Días antes, Grasso se negaba a restituir un centavo, arguyendo que eso equivaldría a “repudiar todo un proceso” que resultó en US$ 187.500.000 por cuatro años de labor. Eso significaba US$ 46.875.000 anuales por hacer de presidente y director ejecutivo en la Bolsa de Nueva York (1999-2002).
Nuevos documentos, difundidos ayer, indican que el comité remuneratorio del NYSE ignoraba montos y detalles de los pagos percibidos por Grasso. Aunque se tratara de sumas muy superiores a las cobradas por CEO de bancos como Citigroup o de firmas de valores como Merrill Lynch y Goldman Sachs. Tampoco sabían que las transferencias a su fondo jubilatorio sextuplicaban las de otros ejecutivos bursátiles.
El cuadro es “francamente escandaloso, por momentos difícil de creer”, señalaban medios especializados en Gran Bretaña (“Financial Times”), Suiza (“Neue Zürcher Zeitung”) y Alemania (“Frankfurter Allgemeine Zeitung”). Sólo en aportes diferidos a su fondo de pensión, Grasso recibió US$ 139.500.000. “Lo malo es que, en el directorio que dejó pasar esas cosas, figurasen autoridades de bancas inversoras y firmas de valores”, apuntaba Louis Dobbs (CNN).
Por supuesto, ahora aparecen disidencias internas en la junta directa y el comité remuneratorio, donde ya se pide la renuncia de Grasso (cuyo contrato fue renovado para el lapso 2003-7) y otros ejecutivos. Entretanto, William Donaldson (Securities & Exchange Commission) contempla alguna forma de intervención en lo que es ya un conflicto de intereses.
Algunos miembros de la junta plantean que Grasso restituya casi todo, salvo los US$ 2.400.000 anuales en concepto de sueldo y aguinaldo. Este grupo abarca Philip Purcell (CEO de Morgan Stanley), William Harrison (ídem de JP Morgan Chase) y Henry Paulson (ídem de Goldman Sachs). Otro grupo preferiría dejar en suspenso el nuevo contracto, hasta que el futuro de Grasso quedase definido.
Varios funcionarios bursátiles, que pidieron no ser identificados, revelaron que –ya en agosto- varios directivos sugerían “rever la situación de Grasso para prevenir impactos negativos en el mercado y la opinión pública”. Pero la junta había caído en su propia trampa: la renovación del contrato.
Antecesor mediato de Grasso al frente del NYSE, Donaldson no pudo menos que recordar su propia paga: US$ 6.800.000 por el cuadrienio 1991-4. Entre las retribuciones más objetables aparece un bono por US$ 5.000.000 que premiaba “la conducta de Grasso tras el ataque terrorista contra Manhattan” (septiembre de 2001). Si fue un héroe, solo Arnold Schwarzenegger resulta más caro”, ironizaba el falso locutor de noticias que trabaja en “Saturday Night Live”. Lo curioso de todo esto, entretanto, es el silencio sobre el tema imperante en medios latinoamericanos.
Días antes, Grasso se negaba a restituir un centavo, arguyendo que eso equivaldría a “repudiar todo un proceso” que resultó en US$ 187.500.000 por cuatro años de labor. Eso significaba US$ 46.875.000 anuales por hacer de presidente y director ejecutivo en la Bolsa de Nueva York (1999-2002).
Nuevos documentos, difundidos ayer, indican que el comité remuneratorio del NYSE ignoraba montos y detalles de los pagos percibidos por Grasso. Aunque se tratara de sumas muy superiores a las cobradas por CEO de bancos como Citigroup o de firmas de valores como Merrill Lynch y Goldman Sachs. Tampoco sabían que las transferencias a su fondo jubilatorio sextuplicaban las de otros ejecutivos bursátiles.
El cuadro es “francamente escandaloso, por momentos difícil de creer”, señalaban medios especializados en Gran Bretaña (“Financial Times”), Suiza (“Neue Zürcher Zeitung”) y Alemania (“Frankfurter Allgemeine Zeitung”). Sólo en aportes diferidos a su fondo de pensión, Grasso recibió US$ 139.500.000. “Lo malo es que, en el directorio que dejó pasar esas cosas, figurasen autoridades de bancas inversoras y firmas de valores”, apuntaba Louis Dobbs (CNN).
Por supuesto, ahora aparecen disidencias internas en la junta directa y el comité remuneratorio, donde ya se pide la renuncia de Grasso (cuyo contrato fue renovado para el lapso 2003-7) y otros ejecutivos. Entretanto, William Donaldson (Securities & Exchange Commission) contempla alguna forma de intervención en lo que es ya un conflicto de intereses.
Algunos miembros de la junta plantean que Grasso restituya casi todo, salvo los US$ 2.400.000 anuales en concepto de sueldo y aguinaldo. Este grupo abarca Philip Purcell (CEO de Morgan Stanley), William Harrison (ídem de JP Morgan Chase) y Henry Paulson (ídem de Goldman Sachs). Otro grupo preferiría dejar en suspenso el nuevo contracto, hasta que el futuro de Grasso quedase definido.
Varios funcionarios bursátiles, que pidieron no ser identificados, revelaron que –ya en agosto- varios directivos sugerían “rever la situación de Grasso para prevenir impactos negativos en el mercado y la opinión pública”. Pero la junta había caído en su propia trampa: la renovación del contrato.
Antecesor mediato de Grasso al frente del NYSE, Donaldson no pudo menos que recordar su propia paga: US$ 6.800.000 por el cuadrienio 1991-4. Entre las retribuciones más objetables aparece un bono por US$ 5.000.000 que premiaba “la conducta de Grasso tras el ataque terrorista contra Manhattan” (septiembre de 2001). Si fue un héroe, solo Arnold Schwarzenegger resulta más caro”, ironizaba el falso locutor de noticias que trabaja en “Saturday Night Live”. Lo curioso de todo esto, entretanto, es el silencio sobre el tema imperante en medios latinoamericanos.