezar, el español BBVA –segundo en su país- anticipó una oferta de € 7.000 millones por BNL, sexto banco local en activos. Días antes, el holandés ABN Amro –de suyo fruto de una megafusión- informó a Fazio que pensaba ofrecer un monto algo superior para quedarse con el resto de BPAV, novena entidad itálica.
Según la ley, ninguna institución del exterior puede controlar más de 15% de una banca local. Este límite ha hecho que el alemán Commerzbank suspendiese el proyecto de elevar su participación en Banca Intesa, donde sólo tiene 3,4%, contra 18% de Crédit Agricole. Ese 3% adicional se debe a que el estado francés es accionista de CA (y de otros).
Sea como fuere, según muestran Banco Santander Central Hispano (BSCH) y su toma del británico Abbey National (€ 11.500 millones, 2004), avanza la tendencia a sociedades transfronterizas en la Unión Europea. Pero la de BCSH y AN involucra una entidad ajena a la Eurozona, algo que no ocurre en los casos italianos.
Fazio y sus enemigos políticos en el gobierno de Silvio Berlusconi comparten la misma alarma. ¿Por qué? Porque, detrás de los dos españoles, ABN Amro y quizá Commerzbank asoman ING Groep (otro holandés) y Deutsche Bank. El peligro no se detiene ahí: gigantes globales como Citigroup, JP Morgan Chase, Merrill Lyncho, Goldman Sachs o BankAmerica aguardan en gateras. Italia no sólo es tentadora, sino que parece fácil: aun tras varias fusiones, ninguna banca grande figura entre los diez mayores grupos financieros europeos.
Por supuesto, la dirigencia italiana se pregunta, no sin buenas razones, para qué le harían falta al país entidades tan desmesuradas como incontrolables. Máxime viendo los resultados de los “superbancos” alemanes o los problemas que vive el mismísimo Citigroup.
El problema es que los bancos involucrados en la ola de ofertas representan más de € 5.000 millones en facturación, umbral que define la intervención de Bruselas. Por ejemplo, las propuestas de Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), por 86,25% de Banca Nazionale del Lavoro, y de ABN Amro por 87,3% de Banca Popolare Antoniana Veneta (BPAV) superan de lejos esa cifra.
Por su parte, Antonio Fazio (Banca d’Italia, o sea el central), puede solicitar una especie de “autoridad de arbitraje delegada”, invocando “la necesidad de tutelar los equilibrios del sistema interno”. En tal caso, el emisor podría aducir tres motivos: seguridad financiera pública, pluralismo y estabilidad del mercado.
Durante doce años al frente del banco central, Fazio ha logrado contener la banca extranjera, aun la de la Eurozona (los doce adherentes a la moneda común). Una de sus estrategias, quizá sobreactuada, fue la promoción de “megabancos” vía F&A, a veces in tener presentes las debilidades congénitas de los banqueros y empresarios italianos. Hoy, arrecian las presiones para “europeizar” el negocio financiero peninsular.
Pero la fase actual parece mucho más intensa que anteriores. Para empezar, el español BBVA –segundo en su país- anticipó una oferta de € 7.000 millones por BNL, sexto banco local en activos. Días antes, el holandés ABN Amro –de suyo fruto de una megafusión- informó a Fazio que pensaba ofrecer un monto algo superior para quedarse con el resto de BPAV, novena entidad itálica.
Según la ley, ninguna institución del exterior puede controlar más de 15% de una banca local. Este límite ha hecho que el alemán Commerzbank suspendiese el proyecto de elevar su participación en Banca Intesa, donde sólo tiene 3,4%, contra 18% de Crédit Agricole. Ese 3% adicional se debe a que el estado francés es accionista de CA (y de otros).
Sea como fuere, según muestran Banco Santander Central Hispano (BSCH) y su toma del británico Abbey National (€ 11.500 millones, 2004), avanza la tendencia a sociedades transfronterizas en la Unión Europea. Pero la de BCSH y AN involucra una entidad ajena a la Eurozona, algo que no ocurre en los casos italianos.
Fazio y sus enemigos políticos en el gobierno de Silvio Berlusconi comparten la misma alarma. ¿Por qué? Porque, detrás de los dos españoles, ABN Amro y quizá Commerzbank asoman ING Groep (otro holandés) y Deutsche Bank. El peligro no se detiene ahí: gigantes globales como Citigroup, JP Morgan Chase, Merrill Lyncho, Goldman Sachs o BankAmerica aguardan en gateras. Italia no sólo es tentadora, sino que parece fácil: aun tras varias fusiones, ninguna banca grande figura entre los diez mayores grupos financieros europeos.
Por supuesto, la dirigencia italiana se pregunta, no sin buenas razones, para qué le harían falta al país entidades tan desmesuradas como incontrolables. Máxime viendo los resultados de los “superbancos” alemanes o los problemas que vive el mismísimo Citigroup.