Un negocio de US$ 250 mil millones

Tan multimillonario es el negocio farmacéutico que en Estados Unidos muchas ONG se dedican a analizar con lupa lo que los laboratorios dicen sobre las virtudes de un nuevo fármaco. Procuran separar virtudes concretas de cháchara marketinera.

26 agosto, 2005

Kaiser permanente es una ONG californiana que combina una ONG dedicada casi
exclusivamente a la investigación médica y farmacológica
con una organización de medicina privada. Su doble entidad dio lugar
recientemente a un enfrentamiento entre el gran laboratorio farmacológico
Eli Lilly y Co. y una de las especialistas de los equipos médicos de
Kaiser. El incidente comenzó cuando Eli Lilly pidió a Kaiser Permanente
que recomiende su nuevo antidepresivo y la tarea de analizar los estudios que
demostraban su eficacia fue encomendada a Debbie Kubota.

Dos estudios publicados en revistas de psiquiatría describían
el nuevo fármaco, Cymbalta – como “superior” a los anteriores
antidepresivos Prozac y Paxil. La doctora Kubota no se contentó con esos
comentarios y comenzó a investigar por su cuenta. Con su formación
de farmacéutica, observó que en ambos estudios los pacientes que
mejor habían andado con Cymbalta habían recibido una dosis más
alta del medicamento de lo que recomendaban las instrucciones del envase. Además,
aunque los dos estudios mencionaban la superioridad de Cymbalta en su resumen
preliminar, más abajo se observaba que los estudios no estaban diseñados
para mostrar si una droga era mejor que la otra.

La conclusión a la que arribó Kubota fue que la supuesta superioridad
era resultado de pura especulación. Redactó un informe negativo
a las comisiones médicas de Kaiser, quienes coincidieron con ella y acordaron
no aceptar que Cymbalta fuera incluida en la lista de sus fármacos recomendados
en sus dos mayores regiones, California del Norte y del Sur.

Como el costo de desarrollar un fármaco en Estados Unidos ronda los US$
250.000 millones al año, los laboratorios farmacéuticos se ven
ante la necesidad de luchar contra una nueva raza de detectives, que son especialistas
dedicados a tratar de dilucidar cuánto de cierto hay en las promesas
de los fabricantes y cuánto es espuma marketinera. Organizaciones como
Kaiser, que trabajan para aseguradoras, hacen el trabajo de verdaderos detectives
al leer los estudios que se publican en las revistas médicas. Buscan
los aspectos más sutiles del diseño de las pruebas clínicas
que podrían mostrar que los fármacos no son lo que dicen ser.

Otra ONG, The Cochrane Collaboration, también se dedica a analizar la
calidad de los estudios y colecciona los que considera buenos. Tiene un equipo
de 7.500 revisores, casi todos médicos y académicos. Otra es la
llamada Drug Effectiveness Review Project, que emite informes con resúmenes
de todos los estudios en una determinada área de tratamientos y suele
criticar estudios individuales por frecuentes descuidos de control y alta tasa
de abandono.

Hay revistas que están tratando de ayudar a los lectores a descubrir
los mensajes de marketing que se deslizan entre los datos científicos.
En Kaiser, por ejemplo, los directivos explican que con su labor están
ahorrando mucho dinero vetando algunos estudios y asegurándose de elegir
los fármacos que mejor funcionan.
En el bando de enfrente, los médicos que trabajan para los laboratorios
farmacéuticos, dicen que personas como Kubota trabajan para dar a las
aseguradoras y al servicio nacional de salud una excusa para que los pacientes
no utilicen trabamientos buenos, pero caros.

Doug Williamson, psiquiatra investigador de Lilly, dice que Cymbalta es bueno
para tratar dolorosos síntomas físicos que a veces acompañan
la depresión, y que los pacientes y médicos deben tener acceso
a diferentes opciones. En Kaiser los paneles de equipos médicos son los
que toman la decisión final sobre incluir o excluir a un tratamiento
de su formulario o lista de drogas preferidas, pero para esa decisión
confían en los informes que prepara el personal de profesionales dedicados.
Son los que estudian las evidencias medicas presentadas y sep convierten así
en poderosos guardianes de los seis millones de los miembros de Kaiser.

La doctora Kubota tiene 26 años en Kaiser, tiene un doctorado en farmacia
y hace todos los esfuerzos posibles por mantenerse ella misma y sus colegas
fuera de la influencia de las empresas cuyos productos deben evaluar. Para concertar
una cita con ella, el representante de una empresa farmoquímica debe
llenar un formulario indicando quién irá, de qué va a hablar
y por qué la información no puede enviarse en forma escrita. No
se aceptan ni lapiceras de regalo, ni tazas con loco ni nada que se le parezca.
La tarjeta comercial de Kubota no muestra su teléfono directo.

Ella misma cuenta que cuando comenzó en este trabajo en 1997, sólo
leía los resúmenes que precedían los estudios presentados.
. “Era muy cándida al suponer que todo estaba allí. Hoy toma
nota de todos los detalles que no aparecen en el resumen y comienza su propia
investigación.

En 1997 comenzó a seguir los pasos de Cymbalta, el antidepresivo de Lilly
que altera la presencia de dos productos químicos en el cerebro. Su competidor
directo es Effexor, un fármaco de Wyeth que hace algo muy parecido. Cymbalta
también compite con otros fármacos más viejos, incluido
el Prozac, de Lilly. Prozac perdió la protección de patente en
2001 y ahora cuesta 26 centavos la cápsula en forma genérica frente
a US$ 3 la cápsula de Cymbalta, que ya fue aprobada por la FDA.

Para ayudar a decidir si Kaiser debería o no incluir la nueva droga en
la lista de antidepresivos recomendados, ella cuenta que se dedicó a
tratar de responder dos sencillas preguntas: ¿tiene alguna ventaja frente
a otros agentes existentes en el tratamiento de la depresión? ¿Qué
valor agregado tiene?”

En el dossier de 133 páginas presentado por Lilly con todos los artículos
referidos a la investigación, uno de esos artículos decía
que Cymbalta es más “eficaz” y demostraba ser “numéricamente
superior” al Prozac en el tratamiento de la depresión. Otro artículo,
publicado en el Journal of Clinical Psychopharmacology, decía en su resumen
de una dosis diaria de 80 miligramos parecía “superior” al
Paxil de GlaxoSmithKline.
En su análisis exhaustivo de todos los documentos presentados, Kubota
advirtió, entre otras cosas, que las pruebas no habían sido diseñadas
para comparar Cymbalta con Prozac. También, que la dosis de Cymbalta
era más alta que la de Prozac. Dedujo que la comparación no era
justa.

El estudio que comparaba Cymbalta con Paxil planteó objeciones similares.
Dosis diferentes administradas a dos grupos de pacientes. Pero al final el artículo
que relataba el experimento aclaraba que el objetivo principal del estudio no
era comparar ambos medicamentos, por lo cual las conclusiones eran tentativas….
pues dosis más altas de Paxil podrían haber demostrado ser más
eficaces.

Algunos de los estudios de Cymbalta habían usado métodos estadísticos
poco usuales para explicar los pacientes que abandonaban el tratamiento a la
mitad.

En su análisis de 24 páginas, dice que Lilly necesitaba más
evidencia antes de poder probar que Cymbalta era superior a los otros productos
con los que se lo comparó. Tampoco encontró ventajas de precio.
Con esa información en mano, el comité de médicos de Kaiser
votó por no incluir al nuevo antidepresivo de Lilly en los formularios
de recomendados para California del Norte y del Sur.

Michael Detke, un médico de Lilly, dice que los estudios que analizó
la doctora Kubota no se proponían hacer comparaciones completas entre
Cymbalta y otros medicamentos como mostraban los artículos sino, en primer
lugar, cumplir con las exigencias de los entes reguladores. Las dosis se seleccionaron
antes de que la compañía hubiera encontrado la mejor dosis para
Cymbalta, aclaró. Con respecto al tipo de prueba – el de análisis
de número de personas que lo abandonan – fue elegida por considerársela
la mejor. Pero Lilly trató de aportar todos los descubrimientos significativos
con el viejo método”.

En los primeros seis meses de 2005 Cymbalta vendió en Estados Unidos
por valor de US$ 269 millones frente a US$ 1.290 millones en ventas de Effexor
XR, una forma de liberación extendida del fármaco. Eso coloca
a Cymbalta entre los primeros cinco antidepresivos en cuanto a ingresos.

En una conferencia celebrada el pasado mes de junio, Lilly dio a conocer muy
discretamente los resultados de dos pruebas cabeza-a-cabeza del tipo de los
que buscaba kubota. Mostraban que Cymbalta no era significativamente diferente
de Effexor para tratar la depresión.

Kaiser permanente es una ONG californiana que combina una ONG dedicada casi
exclusivamente a la investigación médica y farmacológica
con una organización de medicina privada. Su doble entidad dio lugar
recientemente a un enfrentamiento entre el gran laboratorio farmacológico
Eli Lilly y Co. y una de las especialistas de los equipos médicos de
Kaiser. El incidente comenzó cuando Eli Lilly pidió a Kaiser Permanente
que recomiende su nuevo antidepresivo y la tarea de analizar los estudios que
demostraban su eficacia fue encomendada a Debbie Kubota.

Dos estudios publicados en revistas de psiquiatría describían
el nuevo fármaco, Cymbalta – como “superior” a los anteriores
antidepresivos Prozac y Paxil. La doctora Kubota no se contentó con esos
comentarios y comenzó a investigar por su cuenta. Con su formación
de farmacéutica, observó que en ambos estudios los pacientes que
mejor habían andado con Cymbalta habían recibido una dosis más
alta del medicamento de lo que recomendaban las instrucciones del envase. Además,
aunque los dos estudios mencionaban la superioridad de Cymbalta en su resumen
preliminar, más abajo se observaba que los estudios no estaban diseñados
para mostrar si una droga era mejor que la otra.

La conclusión a la que arribó Kubota fue que la supuesta superioridad
era resultado de pura especulación. Redactó un informe negativo
a las comisiones médicas de Kaiser, quienes coincidieron con ella y acordaron
no aceptar que Cymbalta fuera incluida en la lista de sus fármacos recomendados
en sus dos mayores regiones, California del Norte y del Sur.

Como el costo de desarrollar un fármaco en Estados Unidos ronda los US$
250.000 millones al año, los laboratorios farmacéuticos se ven
ante la necesidad de luchar contra una nueva raza de detectives, que son especialistas
dedicados a tratar de dilucidar cuánto de cierto hay en las promesas
de los fabricantes y cuánto es espuma marketinera. Organizaciones como
Kaiser, que trabajan para aseguradoras, hacen el trabajo de verdaderos detectives
al leer los estudios que se publican en las revistas médicas. Buscan
los aspectos más sutiles del diseño de las pruebas clínicas
que podrían mostrar que los fármacos no son lo que dicen ser.

Otra ONG, The Cochrane Collaboration, también se dedica a analizar la
calidad de los estudios y colecciona los que considera buenos. Tiene un equipo
de 7.500 revisores, casi todos médicos y académicos. Otra es la
llamada Drug Effectiveness Review Project, que emite informes con resúmenes
de todos los estudios en una determinada área de tratamientos y suele
criticar estudios individuales por frecuentes descuidos de control y alta tasa
de abandono.

Hay revistas que están tratando de ayudar a los lectores a descubrir
los mensajes de marketing que se deslizan entre los datos científicos.
En Kaiser, por ejemplo, los directivos explican que con su labor están
ahorrando mucho dinero vetando algunos estudios y asegurándose de elegir
los fármacos que mejor funcionan.
En el bando de enfrente, los médicos que trabajan para los laboratorios
farmacéuticos, dicen que personas como Kubota trabajan para dar a las
aseguradoras y al servicio nacional de salud una excusa para que los pacientes
no utilicen trabamientos buenos, pero caros.

Doug Williamson, psiquiatra investigador de Lilly, dice que Cymbalta es bueno
para tratar dolorosos síntomas físicos que a veces acompañan
la depresión, y que los pacientes y médicos deben tener acceso
a diferentes opciones. En Kaiser los paneles de equipos médicos son los
que toman la decisión final sobre incluir o excluir a un tratamiento
de su formulario o lista de drogas preferidas, pero para esa decisión
confían en los informes que prepara el personal de profesionales dedicados.
Son los que estudian las evidencias medicas presentadas y sep convierten así
en poderosos guardianes de los seis millones de los miembros de Kaiser.

La doctora Kubota tiene 26 años en Kaiser, tiene un doctorado en farmacia
y hace todos los esfuerzos posibles por mantenerse ella misma y sus colegas
fuera de la influencia de las empresas cuyos productos deben evaluar. Para concertar
una cita con ella, el representante de una empresa farmoquímica debe
llenar un formulario indicando quién irá, de qué va a hablar
y por qué la información no puede enviarse en forma escrita. No
se aceptan ni lapiceras de regalo, ni tazas con loco ni nada que se le parezca.
La tarjeta comercial de Kubota no muestra su teléfono directo.

Ella misma cuenta que cuando comenzó en este trabajo en 1997, sólo
leía los resúmenes que precedían los estudios presentados.
. “Era muy cándida al suponer que todo estaba allí. Hoy toma
nota de todos los detalles que no aparecen en el resumen y comienza su propia
investigación.

En 1997 comenzó a seguir los pasos de Cymbalta, el antidepresivo de Lilly
que altera la presencia de dos productos químicos en el cerebro. Su competidor
directo es Effexor, un fármaco de Wyeth que hace algo muy parecido. Cymbalta
también compite con otros fármacos más viejos, incluido
el Prozac, de Lilly. Prozac perdió la protección de patente en
2001 y ahora cuesta 26 centavos la cápsula en forma genérica frente
a US$ 3 la cápsula de Cymbalta, que ya fue aprobada por la FDA.

Para ayudar a decidir si Kaiser debería o no incluir la nueva droga en
la lista de antidepresivos recomendados, ella cuenta que se dedicó a
tratar de responder dos sencillas preguntas: ¿tiene alguna ventaja frente
a otros agentes existentes en el tratamiento de la depresión? ¿Qué
valor agregado tiene?”

En el dossier de 133 páginas presentado por Lilly con todos los artículos
referidos a la investigación, uno de esos artículos decía
que Cymbalta es más “eficaz” y demostraba ser “numéricamente
superior” al Prozac en el tratamiento de la depresión. Otro artículo,
publicado en el Journal of Clinical Psychopharmacology, decía en su resumen
de una dosis diaria de 80 miligramos parecía “superior” al
Paxil de GlaxoSmithKline.
En su análisis exhaustivo de todos los documentos presentados, Kubota
advirtió, entre otras cosas, que las pruebas no habían sido diseñadas
para comparar Cymbalta con Prozac. También, que la dosis de Cymbalta
era más alta que la de Prozac. Dedujo que la comparación no era
justa.

El estudio que comparaba Cymbalta con Paxil planteó objeciones similares.
Dosis diferentes administradas a dos grupos de pacientes. Pero al final el artículo
que relataba el experimento aclaraba que el objetivo principal del estudio no
era comparar ambos medicamentos, por lo cual las conclusiones eran tentativas….
pues dosis más altas de Paxil podrían haber demostrado ser más
eficaces.

Algunos de los estudios de Cymbalta habían usado métodos estadísticos
poco usuales para explicar los pacientes que abandonaban el tratamiento a la
mitad.

En su análisis de 24 páginas, dice que Lilly necesitaba más
evidencia antes de poder probar que Cymbalta era superior a los otros productos
con los que se lo comparó. Tampoco encontró ventajas de precio.
Con esa información en mano, el comité de médicos de Kaiser
votó por no incluir al nuevo antidepresivo de Lilly en los formularios
de recomendados para California del Norte y del Sur.

Michael Detke, un médico de Lilly, dice que los estudios que analizó
la doctora Kubota no se proponían hacer comparaciones completas entre
Cymbalta y otros medicamentos como mostraban los artículos sino, en primer
lugar, cumplir con las exigencias de los entes reguladores. Las dosis se seleccionaron
antes de que la compañía hubiera encontrado la mejor dosis para
Cymbalta, aclaró. Con respecto al tipo de prueba – el de análisis
de número de personas que lo abandonan – fue elegida por considerársela
la mejor. Pero Lilly trató de aportar todos los descubrimientos significativos
con el viejo método”.

En los primeros seis meses de 2005 Cymbalta vendió en Estados Unidos
por valor de US$ 269 millones frente a US$ 1.290 millones en ventas de Effexor
XR, una forma de liberación extendida del fármaco. Eso coloca
a Cymbalta entre los primeros cinco antidepresivos en cuanto a ingresos.

En una conferencia celebrada el pasado mes de junio, Lilly dio a conocer muy
discretamente los resultados de dos pruebas cabeza-a-cabeza del tipo de los
que buscaba kubota. Mostraban que Cymbalta no era significativamente diferente
de Effexor para tratar la depresión.

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