Roche y Tamiflu: ¿gran negocio o tiro por la culata?

Roche logró excelentes resultados financieros el primer semestre. Quizá, gracias a Tamiflu, por hoy único específico de espectro amplio para la gripe del pollo. Pero surge un amplio movimiento mundial para que la patente quede liberada.

20 octubre, 2005

En verdad, el gigante farmoquímico suizo tiene un “archivo” muy especial. Junto con Tamiflu, figuran clásicos como Cipro (ántrax) y una droga genérica básica, el ioduro de potasio (contaminación radiactiva). El caso Tamiflu “es un fenómeno casi sin antecedentes. De una virtual inexistencia pasó a ser el más vendido en gran parte del planeta”, señala Mark Catroppa, director de marketing en Canada Pharmacy, líder en ventas a distancia a clientes norrteamericanos.

Gobierno tras gobierno se han lanzado a comprar y almacenar el medicamento. En ciertos países, el objetivo es cubrir 25% o más de la población. Viendo la escasa mortalidad del retrovirus hasta el presente, esto parece más una neurosis que una epidemia. Mientreas tanto, se multiplican presiones contra la patente exclusiva que tiene todavía Roche.

En rigor, cada vez que aparece un remedio para alguna pandemia –real o presunta-, al laboratorio que lo ha descubierto, desarrollado y registrado le explota en la cara un avispero social y político. El holding suizo no es excepción. Máxime porque se trata de un mal que, en apariencia, puede afectar a estados centrales y no se limitará a la perifería del planeta. Sólo las economías ricas pueden darse el lujo de que la TV comercial bombardee al público con noticias y comentarios apocalípticos, acompañados de sangrientas masacres de aves (éstas sí preferentemente del “tercer mundo”).

Cabe suponer que Roche haya aprendido de pasados ejemplos de mal manejo en emergencias, por parte del negocio farmoquímico.Así ocurrió con las drogas para frenar el HIV: las compañías demandaron al gobierno de Nelson Mandela (Sudáfrica), en un fallido intento de proteger sus patentes. En 2001, la epidemia de ántrax –resultado de un bochornoso error militar norteamericano- fue marco para un estruendoso papelón de Bayer. Por entonces, Washington amenazó anular todas las patentes de la empresa alemana en EE.UU. (hace un siglo, lo había hecho con la aspirina).

Pero, hasta esta semana, Roche se aferraba al libreto tradicional. Defendía a rajacincha sus derechos exclusivos sobre Tamiflu, con lo cual puso en su contra a Naciones Unidas, India, Tailandia, Taiwán, Bangladesh, Indonesia, China, etc. Uno por uno, estos países encaran planes para fabricar el específico, quiéranlo o no los hélvetas. Sus gobiernos ya han avisado al laboratorio que darán por terminadas las patentes que datan de 1996.

A la cabeza de la ofensiva está un senador estadounidense, Charles Schumer (republicano, Nueva York). En su caso, propone suspender los derechos exclusivos si, en treinta días, Roche no comparte patentes con cinco laboratorios norteamericanos. “Ante la reticencia de algunas compañías, hemos llamado a cuatro fabricantes de genéricos, dispuestos a la producción masiva”.

Estas declaraciones enfriaron los ánimos en Roche. Ejecutivos de la firma dieron ayer a entender que se allanarían al planteo de Schumer. Claro, no es tan fácil hacerle frente al congreso estadounidense. Por lo demás, relicenciar el Tamiflu no puede perjudicar gran cosa a la compañía. En verdad, su buen desempeño bursátil no se debe a la droga, sino a la compra de 56% de Genentech, una biotecnológica líder.

Además, al auge de Tamiflu podría ser efímero: según una investigación que difunde este jueves la revista “Nature”, una chica vietnamita fue infectada por una forma del virus inmune al específico de Roche. Eso pone en tela de juicio las bondades reales y el valor en mercado del medicamento.

A juicio de la industria, existe un riesgo de diferente tipo: las presiones dentro y fuera de Estados, especialmente por parte de gobiernos, tienden a desalentar inversiones en investigación y desarrollo. La razón es simple: si las patentes puenden ser suspendidas u obligadas a compartirse, las perspectivas de utilidades serán menores. “No olvidemos que les debemos a esas compañías nuestras propias vidas”, exagera William Tauzin, ex legislador de Luisiana, hoy operador del “lobby” farmoquímico en el congreso.

En verdad, el gigante farmoquímico suizo tiene un “archivo” muy especial. Junto con Tamiflu, figuran clásicos como Cipro (ántrax) y una droga genérica básica, el ioduro de potasio (contaminación radiactiva). El caso Tamiflu “es un fenómeno casi sin antecedentes. De una virtual inexistencia pasó a ser el más vendido en gran parte del planeta”, señala Mark Catroppa, director de marketing en Canada Pharmacy, líder en ventas a distancia a clientes norrteamericanos.

Gobierno tras gobierno se han lanzado a comprar y almacenar el medicamento. En ciertos países, el objetivo es cubrir 25% o más de la población. Viendo la escasa mortalidad del retrovirus hasta el presente, esto parece más una neurosis que una epidemia. Mientreas tanto, se multiplican presiones contra la patente exclusiva que tiene todavía Roche.

En rigor, cada vez que aparece un remedio para alguna pandemia –real o presunta-, al laboratorio que lo ha descubierto, desarrollado y registrado le explota en la cara un avispero social y político. El holding suizo no es excepción. Máxime porque se trata de un mal que, en apariencia, puede afectar a estados centrales y no se limitará a la perifería del planeta. Sólo las economías ricas pueden darse el lujo de que la TV comercial bombardee al público con noticias y comentarios apocalípticos, acompañados de sangrientas masacres de aves (éstas sí preferentemente del “tercer mundo”).

Cabe suponer que Roche haya aprendido de pasados ejemplos de mal manejo en emergencias, por parte del negocio farmoquímico.Así ocurrió con las drogas para frenar el HIV: las compañías demandaron al gobierno de Nelson Mandela (Sudáfrica), en un fallido intento de proteger sus patentes. En 2001, la epidemia de ántrax –resultado de un bochornoso error militar norteamericano- fue marco para un estruendoso papelón de Bayer. Por entonces, Washington amenazó anular todas las patentes de la empresa alemana en EE.UU. (hace un siglo, lo había hecho con la aspirina).

Pero, hasta esta semana, Roche se aferraba al libreto tradicional. Defendía a rajacincha sus derechos exclusivos sobre Tamiflu, con lo cual puso en su contra a Naciones Unidas, India, Tailandia, Taiwán, Bangladesh, Indonesia, China, etc. Uno por uno, estos países encaran planes para fabricar el específico, quiéranlo o no los hélvetas. Sus gobiernos ya han avisado al laboratorio que darán por terminadas las patentes que datan de 1996.

A la cabeza de la ofensiva está un senador estadounidense, Charles Schumer (republicano, Nueva York). En su caso, propone suspender los derechos exclusivos si, en treinta días, Roche no comparte patentes con cinco laboratorios norteamericanos. “Ante la reticencia de algunas compañías, hemos llamado a cuatro fabricantes de genéricos, dispuestos a la producción masiva”.

Estas declaraciones enfriaron los ánimos en Roche. Ejecutivos de la firma dieron ayer a entender que se allanarían al planteo de Schumer. Claro, no es tan fácil hacerle frente al congreso estadounidense. Por lo demás, relicenciar el Tamiflu no puede perjudicar gran cosa a la compañía. En verdad, su buen desempeño bursátil no se debe a la droga, sino a la compra de 56% de Genentech, una biotecnológica líder.

Además, al auge de Tamiflu podría ser efímero: según una investigación que difunde este jueves la revista “Nature”, una chica vietnamita fue infectada por una forma del virus inmune al específico de Roche. Eso pone en tela de juicio las bondades reales y el valor en mercado del medicamento.

A juicio de la industria, existe un riesgo de diferente tipo: las presiones dentro y fuera de Estados, especialmente por parte de gobiernos, tienden a desalentar inversiones en investigación y desarrollo. La razón es simple: si las patentes puenden ser suspendidas u obligadas a compartirse, las perspectivas de utilidades serán menores. “No olvidemos que les debemos a esas compañías nuestras propias vidas”, exagera William Tauzin, ex legislador de Luisiana, hoy operador del “lobby” farmoquímico en el congreso.

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