En general analistas de países en desarrollo dudan de que Lamy pueda –o quiera- llevar a buen puerto las negociaciones globales para abrir mercados, elimintar tarifas y acabar con subsidios. El técnico (58 años) superó al candidato uruguayo Carlos Pérez Castillo, con el apoyo de las economías centrales y su clientela de países menores.
Como Jean-paul Trciher, actual presidente del Banco Central Europeo, Lamy guarda un cadáver en el armario. Antes de llegar a la Comisión Europea (2001), estuvo a carrgo de privatizar el banco francés Crédit Lyonnais. Ahí quedó envuelto, junto con Trichet, en un escándalo asociado a pérdidas por €20.000 millones. El desprocesamiento de ambos, para ocupar cargos en exterior, fue necesario a la estrategia del gobierno de turno e impidió conocer la verdad.
El nuevo presidente de la OMC deberá afrontar la realidad en noviembre, durante el plenario programado en Hongkong. Esta reunión debiera subsanar el fracaso de Cancún y salvar la ronda Dohá. Entretanto, la entidad tendrá que arbitar el caso más delicado en su existencia: el litigio entre Airbus (o sea, la CE) y Boeing (apoyada por el gobierno estadounidense) en torno de subsidios, ventajas y otras prebendas.
Por supuesto, la alta burocracia de la OMC aplaude la designación, pues Lamy es uno de ellos y se ocupará de proveer una liberalización de comercio que no perturbe a las potencias centrales. Por supuesto, nadie cree que el futuro presidente (asume el 1 de septiembre) se tome muy en serio eso de reducir la brecha entre ricos y pobres.
Ya al ser elegido, el alto funcionario recalcó que “entre los principales retos que afronta la OMC figuran China, India y su impacto en el comercio internacional”. Léase, las presiones de Estados Unidos y la UE contra la competencia de exportaciones provenientes de Asia oriental y meridional.
En general analistas de países en desarrollo dudan de que Lamy pueda –o quiera- llevar a buen puerto las negociaciones globales para abrir mercados, elimintar tarifas y acabar con subsidios. El técnico (58 años) superó al candidato uruguayo Carlos Pérez Castillo, con el apoyo de las economías centrales y su clientela de países menores.
Como Jean-paul Trciher, actual presidente del Banco Central Europeo, Lamy guarda un cadáver en el armario. Antes de llegar a la Comisión Europea (2001), estuvo a carrgo de privatizar el banco francés Crédit Lyonnais. Ahí quedó envuelto, junto con Trichet, en un escándalo asociado a pérdidas por €20.000 millones. El desprocesamiento de ambos, para ocupar cargos en exterior, fue necesario a la estrategia del gobierno de turno e impidió conocer la verdad.
El nuevo presidente de la OMC deberá afrontar la realidad en noviembre, durante el plenario programado en Hongkong. Esta reunión debiera subsanar el fracaso de Cancún y salvar la ronda Dohá. Entretanto, la entidad tendrá que arbitar el caso más delicado en su existencia: el litigio entre Airbus (o sea, la CE) y Boeing (apoyada por el gobierno estadounidense) en torno de subsidios, ventajas y otras prebendas.
Por supuesto, la alta burocracia de la OMC aplaude la designación, pues Lamy es uno de ellos y se ocupará de proveer una liberalización de comercio que no perturbe a las potencias centrales. Por supuesto, nadie cree que el futuro presidente (asume el 1 de septiembre) se tome muy en serio eso de reducir la brecha entre ricos y pobres.
Ya al ser elegido, el alto funcionario recalcó que “entre los principales retos que afronta la OMC figuran China, India y su impacto en el comercio internacional”. Léase, las presiones de Estados Unidos y la UE contra la competencia de exportaciones provenientes de Asia oriental y meridional.