Un símbolo de las atrocidades nazis, en bancarrota

IG Farben, gigante químico otrora al servicio del III Reich, acaba de presentarse en bancarrota. Era el último “dinosaurio” y quedará en la historia por el “Zyklon B”, empleado en las cámaras de gas colectivas.

11 noviembre, 2003

Su inexplicable sobrevivencia se vio plagada, desde hace varios años, por
aprietos económicos y financieros. En lo formal, la actual sociedad IG
Farben (“farben” significa anilinas en este caso) es sucesora de la
que trabajó para Adolf Hitler y su régimen.

Su producto más conocido era el “Zyklom B”, un gas desarrollado
para exterminar gente en grandes campos de concentración. Judíos,
en particular; pero también eslavos, latinos y gitanos. El coloso era
rentable, pese a una decadencia iniciada en 1933, porque -desde la “Kristallnacht”
(1938)- su mano de obra incluía millares de judíos, explotados
casi siempre hasta la muerte.

En Auschwitz (Oswiecim), IG Farben operaba, de paso, una de las plantas más
modernas de goma sintética, con 30.000 esclavos. Así lo recordaba
el escritor italiano Primo Levì, uno de los escasos sobrevivientes.

La empresa misma era resultado de la famosa hiperinflación germana de
1920/3 pues, en 1925, surge como escisión de un inmenso grupo químico
estatal. Los juicios de Núremberg involucraron a sus principales ejecutivos
y, después, buena parte de las actividades se transfirió a BASF,
Bayer y Hoechst.

Pero la controlante de posguerra fue Degesch, a su vez manejada por Degussa
(vinculada también al comercio de metales y piedras preciosas). Pero
¿qué hacia Degussa antes de la derrota nazi? Simple: vendía
“Zyklon B” a los gobiernos de Alemania y territorios ocupados. También
se encargaba de distribuirlo a los “läger”.

Su inexplicable sobrevivencia se vio plagada, desde hace varios años, por
aprietos económicos y financieros. En lo formal, la actual sociedad IG
Farben (“farben” significa anilinas en este caso) es sucesora de la
que trabajó para Adolf Hitler y su régimen.

Su producto más conocido era el “Zyklom B”, un gas desarrollado
para exterminar gente en grandes campos de concentración. Judíos,
en particular; pero también eslavos, latinos y gitanos. El coloso era
rentable, pese a una decadencia iniciada en 1933, porque -desde la “Kristallnacht”
(1938)- su mano de obra incluía millares de judíos, explotados
casi siempre hasta la muerte.

En Auschwitz (Oswiecim), IG Farben operaba, de paso, una de las plantas más
modernas de goma sintética, con 30.000 esclavos. Así lo recordaba
el escritor italiano Primo Levì, uno de los escasos sobrevivientes.

La empresa misma era resultado de la famosa hiperinflación germana de
1920/3 pues, en 1925, surge como escisión de un inmenso grupo químico
estatal. Los juicios de Núremberg involucraron a sus principales ejecutivos
y, después, buena parte de las actividades se transfirió a BASF,
Bayer y Hoechst.

Pero la controlante de posguerra fue Degesch, a su vez manejada por Degussa
(vinculada también al comercio de metales y piedras preciosas). Pero
¿qué hacia Degussa antes de la derrota nazi? Simple: vendía
“Zyklon B” a los gobiernos de Alemania y territorios ocupados. También
se encargaba de distribuirlo a los “läger”.

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