Johansson aduce que Disney usó la película Black Widow (Viuda Negra) para atraer al público a su servicio de streaming y elevar el valor de sus aciones a expensas de ella, cuyas ganancias están atadas a las ventas de taquilla.
Lo cierto es que el streaming ha llegado para cambiar totalmente el modelo de negocio del cine. Durante los últimos setenta años los actores de primera línea tuvieron bastante libertad para elegir con qué estudio trabajar y recibían una porción de las ganancias generadas por la película. El streaming lo cambió todo. Hoy tanto Disney como Wall Street consideran que la medida de éxito la marcan los suscriptores, no las ventas de taquilla. Y no comparten los ingresos por suscripción con los actores.
Disney contraatacó con fuerza la acusación de Johansson acusando a la actriz de no tomar en cuenta la pandemia y de no aceptar como bueno su salario de US$ 20 millones.
Un observador de la actividad interpreta que la virulencia de la respuesta de Disney es una especie de advertencia a todos los actores que de ahora en adelante las cosas van a ser así, que los actores nunca ven a tener una porción de los ingresos por suscripciones.
Warner y Netflix mantienen a sus actores contentos dándoles cheques abultados de antemano, pagándoles como si cada película fuera un éxito de taquilla. Creen que es más poderoso eso que la mala prensa o los actores indignados.
El juicio de Johansson gira alrededor de la interpretación del contrato, que le promete “amplia difusión en salas de cine”. ¿Eso excluye la difusión por streaming? No queda claro. Tampoco se ve con claridad que, en el caso de que la actriz gane, ese triunfo se convierta en el punto de inflexión que actores y actrices están esperando.
La era del streaming ha quitado poder a los artistas. Los servicios de streaming, altamente consolidados, dominan todo el negocio. La propiedad intelectual es el activo que más buscan. Más que interesarse en contratar a tal o cual actor o actriz para un papel, los estudios quieren franquicias que les permitan realizar interminables películas y series para mantener alimentados a los suscriptores. Solamente con la franquicia de Star Wars Disney está sacando 10 shows.
El poder de los artistas se diluye todavía más porque ni siquiera saben cuánto éxito tienen sus películas. En el pasado las ventas de taquilla les permitían asignar un claro valor monetario al largometraje, y eso les garantizaba un bono específico o un porcentaje. Con el streaming el dueño de la plataforma es el único que sabe con exactitud cuánta gente vio la película o cuánto modificó el número de suscriptores.